miércoles, 30 de septiembre de 2015

Algunas cosas que ya no vuelven



Con el motivo de los cien años de la revolución mexicana, varios productores decidieron realizar un largometraje dirigido por diez directores diferentes y que intentara captar la esencia de dicha revolución cien años después, cómo ha cambiado el país y qué consecuencias pueden aún rastrearse de lo que, más allá de lo simbólico, parece haber quedado en una especie de recuerdo ensoñado. Afortunadamente, no hay ni rastro de panfletos ni peroratas, y pese a su desigual recorrido, REVOLUCIÓN ha quedado como un inmejorable paso a nivel a una de las cinematografías más interesantes y florecientes de los últimos años.
Abre la función el oscuro lirismo de Fernando Eimbcke en "La bienvenida", donde un humilde lugareño, de un humilde poblado, con una humilde existencia, pasa toda una noche en vela ensayando con su tuba al raso la bienvenida a alguien que se supone honrará con su presencia a su pequeño pueblo. Sólo fataría que se presentase, claro...
Patricia Riggen afloja el discurso, aunque su mezcla de crítica social y humor negro, más que de revolución, habla de los lazos perdidos entre generaciones. "Lindo y querido" nos sitúa en L. A., donde una mujer asiste perpleja a una tradición que desconocía por completo a causa del fallecimiento de su abuelo, que supuestamente combatió junto a Zapata. Se supone que un mexicano de estirpe tiene que volver a su tierra para ser enterrado, pero siya es complicado traspasar una frontera estando vivo...
Menos afortunado aún está el actor Gael García Bernal, que en "Lucio" propone una visión maniquea y absurdamente rupturista alineando los preceptos de la revolución mexicana (y, de paso, glorificándola sin querer) con la rebeldía juvenil de un chaval que esconde un crucifijo bajo la cama, porque no cree en iconos...
Por su parte, Amat Escalante, uno de los "nuevos" directores mexicanos con más proyección y personalidad, acomete en "El cura Nicolás colgado" un fantasmagórico ensayo propulsado por el surrealismo de Buñuel y con un discurso crudo y elocuente. Unos niños encuentran a uncura colgado de un árbol, aún vivo; su burro y su monaguillo han sido literalmente quemados. Tras ayudarlo y caminar varios días por el desierto, el film parece transfigurarse de aquel pasado revolucionario y brutal a otro aún más terrorífico, que es la jungla de coches y restaurantes de comida rápida al otro lado de la autopista...
Y, cómo no... Reygadas. "Este es mi reino" es una locura orgiástica en la que cabe de todo alrededor de un interminable banquete al aire libre que pretende, como todo el cine de su controvertido autor, conciliar a lo bestia los dos Méxicos, el que "gringuea" y el que no lo hace porque no lo dejan. Hay coches incendiados, locas del putiferio, ancianos pajilleros, máscaras del ring, poetas sin discurso, perros, camisetas del Chelsea, polos de Lacoste, pulque en vasos de plástico pringoso, niños huidizos, alcohol... más alcohol... Hogueras...
Mariana Chenillo también patina con "La tienda de raya", donde no da con el tono justo y parece olvidar el trasfondo que demanda el film en el que está inscrito. Una empleada de supermercado tiene una cita con un tímido encargado, pero debe resolver el dilema dental que la aflige antes del Viernes... La verdad, no sé qué pensar...
Más difícil es el caso de Gerardo Naranjo, que en "R-100" efectúa un ejercicio de vaciado que raya un absurdo lo suficientemente bien organizado para que, más allá de la lectura que podamos hacerle, y pese a que se trata de una historia llena de tensión y misterio, la sensación es la de que estamos ante un estupendo preámbulo o in troducción a un film que no existe, pero que se presume más grande y elaborado. Un hombre lleva a otro, moribundo, a cuestas por el desierto (esos desiertos...), llega a una autopista e intenta parar un coche, sin éxito, así que tendrá que usar métodos... menos "formales"...
Sin embargo, mi segmento favorito es "30-30", en alusión a los fusiles utilizados en la revolución. Rodrigo Plá, director uruguayo radicado en México y autor de la estupenda LA DEMORA, acompaña a la pesada figura del nieto de Pancho Villa, mostrándolo como un hombre sencillo que se plancha sus camisas y que, tembloroso, espera su turno para ofrecer un pequeño discurso que apenas si es capaz de memorizar. Es una fiesta conmemorativa, pero a nadie le interesa ya escuchar qué pasó realmente, siempre es más edificante bailar un narcocorrido o disfrazar a un puñado de modelos como si fuesen revolucionarias del Playboy...
A Diego Luna, en "Pacífico" le pasa también que se queda a medio camino de la poesía visual, el relato trascendente y la búsqueda "reygadiana". No sé exactamente qué es lo que intenta contar, excepto que un tipo tiene una discusión con su pareja y luego se va a dar machetazos a un terreno que pretende vender... ¿?...
Menos justificable es, sin embargo, el cierre, a cargo del estomagante Rodrigo García. No porque se trate de un cineasta colombiano, que no seré yo quien le dé importancia a tamaña fruslería, sino porque se gusta tanto, se relame tanto, se perfuma e inviste tanto, que parece una tontería no engañotarlo a él, igual que a tantos, como autor de videoclips. "La 7th street y Alvarado" es una sucesión de postales que parecen sacadas del National Geographic, rodadas a cámara ultralenta y que (ahí es nada) mezcla una calle californiana, repleta de gente en sus quehaceres diarios, con una tropa de revolucionarios que miran, eso sí, desafiantes a cámara. Me pregunto qué es la revolución, un relato filmado que se quiera presentar como revolucionario... Esto, desde luego, está en las antípodas...
Saludos.

martes, 29 de septiembre de 2015

El acusado recalcitrante



Ya es raro que un tipo que dirigió FRED CLAUS: EL HERMANO GAMBERRO DE SANTA CLAUS pueda obtener crédito al hacer un drama judicial al viejo estilo. Efectivamente, no nos equivocamos ni un poco tras el visionado de este ladrillazo de dos horas y media, vehículo casi desesperado para que a Robert Duvall le diesen un oscar "sentimental", como si a él le hiciese falta... En fin, si odian a muerte a Robert Downey Jr. cuando no está dirigido y/o contenido, es mejor que no vean esta oda autocomplaciente al american way of judgement, con, eso sí, abundantes jarritas de agua, mesas de caoba, cuadros con aguiluchos y jurados pintamonas, pero eso sí, compuesto por gente de la calle. Da igual, lo único que se pretende mostrar es a Downey Jr. haciendo el gamberro consciente (sí, como aquel Vince Vaughn), cambiando el Porsche por una bici y el traje de abogado por una camiseta de Metallica (glups!). Duvall hace uno de los papeles más insustanciales de su larga y modélica carrera, y Billy Bob Thornton... En fin, mejor me callo y les hablo un poco de la sinopsis, que parece sacada de una película de Torbe... Pues resulta que es un abogado que lo gana todo porque no tiene escrúpulos y porque sus clientes suelen ser gentes de mal vivir pero con el dinero por castigo; su matrimonio, cómo no, hace aguas y el divorcio parece inminente, aunque primero hará el penúltimo acto de buena voluntad: ir al entierro de su madre, aunque allí se encontrará con su padre, un juez a punto de retirarse y que siempre le ha hecho la vida imposible. A nuestro héroe le va a dar tiempo de 1- Preparar la defensa de su odiado papá, porque da la casualidad de que, pese a que hace décadas que no le veía, ahora está acusado de un homicidio por venganza. 2- Pasarle la mano por el lomo a sus dos hermanos, el típico retrasado y el típico osezno bonachón. 3- Pasarle la mano por el (censurado) a una antigua novia, porque todas nuestras antiguas novias se nos vuelven a enamorar cuando nos ven al cabo de veinte años, claro... 4- montar en bici con una camiseta de Metallica. y 5- Hablar tanto, y tan rápido, que llega un momento en que echas de menos al bueno de Fred... Lo juro.
Si se la pueden ahorrar, pues eso que ganan.
Saludos.

domingo, 27 de septiembre de 2015

Rincón del freak #206: La intención no es lo que más cuenta



WINGED CREATURES es, sin ningún lugar a dudas, una de las bazofias más infumables que he visto en los últimos tiempos. Un compendio de clichés y retazos de lo más burdo, sin ningún ingenio, sin ritmo y con un tufo a telefilm barato que asusta... sobre todo teniendo en cuenta el casting que tiene. Me parece mentira que actores de primera fila (y con talento) estén tan mal dirigidos, tan redireccionados hacia una especie de "manual del guionista pringado". Y este es un fracaso de un director que demuestra poca personalidad o demasiada cinefilia. Parece Iñárritu, pero hace bueno hasta a Iñárritu. Y parece una agilipollada versión de las "historias cruzadas" de Altman, pero mantengo la teoría de que no es más que una historia mal contada, repleta de cansinos flashbacks (algunos reiterados hasta la exasperación) y con una peste a moralina de confesionario que tira para atrás... ¿Que a quién le puede gustar? Pues yo creo que a un montón de gente. Con que sólo no quieran pensar durante hora y media...
Ni siquiera me voy a molestar en contarles de qué va, no merece la pena. Y ver a un actorazo como Forest Whitaker en una mierda semejante... Qué lástima.
Saludos.

sábado, 26 de septiembre de 2015

Sigue buscando...



Hoy voy a ser muy breve y muy conciso... La verdad es que lo intento siempre, pero no sé si lo consigo.
La película se llama GRACE y me ha servido sólo para una cosa: constatar la cantidad de películas que se han hecho con ese mismo título, que será porque es un nombre que evoca varias cosas, sobre todo una cierta elevación del espíritu. No ocurre esto en el film que nos ocupa, una producción independiente acerca de los problemas derivados de la ingesta de alcohol. Que los americanos son muy exagerados lo sabemos, y que de una cabra loca acabarán por hacer una supermártir en proceso de redención, pues también. Eso es la peli, la indulgentísima peripecia de una NiNi que le da a los botellines como acto de rebeldía y estrella el coche en una pacífica comunidad costera, donde la 0'0 ya te pone chispeante y lo normal es ir a reuniones de adictos. La lástima es que todo ello está desperdiciado por culpa de un tontorronísimo desarrollo en clave de telefilm que le resta cualquier intento de brillo, y que además deja en anécdota el esforzado trabajo de su protagonista, Annika Marks, que al menos se desmarca de cualquier cliché del cine norteamericano sobre jovencitos problemáticos.
El interés dura apenas diez minutos, hasta que sale un policía en pantalones cortos con un helado en la mano...
Saludos.

viernes, 25 de septiembre de 2015

Astros y física



Es difícil empatizar con el cine de David Cronenberg, pero eso ya lo sabíamos; el caso es que los últimos títulos del director canadiense están no sólo confirmando esta teoría, sino ampliando la controversia alrededor de los mismos. Es aún más difícil afirmar, por ejemplo, si estamos ante obras visionarias, de las que dentro de un par de décadas algunos estudiosos del medio se harán cruces maravillados ante tanta anticipación, o por el contrario tenemos a un señor con aspecto de profesor de literatura haciéndole pedorretas al star system, y sin que nadie atine a descubrirlo con seguridad. Lo digo porque MAPS TO THE STARS empieza como un helicoidal cruce entre Robert Altman y David Lynch, un cóctel de coral y onírica audacia en torno a un montón de personajes que no quieren a nada ni a nadie, y cuyo único objetivo, ya que el corazón les sigue latiendo, es mantener y aumentar cada día su cuota de popularidad... ¿Cueste lo que cueste?... Y caiga quien caiga.
Son personajes y situaciones incómodas, grasientas por mucho que se envuelvan en el celofán de la "nueva y ostentosa espiritualidad", un submundo que consiste en perdonarte todo el tiempo mientras sigues echándole la culpa de todo a los demás. Es Hollywood, Los Angeles, Beverly Hills... Todos conocemos ese camino pese a que ninguno lo hemos andado, y son personas que conocemos aunque nunca las hayamos visto. Actores y actrices, y aspirantes a guionistas, y también los directores y los agentes de los actores. Son los que nos mienten todo el tiempo para que les amemos. Y son los que parecen contagiados de algún virus humanoide, fuera de su fisiología privilegiada, cuando cruzan un par de palabras con esas (pobres) personas normales. Cronenberg habla de todo eso, y lo hace sin cortarse un pelo; lo que ya no nos queda tan claro es cómo revuelve uno la mierda sin mancharse las manos. Pero bueno, tiene tres o cuatro escenas bastante divertidas (sí, divertidas) y Julianne Moore consigue el esforzado propósito de parecer absolutamente despreciable y abyecta.
Ah, y mil puntos para quien lograse reconocer a Carrie Fisher... Y eso que se interpretaba a sí misma...
Hay que verla, no nos queda otra...
Saludos.

jueves, 24 de septiembre de 2015

Todos los caminos



No había visto INCENDIES. Me ha gustado INCENDIES. Pero me ha gustado menos que las dos últimas películas de Denis Villeneuve ¿Por qué?, me digo ¿Por qué, si todo es excelencia y hay un buen guion, buenas interpretaciones y un ritmo narrativo encomiable? Creo, simplemente, que es debido a que Villeneuve controla más su artefacto, "lo hace suyo" de forma consciente, y, temiblemente, cae en las redes del cine de autor menos defendible. No debemos, por tanto, englobar este film dentro de la valiente senda que el director canadiense está actualmente transitando prácticamente en solitario y sin caer (aún) en las redes de la gastroenteritis visual hollywoodense. Yo, personalmente, lo veo en el camino de un compatriota suyo, Egoyan, y aun sin tener absolutamente nada que ver como cineastas, pero existe un trasfondo menudamente ético (etiquético) que desambigua esta epopeya repleta de crueldad y miseria moral desde Canadá hasta Líbano con, por ejemplo, lo que con menor fortuna vimos en la incompletísima ARARAT. Es cierto, no obstante, e incido en ello, que se trata de un esfuerzo magnífico el expandir una obra seca e íntima hasta elevarla por encima de los límites de la representación: convertir el teatro en cine,que es lo que debería ocurrir siempre.
Les ahorro, claro, los detalles escabrosos (que son muchos y de difícil digestión algunos), para solamente recomendarla por esas explosiones controladas que ya son marca de autor perfectamente reconocible. INCENDIES es dura, sí, pero también es hermosa y esperanzadora, y dentro de su oscuridad moral brilla una llama difícilmente sofocable: la de la insobornabilidad. Pero francamente, me encandila aún más cuando relame a Arcand por sobre su vientre...
Saludos.

miércoles, 23 de septiembre de 2015

En un mundo sin fronteras



Ahora que las fronteras de los países se asemejan a las puertas giratorias de los grandes almacenes, y no sólo por el efecto de entrada-salida que produce, sino por la sensación de que sólo "los clientes" son aceptados, una película como A MOST WANTED MAN cobra vigencia inusitada. Ya la tenía la novela de John le Carré, pero creo que Anton Corbijn ha conseguido dar con un tono más que ajustado para estos tiempos tan agitados por televisión (y remarco y subrayo esto último).
Es éste un thriller sin disparos, sobre los marcos legales que permiten a un espía espiar, y que alguien sea espiado impunemente, puesto que la legalidad así lo establece. Y todo por un "cuerpo extraño", un checheno con nacionalidad rusa que llega a Hamburgo buscando una herencia que se calcula enorme. Lo verdaderamente interesante comienza cuando las agencias de espionaje son incapaces de ubicar a esta persona, puesto que todo indica que se podría tratar de un terrorista potencial, pero sin embargo todas las pruebas indican que su historia es veraz, y que su única intención es usar el dinero para ayudar a paliar la opresión de su pueblo.
Muchas fronteras que no se ven, amenazas latentes en una ciudad que parece tambalearse bajo ese peso invisible de la multiculturalidad apenas entendida por una sociedad europea que no parece preparada para una integración a todos los niveles, catalogando como amenaza lo que simplemente no entiende. Y la película... sí, bueno, cumple, que es más de lo que su director lleva haciendo desde que dejó lo de los videoclips. Pero claro, está Philip Seymour Hoffman... Cómo lo echaremos de menos...
Saludos.

martes, 22 de septiembre de 2015

El objeto que orbita solo



Estamos todos equivocados. Nos equivocamos cuando demandamos el gol de Dieguito contra los britanos, o cuando golpeamos el volante en un atasco. Imprudentes, también nos equivocamos al leer y observar ademanes que, sin ser nuestros, nos apropiamos como vampiros de la estética de la repetición. No puedo más que sonreír alegre tras ver el último trabajo de Lisandro Alonso. Nada de circunspecciones sesudas con JAUJA, que es una celebración del autor libre y leve al imponer la frescura de su visión, que en su caso siempre es humilde y nada pedante. Alonso filma una especie de cajita musical en 4:3, una aventura que llama por las ventanas del cine clásico, pero huye hacia el futuro aún no escrito, que siempre será el más difícil de escribir. La fotografía de Timo Salminen es, como siempre con su inseparable Kaurismaki, soberbia, pero no me gusta hablar sólo de un aspecto cuando el film me ha gustado en su conjunto. Porque digamos que Alonso consigue un compendio prodigioso, la unidad de ética y estética sin que una se superponga a la otra, y además hila una lógica narrativa que se salta todas las convenciones más innecesarias y apulgaradas del cansino continuismo que sufren los productos equivocadamente "innovadores", que suelen ser más antiguos que los clásicos. Se ha hablado mucho de Borges, su ficción desmembrada, o su filosofía de lo puramente existencial en esta película de su paisano; yo le añado y aumento la arriesgada visión del primer Resnais y la profundidad de Chris Marker, en los que JAUJA se zambulle en su último y desconcertante tercio, un acierto de planificación, en todo caso.
Para concluir, y que no se enoje purista alguno, confieso que me subyuga menos la anécdota de Mortensen (que está fantástico, por cierto) o el salto hacia cierto "convencionalismo", ya intuido en LIVERPOOL; no tanto, al menos, como la paciente coherencia que su autor sigue demostrando con cada propuesta, y que le mantienen (al igual que el oficial que busca infructuosamente a su hija) en ese inhabitado limbo de quienes nada deben, pero tanto vuelven a esforzarse por ofrecer.
Saludos.

domingo, 20 de septiembre de 2015

Rincón del freak #205: Los extraños vínculos olvidados



Sí, A NIGHTMARE ON ELM STREET 2: FREDDY'S REVENGE contenía un 1% de horror, consistente en un arrinconado Robert Englund poniendo ojitos y moviendo los dedos, mientras que el resto era más bien un retratillo pop de la época (1985) de lo más típico, con un instituto donde la muchachada juega al béisbol, hacen barbacoas... Todo previsible, excepto un detalle menor: la película apenas puede ocultar su auténtica vocación, que es estructurar una teen story subvirtiendo los motivos principales (chico conoce chica y le demuestra que es su chico... etc...) para obtener un film de marcado carácter homosexual... ¿A que se les ha quedado el culo torcido? Está claro, porque aquella época no era dada precisamente al culto a la diversidad sexual, y estos temas solían quedar marginados en la independencia militante, e impensable para una producción que aspiraba simplemente a engordar la recaudación a costa del icono de Freddy Krueger, que en menos de un año era tan famoso como Michael Jackson o Madonna. Jack Sholder es uno de esos casos de director de serie B con talento e inquietudes, lo demostró en la frenética HIDDEN, un clásico de la época, y la New Line lo reclutó para esta inevitable secuela, de la que Wes Craven se desmarcó conveniente e inteligentemente, aunque dudo mucho de que se oliera el extraño giro que daría la futura megasaga en este film. Sholder, más preocupado de mostrar los abusos sufridos por el protagonista (Mark Patton, actualmente un reconocido activista gay) que de poner en escena truculencias oníricas, termina facturando una película rara de narices, lo que tampoco es suficiente como para salvarla de su mediocridad. Porque, efectivamente, es una película tremendamente aburrida, donde pasan poquitas cosas reseñables y que ni siquiera se atreve a explorar las infinitas posibilidades de su personaje central, algo de lo que se dieron cuenta sólo un poco después...
Les contaremos esa historia otro día...
Saludos.

sábado, 19 de septiembre de 2015

No sé quién soy



THE ONE I LOVE, que fue una de las sorpresas que deparó el último Independent Spirit, es un interesante y bizarro cruce de géneros, que demuestra que aún no está todo hecho y que la originalidad no está reñida con el ingenio. Empezando por su pareja protagonista, y que a excepción de la breve intervención de Ted Danson son los únicos intérpretes, la mixtura es total. Mark Duplass, que ya indicara el camino con la curiosa BAGHEAD en 2008 junto a su hermano Jay, y Elizabeth Moss, cada vez más en alza y que se dio a conocer por su excelente trabajo en "Mad Men". Ambos son el soporte de esta especie de mumblecore fantástico, que parece tanto un Cassavetes light, o el Woody Allen de MARIDOS Y MUJERES, como abraza (y asómbrense) las cabriolas espacio-temporales de Shane Carruth en PRIMER, o, mucho más cercana, COHERENCE, de la que vendría a ser su reverso escéptico, nunca mejor dicho. En esencia, THE ONE I LOVE es la historia de una pareja en crisis, típicos treintañeros que miran de reojo la cuarentena, con pocos problemas económicos pero con la sensación de que se les ha agotado la fórmula de la felicidad demasiado pronto. Tras visitar a un terapeuta, éste les recomienda una apartada casita de campo, donde les asegura que el 100% de las parejas que ha tratado han vuelto a reencontrar el amor... Y como no quiero desvelar más de lo necesario, tan sólo terminaré diciendo que a lo mejor a quien encuentran en la casita de huéspedes no es el mismo que está en la casa principal... aunque lo parezca.
Es una película original, entretenida, pero a la que le cuesta no desentenderse de su propio tono, de tan cotidianos que son los dilemas que plantea, en un intento de humanizar el sci-fi, haciendo que sus personajes sean de carne y hueso, gente con problemas normales que se ven envueltas en situaciones excepcionales. Lo mejor, además de la química de sus protagonistas, que continúa abriendo el camino para una renovación bien entendida.
Saludos.

viernes, 18 de septiembre de 2015

Jazz, porque sí



Es una lástima que un guion tan bueno, tan jugoso y emocionante como el dispuesto por Amy Albany, narrando las vicisitudes derivadas de vivir junto a su padre, el pianista Joe Albany, haya caído en las manos inexpertas de un director que apenas logra cohesionar un par de retazos interesantes, y se pierde la mayor parte del tiempo en dejar la cámara como un espectador más, atenta, eso sí, al descomunal trabajo de John Hawkes, un tipo al que le tienen que dar el oscar de una puñetera vez. En realidad hay bastante poco que contar sobre LOW DOWN, apenas que se trata de un recorrido por el L. A. de principios de los setenta, entre habitaciones sin pagar, whisky barato, toneladas de nicotina y chutes de heroína en los baños de aquellos locales de jazz al que sólo les faltaban las putas. Es mejor, insisto, quedarse con la extraordinaria y compleja composición que Hawkes realiza, sin ninguna compasión, de Albany, atrapado por sus dos adicciones, la heroína y el pìano, pero enamorado incondicionalmente de su hija, a la que apenas si puede mantener. Lo mejor es eso, pero el casting hace aguas; aparecen y desaparecen Elle Fanning, que aún es demasiado blandita y consciente; Peter Dinklage, que defiende con tablas la sordidez de su personaje; Glenn Close disfrazada de la Señora Doubtfire; Lena Headey, demasiado guapa para ser alcohólica terminal; Caleb Landry Jones, que, cómo no, hace de enfermo (me preocupa seriamente lo de este chico); y hasta Flea... Sí, Flea, el de los Red Hot Chili Peppers, haciendo de tontolabas, que ya es rizar el rizo.
Como digo, una lástima, porque los minutos que Hawkes llena la pantalla tocando el piano, borracho, sujetando un cigarrillo en los labios, son de altura cinematográfica. Y, bueno, más o menos eso es todo...
Saludos.

jueves, 17 de septiembre de 2015

¿Quién es ese que se acerca? (y 2)



Hace unos cinco años, la BBC recuperó el episodio de Omnibus al que ayer hacíamos referencia, pensando, quizá, que reverdecer viejos laureles es algún tipo de renovación, cuando lo que suele indicar es un preocupante estado de acomodo. Y es que este WHISTLE AND I'LL COME TO YOU apenas tiene más interés que una esforzada interpretación por parte del gran John Hurt, que podría haber sido válida por sí sola, pero que comparada con el exuberante abanico de matices e inventiva que Michael Hordern prestaba al profesor Parkins, queda como poco más que un ejercicio rutinario y de escasa profundidad. Tampoco el acercamiento de Andy DeEmmony (llamado a ser del nuevo frente de la ficción televisiva inglesa) es afortunado, y se limita a copiar las escenas de playa e interiores y añadirle la siempre estúpida premisa de que entre el personje principal y el entorno sobrenatural existe un vínculo, esta vez por el internamiento de su mujer (el otro era soltero empedernido) por problemas mentales, una desaprovechada Gemma Jones, que se limita a no hacer nada.
En ningún caso dudo de las buenas intenciones de la cadena británica, supongo que con la sana intención de acercar a la nuevas generaciones aquel irrecuperable estilo de hacer televisión. Desgraciadamente, no será este mediometraje el que consiga dicho objetivo... Seguiremos esperando más BLACK MIRROR...
Saludos.

miércoles, 16 de septiembre de 2015

¿Quién es ese que se acerca?



Uno de los nombres que deberían aparecer, como referencia ineludible, a la hora de hablar de "renovación del género de terror" es el de M. R. James. Y eso que se trata de un escritor que vivió a caballo del XIX y el XX, pero su extravagante forma de abordar el relato clásico de fantasmas encaja como un guante en las formas narrativas más interesantes que se están viendo en los últimos años. Y la mejor adaptación a la pantalla que ha tenido James se produjo en un mítico programa de la BBC de finales de los sesenta. Omnibus fue uno de esos maravillosos trabajos por episodios que la cadena inglesa prodigaba con excelentes resultados, y el episodio más recordado (constatado entre el público británico de la época) fue WHISTLE AND I'LL COME TO YOU, una onírica y macabra pieza que, en apenas cuarenta minutos, interroga al espectador acerca de su tendencia a la superstición, toda vez que su raciocinio es socavado por lo que no logra entender mediante esa misma razón aplicada. WHISTLE..., vista hoy, cobra una nueva dimensión en trabajos tan "posmodernos" como la sueca DÉJAME ENTRAR o la magnífica IT FOLLOWS, que recupera y amplía todo el contenido de esta joya del terror inteligente. Jonathan Miller, al que la BBC le debe la mejor serie de adaptaciones shakespearianas que haya hecho jamás, contaba la extraña historia del excéntrico y descreído profesor Parkins (un inconmensurable e inclasificable Michael Hordern), un hombre estrictamente racional, de costumbres inamovibles, que se retira durante unos días a un hotel de la costa. En uno de sus paseos encuentra una pequeña flauta enterrada con la inscripción "¿Quién es el que se acerca?"; lo que ocurrirá, después de hacer sonar la flauta, no sólo será una experiencia terrorífica, sino que hará tambalearse por completo la cordura y racionalidad de este hombre... Si tienen oportunidad de ver esta joyita semiolvidada, no lo duden. Hace muy poco, la BBC hizo una nueva versión, pero esa es otra historia, y se la contaremos mañana mismo...
Saludos.

martes, 15 de septiembre de 2015

El juego musical de las sillas



Desde el principio, uno sabe que no va a ir bien. Desde el principio, cuando un tipo llama a la puerta de su casa bajo la lluvia, desesperado porque se está meando, y le abre su madrastra literal y frontalmente desnuda. Porque, tras la micción, el tipo se encuentra con su padre alcohólico y le propone matar a su madre alcohólica para cobrar el seguro, que está a nombre de su hermana. Porque le propone también que lo haga Joe, un policía que se gana sobresueldos así, matando gente. Porque Joe, que sólo cobra por adelantado, acepta una especie de aval, ya que no le van a poder pagar de antemano. El aval es la hermana. La hermana se enamora de Joe. El hermano va de paliza en paliza, porque el tiempo va pasando y sus acreedores ya no esperan; pero Joe se ha instalado cómodamente en su casa, junto a su hermana, y su padre, y su madrastra...
KILLER JOE es el film que William Friedkin realizó con 76 años, en 2011, y que, además de otro recital de Matthew McConaughey, una imposible mezcla de brutalidad y humor surreal vestido de vaquero, ofrece una mirada más que fresca acerca de la incorrección política en tiempos de corrección política. En KILLER JOE todos están tarados, es cierto, pero precisamente es esa disfuncionalidad la que imprime el ritmo insano que la película va adquiriendo, hasta un desenlace oscuro, tétrico y en el que absolutamente nadie sale bien parado. Se habló (más bien poco, no sé por qué) de la enésima y burda copia tarantiniana, pero a mí me recordó mucho más a otro cineasta, David Lynch, que cuando se ha puesto con un buen guion ha entregado trabajos magistrales.
Creo que en su momento ni siquiera se llegó a estrenar en España, por lo que impera recuperarla, ahora que su protagonista está en la cima...
... Ah, y está la escena del pollo frito, claro...
Saludos.

lunes, 14 de septiembre de 2015

D. W.: El padre del cine #31



Las definiciones, si no se suman a la experiencia, son engañosas. La definición de THE BIRTH OF A NATION como película, como Historia del cine, como paso adelante es "Obra Maestra Absoluta". Su definición ideológica, no obstante, es repugnante, sesgada y aborrecible hasta la náusea y mucho más allá ¿Que cómo se concilian dos adjetivables tan contrapuestos? Yo utilizo la máxima de la maravilla que me produce ver EL TRIUNFO DE LA VOLUNTAD, una pintura de Miguel Cabrera; leer (una vez más) "El viaje al fin de la noche", o escuchar el último (y recomendabilísimo) disco de Matisyahu. THE BIRTH OF A NATION es una película mu larga en la que los negros son blancos con la cara pintada con betún y se mean en los pobres y desamparados blancos, hasta que a alguien con coraje y sensatez le da por disfrazarse de la Cofradía de la Trinidad, ponerle un cubrecama al caballo y tirar p'alante... Yo sólo concibo esta definición en alguien que no se haya tragado las tres horas y pico que dura, que sí, que es comprensible, pero cuidado, porque en estos 190 minutos hay más innovación que en esta milonga del 3D; hace 100 años (¡100 años, señores!), a Griffith se le ocurre que el montaje puede servir para narrar una historia compleja, tan compleja que establece algunos de los momentos clave para entender el significado de ese país tan contradictorio y fascinante que es Estados Unidos. Está la batalla de Gettysburg, el asesinato de Lincoln (que es un prodigio de pictorismo) y la rendición del Sur, contada mediante las relaciones entre dos familias, enfrentadas a la fuerza por la Guerra Civil. Pero además está el lenguaje cinematográfico, construido desde la nada, por obra y gracia de uno de los escasos genios verdaderos que ha dado el séptimo arte. Las escenas panorámicas de la guerra son una barbaridad de espectáculo, pero luego Griffith acerca la cámara a ras de suelo y emplea el travelling frontal; los interiores ya no muestran un espacio único, sino que delimitan físicamente a los personajes, los une o los separa, y con la profundidad de campo deja atrás el escenario filmado para empezar a convertir la experiencia cinematográfica en otra cosa que aún perdura hasta nuestros días y aún nos hace soñar.
No sé si he conseguido conciliar opuestos, pero espero de todo corazón que a alguien se le haya abierto la curiosidad por acercarse a este verdadero monumento en imágenes, que lo es.
Saludos.

domingo, 13 de septiembre de 2015

Rincón del freak #204: Antonio Miguel. Yo, soy tu padre



Creo que la fascinación (que no el análisis) por lo norteamericano tiene un límite que aún no nos hemos sacudido... y ni ganas, parece. ATRAPA LA BANDERA no sólo caerá en un justo olvido en muy breve, sino que además confirma una tendencia bochornosa e inútil, que, desgraciadamente, define con exactitud el poco aprecio que se le tiene a un público infantil que de tonto no tiene nada. Ahí está ese canto a la Norteamérica más rancia, conservadora e imperialista, con el lameteo a unos valores que no tienen nada de malos cuando se defienden con argumentos, pero que huele a agrio con tanta marcialidad y tiesura de bandera. Bandera cuya presencia en el título no es casual, ya que la supuesta gracia de todo esto es que un anciano viaje a la Luna con su nieto, otra niña y un... ¿camaleón? para coger la bandera que los yankis plantaron allí, demostrar que de verdad estuvieron en terreno selenita y, ya que estamos, patear el trasero de un multimillonario que dice que va a extraer Helio3, que no se sabe qué coño es. Bueno, les ahorro un sufrimiento dominical innecesario: esto se parece a Pixar como Ibáñez a Javier Fesser...
Ah, y mi hija me dijo que si le quedaba mucho. Y no suele...
Saludos.

sábado, 12 de septiembre de 2015

Horror insomne



Ahora que ha muerto Wes Craven, parece el momento adecuado para hablar acerca de la fiebre de las franquicias, de su porqué, no siempre acertado, y de si el motivo exclusivo de la recaudación justifica la perversión y estiramiento facial de un original que prácticamente siempre es insuperable. Ocurrió con A NIGHTMARE ON ELM STREET, y no porque me parezca precisamente una maravilla de película, sino porque sus múltiples y exasperantes secuelas la han terminado por convertir en un clásico, quizá involuntario. Visto con 30 años de perspectiva, el comienzo de la andadura de ese icono de rasgos quemados y garras metálicas que es Freddy Krueger se disfruta más como juguetito pop que una pesadilla amenazante; da menos miedo, pero es una fuente inagotable de referencias, de las que ahora se sirven muchos directores jóvenes. Krueger apenas sale, pero cuando lo hace parece un espíritu burlón, que se divierte pellizcándole el culo a jovencitas en camisón (prenda improbable hoy día) y dándole chorlitos al típico macarrilla de turno como a un pijísimo Johnny Depp, que inició en esta película su prolífica carrera. Freddy se ha convertido en historia viva del cine, nos han machacado tanto que es ya ineludible como referencia del terror slasher, y su legado elevó consigo la figura de Craven como un creador total, a la altura de John Carpenter, con el que se le ha comparado a menudo; y esta "pesadilla" iniciática, es aún una delicia de cine artesanal, que aún cree en la recreación de atmósferas malsanas y que intenta eludir el susto fácil (no siempre, claro). Mucho más ingenua y suave que algunas entregas posteriores (las cuales iremos desgranando poco a poco), donde la función ya gira descaradamente en el exhibicionismo de su personaje central, A NIGHTMARE ON ELM STREET tiene uno de los mejores comienzos del género, con esos cuidados detalles de luz y sonido que crean un entorno onírico, y determinó que el gran Robert Englund había llegado para quedarse mucho tiempo...
Revísenla y disfrútenla.
Saludos.

viernes, 11 de septiembre de 2015

El fin del idealismo



Una de las mejores películas que uno puede ver ahora, con el fin de desembarazarse de cualquier sobredosis de filamentos digitales, es THE MAN WHO WOULD BE KING; y bien harían las productoras en ir tomando nota antes de que se les acabe la gallina, los huevos y otras cosas... Aquí está todo, todo lo que el cine de aventuras debe ofrecer. Hay acción, humor, dinamismo, diálogos inteligentes, una fotografía y música espectaculares, una historia bien contada, personajes de carne y hueso, y una gran crítica al inmovilismo sedentario que escuchimiza al ser humano hasta dejarlo en pantomima de su propia causa. Es cierto que la obra original de Kipling ya contenía una sustancia de lo más estimulante, pero John Huston eleva a la máxima potencia este espectáculo visual, sin el cual resulta imposible entender, por ejemplo, a cierto aventurero con látigo y sombrero. La película, no obstante, prescinde de cualquier resto de autocomplacencia y no evita detalles escabrosos y crueles; desde su magistral arranque, con la visita de un misterioso personaje al propio Rudyard Kipling, se nos pone sobre la pista de Danny Dravot y Peachy Carnehan, cuya camaradería sólo puede ser superada por dos cosas: su ambición y ansias de aventuras. Ambos inician un viaje que sólo un loco emprendería hacia un país del que ni siquiera podrían asegurar su existencia, con la idea fija de convertirse en los hombres más ricos del planeta. Y reconozco que el ritmo, las interpretaciones (soberbios, inmensos, Sean Connery y Michael Caine) y todas las peripecias que integran dicho viaje son la médula espinal del film, pero aún Huston (y Gladys Hill) le aporta ese regusto desencantado proveniente (aunque parezca descabellado) del cine negro; los personajes viven ese momento de gloria con fruición, embelesados, pero con un pie en el alféizar de la realidad, conscientes de que el precio a pagar por la gloria es demasiado caro. Esto es, en último término, lo único capaz de separar los destinos de dos hombres que eran inseparables... aunque sólo uno pudiera reinar...
Una de las películas más hermosas de todos los tiempos.
Saludos.

jueves, 10 de septiembre de 2015

Ser honesto o ser fuerte



En estos tiempos tan raros en los que vivimos, tiempos en los que quienes provocan un genocidio con su avaricia desmedida pasan a ser ángeles salvadores mediante el viejo truco católico del "siente a un pobre a su mesa", el cine aún dice un par de cosas sobre algo tan minusvalorado como la integridad. Eso no se come, ni sirve para pagar las facturas; es el Titanlux de las rejas de principios de siglo. En A WALK AMONG THE TOMBSTONES, Scott Frank, que ya dejó muestras de su buen hacer en la ignota THE LOOKOUT, se inviste del espíritu olvidado de sus mayores (huelgan nombres) y lanza la pedrada a mayor gloria de Liam Neeson, ahora mismo, el único actor, junto a Nicolas Cage, que puede presumir de ser él mismo un género. El "cine de Neeson" es el del tipo vapuleado, un poco trasnochado, fuerte, honesto, con un pasado a olvidar y un futuro más negro que el alma de un político, y que va a tener la oportunidad de realizar ese último acto de redención, destrozando malhechores y rescatando inocentes. El gran acierto es que Frank elude todo psicologismo fatuo y va al nervio central de la trama; en realidad, hay mucho de Chandler en la novela de Lawrence Block, ya que todo parte de un sorprendente arranque: el detective, apartado del cuerpo de policía, es contratado nada menos que por un traficante para que encuentre a los asesinos de su esposa, unos tipos que son retratados como una suerte de psicóticos fetichistas, a los que es casi imposible seguir la pista. Así, lo que tantas veces hemos visto en lo peor de la serie B americana (Bronson, Norris), el cine de mamporros justicieros, se transmuta en un emocionante recorrido por los rincones más oscuros de una sociedad que evita mirar abajo, y que envía a ese infierno a hombres como Matt Scudder, cuya maldición es no saber exactamente quién se merece más un balazo...
De lo más entretenido que he visto últimamente.
Saludos.

miércoles, 9 de septiembre de 2015

Desconcienciados



El último film de Kelly Reichardt (que también he dejado pasar dos incomprensibles añitos) comparte título con la obra maestra de Arthur Penn. Fin de las coincidencias. NIGHT MOVES es otro sutil y escurrdizo galletazo en los morros del sistema, donde más le duele al sistema, que es donde sus alargados brazos no llegan, Reichardt violenta el espacio vital de un grupo de activistas de la naturaleza (perroflautas y terroristas ecológicos también nos vale) para enfrentarlos a sus propios actos y, de paso, demostrar que tras toda acción han de enfrentarse unas consecuencias que, a veces, se escapan a nuestro conocimiento y control. Aquí no hay buenos ni malos, de hecho ni siquiera queda muy claro cual es la verdadera amenaza que van a combatir, ya que se trata de una ignota presa junto a un lago de pesca (uuuhh, qué miedo). Así que Reichardt traslada el meollo de la trama desde el trío protagonista hasta sus cuitas personales, los coloca en modo humano y muestra todas sus dudas y debilidades; lo que van a hacer no es ninguna tontería, es prácticamente un acto terrorista, y es paradójica la descripción de sus ambientes cotidianos: quitando a un ambiguo Peter Sarsgaard, ella se dedica a hacer sesiones de relajación oriental y él vive en una comuna en pleno bosque, donde cultivan verdurita ecológica. El cine de Kelly Reichardt es así, utiliza personajes normales, casi anodinos, y los empuja a situaciones desesperadas en las que deben tomar decisiones que cambiarán sus vidas dramáticamente. NIGHT MOVES no es tan estimulante como, por ejemplo, WENDY & LUCY, y su clima se antoja frío y en exceso desapasionado, pero es precisamente esa ambigüedad la que la pone a salvo de cualquier demagogia barata 2.0. Cine a ras de suelo, incómodo, con el que pensar por uno mismo no está reñido, e incluso es recomendable...
Saludos.

martes, 8 de septiembre de 2015

Fanáticos sin fronteras



Hace poco me di cuenta de que había pasado por alto el último trabajo de Ti West, del que ya he hablado (bien, muy bien) en estas páginas. Me gusta su cine, el empeño en renovar el género de terror desde la aportación integral de todos sus elementos, sin que estos se disfracen inútilmente con los consabidos recursos de dicho género, que más que "modernizarlo" lo anquilosa en un pretérito perfecto. West ensaya a menudo el (perdón por la expresión) "clima cubista"; porque siempre me parece que sus partes están desparramadas, dispuestas para el ojo atento, y cuya dificultad consiste en un ensamblaje satisfactorio al final de unas películas, las suyas, que más que homenaje a grandes títulos o revisitación a modo de transfusión de ideas, más bien parecen mundos paralelos, colaterales, que miran a sus homónimos desde otra dimensión, alimentando la extrañeza en un espectador que parece creer que ya lo ha visto todo. Así, THE SACRAMENT se sustenta en el cada vez más discutido (y discutible) microgénero del metraje encontrado; y yo pensaba que West optaría por dejar muy claro que primero "hay que saber" para "poder hallar", pero desafortunadamente termina enroscándose en su premisa, creyéndose su circunstancia y gustándose como cine "de codazo y miradita". Hubiese hecho falta un giro más dislocado, una disyuntiva menos obvia para que estuviésemos hablando de un acontecimiento, pero THE SACRAMENT afloja considerablemente el nudo gordiano que componen, entre otros títulos, THE HOUSE OF THE DEVIL o THE INNKEEPERS. Esta es la historia de una secta, con un líder terrible y unas reglas aún más terribles; un grupo de reporteros va a buscar a la hermana de uno de ellos, y de paso a desenmascarar al farsante ante el mundo, pero el asunto se les escapará de las manos y se convertirá en tragedia.
Lo mejor, el escalofriante papel del mítico Gene Jones como un malvado manipulador de conciencias; lo peor es que no hay quien se crea lo de la cámara filmando constantemente o una sucesión de decisiones, a cual más estrambótica. Tiene algunas pinceladas muy interesantes, como la escena de la entrevista (en la que incluso podría haberse recreado más), pero se ve y luego no perdura, aunque, de momento, no perdemos la fe en este director. Es más, le damos un merecido voto de confianza...
Curiosa.
Saludos.

lunes, 7 de septiembre de 2015

D. W.: El padre del cine #30



También en 1914, Griffith filmó un largometraje (80 minutos) que se puede considerar, cuanto menos, atípico en su filmografía. Ya que, pese a no ser su primer acercamiento a la obra de Edgar Allan Poe, tanto su estructura como motivo principal sí que hacen de ella un objeto insólito, pero al mismo tiempo un magistral ejercicio de versatilidad e imaginación. THE AVENGING CONSCIENCE aunaba dos relatos de Poe ("El pozo y el péndulo" y "El corazón delator"), y los envolvía con el arrebatado romanticismo del celebérrimo poema "Annabel Lee". Así, Griffith construye un complejo guion, de gran peso psicológico, sobre los monstruos de la conciencia, que van minando poco a poco a un hombre que se ve convertido en asesino casi como una "cuestión moral", ya que, desesperado, decide no seguir soportando la dictadura impuesta por su severo tío, que no le permite ver a su amada, recluyéndole en un sórdido trabajo de burócrata. Griffith oscurece cada vez más el film, hasta una parte final absolutamente delirante y que parece sacada de un Murnau pesadillesco, ilustrando la funesta espiral de locura a la que es llevado un hombre "con demasiada conciencia" para poder soportar el mal... Aunque el desenlace, puede que innecesario, deje, muy al gusto de su director, "las cosas en su sitio"...
Saludos.

domingo, 6 de septiembre de 2015

Rincón del freak #203: El deseo de ser boy-scout



Algo se debe estar moviendo en Bélgica... y no es la industria del gofre. Desde allí, aparte de la habitual racioncilla de los Dardenne, lo más florido del panorama cinematográfico suele estar compuesto de títulos de terror o cine fantástico. El caso de hoy es sintomático, pero prefiero comenzar diciendo que se trata de una tontería que ni está dirigida a un público adolescente ni al adulto, por lo que su terror se esnifa tan viejuno como una cómoda apolillada en el soberao de las tristezas... CUB (traducción innecesaria al inglés del WELP original) trata sobre unos boy scouts agilipollados (como todos) que se van a un sitio (otro más) donde no hay cobertura, para descubrir a un niño con careta de madera que ensaya cabriolas circenses, además de obtener una muestra del gañanismo francés, ya que se trata de un bosque fronterizo. O sea, que mezclamos a los Dardenne con Alexandre Aja, Fabrice DuWelz y un toque a lo Bruno Dumont... Efectivamente, nada bueno puede salir de ahí. Es muy aburrida y muy mala, y además provoca la riza involuntaria: "¿Cómo es posible que el guardabosques y los gañanes estén ahí, haciendo el cabra sin que les pase nada? y es llegar la expedición de belgas y hala, venga morir gente". En fin, en Sitges ganó el premio a mejor director, lo que no sé si tiene más relevancia que un puesto de gofres en la feria...
Saludos.

sábado, 5 de septiembre de 2015

Comida rápida



El Tigre somos nosotros. Los que no sonreímos desde un cuadrado, ni caminamos evitando el contacto. Somos los que abrimos las calles y enchufamos los árboles para que los pájaros canten cada mañana. A veinte kilómetros de nuestra casa, el "evento"; al lado, licenciados color tulipán que maquean asfalto y fibra óptica. El que llama a nuestra casa no nos conoce, no es nuestro amigo; nuestro amigo es el que otro nos dice que es nuestro amigo. Es el tiempo de los intermediarios; mata a un niño y gobierna Europa; elimina a un intermediario y te enviarán a Papa Legba para cobrarte en libras de carne. El Tigre no se vuela la cabeza, ni desayunará tortilla de Seconal; tan sólo le molesta una cosa: que nadie aprecie aquellos recuerdos secretos que lleva años almacenando en los pliegues de sus arrugas.
Cuando es hora de los cazadores, ¡salvad al tigre!, grito yo. Y ese grito debe oírse por alguna razón, aunque ahora mismo no se me ocurre ninguna...
Saludos.

viernes, 4 de septiembre de 2015

Comida de fiambrera



Y, bueno, vayamos con la comedia, que si está bien hecha también es capaz de tambalear a las conciencias más imperturbables. BAREFOOT IN THE PARK tiene toda la apariencia de una comedia, huele como una comedia y aspira a regalarnos el rato agradable de la semana. Perfecto, no hay nada que objetar, excepto que además se trata de un vitriólico alegato contra los rancios conservadores de corazón que, no se sabe por qué, adaptan su apariencia social recubriéndola de tibios clichés que se apuntan rápidamente en cualquier tertulia televisiva. Sí, esos tétricos lugares en los que señores con coleta y mangas de camisa ahorman solaz vituperando a los de la raya al lado y el composite mojado por aspersores, y viceversa. Es lo que veo desde que una cachondíssima Jane Fonda le exprima los gerblè a Robert Redford, en lo que se atisba como trote cuántico tras un "no molestar", que debe ser la frase más obvia después del "¿He sido yo?". A partir de ahí, la pareja se traslada a un modesto apartamento, él no para, siempre trajeado, intentando poner en pie una mínima firma de abogados; ella, simplemente, es feliz enseñando las piernas y haciendo como que es bohemia. Luego, la bronca.
Suerte que Neil Simon era un escritor dotadísimo para el cambio de registro imperceptible e introduce a las dos guindas del pastel, la gran Mildred Natwick, que se come la pantalla cada segundo que aparece y ese marciano flamboyant que siempre será Charles Boyer. Ella es la madre, que se preocupa por su hija, y él... bueno, él es Charles Boyer. La inversión de papeles se torna casi de efecto vampírico, y los carcamales flotan por los tejados con naturalidad, mientras los recién casados, sin saber muy bien por qué, prácticamente terminan pidiendo los papeles del divorcio.
Parece leve y olvidable, la típica película para que tu novia te de cuartelillo. El final, una vez más, destapa su verdadero valor. Ese momento impagable en el que un Robert Redford completamente borracho (y descalzo, cómo no) se da cuenta del valor de las buenas pequeñas cosas, y de cómo éstas se van para no volver si no se las cuida... Sí, como si a Marhuenda le diese por... No, mejor dejémoslo...
Saludos.

jueves, 3 de septiembre de 2015

Comida caducada



Hay quien recuerda SPLENDOR IN THE GRASS, sobre todo, como una gran historia de amor. No voy a ser yo quien contradiga dicho examen, pero sí puedo afirmar taxativamente que no estoy de acuerdo. El magistral (magistral, con todas las letras) guion de William Inge (y que fue el único oscar del film) da cuenta, progresiva e inexorablemente, de cómo todo muta con el paso del tiempo, y aún más, de cómo todo (los personajes, pero también el propio guion, que se va tornando cada vez más oscuro) va tomando conciencia de su propia naturaleza, para acabar aceptándola. Es, por tanto, un "alegre cuento pesimista", que de haber sido hecha en Europa algunos hubiesen calificado de "epopeya existencialista", y además confronta el mundo de esos jóvenes alocados, repletos de pajaritos y hormonas, con la dura realidad de sus vidas, toda vez que ésta les pide que se decidan a intervenir en lugar de quedarse embobados con su propia hermosura. Elia Kazan modula a su antojo los tonos de esta tormentosa historia de amor (sí, de amor), en la que ella es consciente de que su única oportunidad para casarse con el joven potentado es convencerle de que su castidad sólo responde al respeto mutuo; mientras tanto, él, guapo, rico, admirado, deseado, llega a la única conclusión posible:... ¿esperar?... Ufff, largo me lo fiáis...
Él era Warren Beatty, igual de inexpresivo que con Botox; ella, Natalie Wood, esa chica a la que todos nos hemos imaginado con menos ropa de la que solía llevar. Ambos son el soporte fundamental para esta historia que sigue soportando bastante bien el paso de los años; una historia que mezcla amor, odio, locura, celos, pasión y un arranque tan brutal como su extrañísimo, antológico y anticlimático desenlace, que está entre uno de mis diez finales favoritos para que te llamen cinéfilo... y con razón.
... No, no pueden decirme que aún no la han visto...
Saludos.

miércoles, 2 de septiembre de 2015

Comida a domicilio



A HATFUL OF RAIN, de 1957, fue una película que tuvo menos repercusión que la obra de teatro de Michael V. Gazzo a la que adaptaba, pero a la que se le nota (para bien) el toque de Alfred Hayes en el guion, pero sobre todo la solidez compositiva de ese Jeep Cherokee del séptimo arte que siempre será Don Fred Zinnemann. Y de nuevo hay que rascar en la superficie para encontrar caminos que pocas veces se transitan en el cine comercial actual, pero que ya entonces marcaba la notable diferencia entre un stage filmado y un cine mal llamado "de interiores", porque este no es el caso, y porque la premisa argumental (la adicción a la heroína) casi parece un vehículo formal para poder adentrarnos en un aspecto aún más oscuro y terrible: la desestructuración familiar bajo una apariencia normal. Esto está perfectamente narrado desde el magistral arranque, con la llegada del padre al hogar que comparten sus dos hijos y la mujer de uno de ellos. Nadie ha ido a recogerlo, uno porque trabaja repartiendo hostias en un puticlub disfrazado de bar, el otro porque siempre tiene una buena excusa para todo, y además es el favorito de su padre. Entre cervezas, asados y charlas insustanciales, el desmoronamiento de estas vidas va palpándose en las medias sonrisas, las ausencias constantes y una doble moral que les impide ver que se han idealizado a ellos mismos como una caricatura de lo que realmente son.
La película, ya digo, es realmente tremenda para la época, y además contaba con un elenco de máximas garantías. Don Murray, Lloyd Nolan, la maravillosa Eva Marie Saint y un Tony Franciosa que estuvo nominado a los oscar, en el que es su mejor papel, porque después todos sabemos a qué se dedicó. Si quieren dar un paseo por gigantescos bloques de apartamentos, garitos de jazz y cualquier cosa que huela a puerta trasera, esta es una oportunidad inmejorable.
Saludos.

martes, 1 de septiembre de 2015

La comida en el campo



Ahora, que para representar un seísmo, Hollywood tira de efectos digitales en los que se ven edificios derrumbándose y todo tipo de desastres, es ineludible aludir a los pequeños terremotos interiores, en los que se derrumbaban los valores de un sistema basado en la apariencia, y que se cobraba las víctimas más impensables. Era otro Hollywood, capaz de envolver odios latentes con brillantes siluetas; fragilidades endémicas con rostros impenetrables; y la represión sexual con litros de alcohol, que hacían las relaciones... menos animales. El cine americano tiende a elevar a sus personajes, en un acto digno de mitología, desde la mirada frontal y la humanidad terrenal, pero hay multitud de títulos (algunos más relevantes que otros) que buscan el efecto contrario, que es la apertura de rendijas en aquellos sólidos guiones, por los cuales puedan filtrarse los temores, debilidades y destinos de unos seres que se autodenominan como "humanos", por mucho que se haya blindado el endiosamiento o el artefacto. Uno ve, por ejemplo, PICNIC, la tórrida y explosiva película que Joshua Logan filmó hace ahora sesenta años, y encuentra rápidamente las conexiones con otros mundos que aparentemente no son colaterales. Pero sí, encuentra la perversidad de David Lynch más acusadamente que otras "obviedades" de baratillo; o al primerísimo Dogma de Vinterberg; o al Wong Kar-wai más arrebatado y enamorado de sus personajes. Estas transferencias, sean involuntarias o no, son las que provocan los verdaderos seísmos del celuloide, y lo hacen más eterno, eternamente renovable por transfusiones en corrientes alternas. PICNIC, la película en la que William Holden estaba más sexy que Kim Novak, fue como aquel Jarama ferlosiano, un tumulto al lado del agua, un deseo de confesión y escapatoria, pero sobre todo un trozo de pequeñas historias de pequeñas gentes, que quizá sólo quieren huir o establecerse, mentir o ser sinceros, amar o envidiar al amado. Un guion que no lo parece, por lo bien que fluye, y unos actores que parecen arrastrados por esa corriente, como si no pudieran hacer otra cosa más que dejarse llevar por los turbios efluvios de un día que podría haber sido otro día cualquiera... Y no lo es...
Cine, muchachos... Cine.
Saludos.

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!