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sábado, 2 de octubre de 2021

Sobre el jodido irreverente


 

Bueno, también se murió Antonio Gasset, porque todo el mundo se muere, que si no seguiría vivo y escupiendo su dominado desprecio sobre los que él consideraba "espectadores de saloncito". Gasset era un cinéfilo raro, que no quería hablar de películas, y prefería tomarse una copa de miradas furtivas. Y era un extraño cruce entre Pedro Erquicia y Harpo Marx. Y durante muchos años fue un referente de culto, marciano, en horario de máxima audiencia, mientras decía un par de frases más o menos ingeniosas y luego soltaba un escupitajo verbal, que quedaba resonando en aquellos hogares españoles de finales de los ochenta como un disparo en una película de Boetticher. Y Gasset también salió en alguna película de algún amigo, como ya sabemos que hizo con Zulueta, con el que coincidió haciendo una cosa muy rara en Super8 de Jaime Chávarri, que por entonces, a finales de los sesenta, andaba obsesionado con la posibilidad de rodar como Godard, solo que con más caspa y menos bagaje. Aquello se llamaba GINEBRA EN LOS INFIERNOS, y pretendía ser un triángulo amoroso, pero se quedaba en una chuchería entre estrafalaria y cuqui, aunque Gasset hacía de tímido innoble, y Zulueta se quitaba de encima a Mercedes Juste, que es la única que aún vive. Yo la vi hace un tiempo en "Márgenes", y la tenía olvidada; hoy me viene que ni pintada para hablar del penúltimo irreverente, que parece resonar aún un poco en nuestras conciencias, y en nuestros salones...
Saludos.

domingo, 25 de enero de 2009

Poligamias, polisemias

Film absolutamente insólito en el panorama español, EL DESENCANTO es el maquiavélico producto de Elías Querejeta, su particular y soterrada venganza contra un sistema (el franquista) y una forma de pensar castradora, cruel e irresponsable. Después de ver la mediocre trayectoria de Jaime Chávarri, creo que ni él hubiese soñado con realizar esta compleja y demoledora ópera prima.
EL DESENCANTO es una película rabiosa, que se revuelve contra todos y cada uno de los integrantes de la familia Panero, focalizadores absolutos de escupitajos verbales, recuerdos hirientes y complejos expuestos con toda su terrible verdad ¿Nos parece extraño que Felicidad Blanc aluda constantemente al régimen, a los poetas del régimen, a las curdas de su marido sufragadas por la incondicional sumisión al régimen? ¿Que Juan Luis, el hijo mayor, trate desesperadamente vivir ora de la patética imitación del padre (el poeta oficial), ora de un supuesto malditismo (lo que en Leopoldo María surge con espontaneidad)? ¿Que Michi, el hijo pequeño intente, sin lograrlo, dar cohesión a una familia desestructurada desde sus podridos cimientos? Sus confesiones en primera persona, hablando a cámara, son impresionantes; ningún actor podría derrochar tanta verité en tan poco tiempo. Y aún una última e inesperada carga de profundidad, la aparición de Leopoldo María. Es sabido que, si bien no se contaba con que éste participara en el rodaje, no es menos cierto que mucho de lo que Leopoldo Mª Panero arrojó al rostro, fundamentalmente de la madre, fue suprimido tanto por un Chávarri abrumado por las circunstancias como por un Querejeta un poco receloso de la viabilidad comercial de este documental.
Treinta y tantos años después, EL DESENCANTO es cine puro y necesario, quizás un poco ombliguista (problemas hay en todas las familias), pero con hallazgos absolutamente memorables, como el gran acierto de omitir en todo el metraje la figura física del padre (apenas una estatua tapada) o la tenacidad del equipo por arrancar esas esquirlas de realidad a unos personajes (personas) destrozados, arrojados a un infierno-maldición personal que acaba engulléndolos a todos; quizá sólo Leopoldo Mª, loco lúcido, sea capaz de prever la desgracia cuando categoriza sobre su internamiento en el manicomio de Mondragón mientras la madre lo escucha con la imperturbabilidad que sólo los cobardes poseen.
Imprescindible.
Saludos desencantados.
... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!