domingo, 31 de enero de 2021

Rincón del freak #441: El mono con la máquina de escribir


 

Me imagino a aquel joven Alfred Hichcock ante las infinitas posibilidades del montaje sonoro, pero con la incredulidad de los productores tras escuchar lo que estaba dispuesto a hacer junto a Alma Reville. Hay más ejemplos, pero uno de los más claros se encuentra en NUMBER SEVENTEEN, o cómo pasarse por el forro todas las convenciones acerca de hacer una película en 1932. Por un momento podríamos creer que estamos en un film de Buñuel, o adelantar casi 50 años al primer David Lynch, aunque es mejor explicarlo desde el principio. Un hombre persigue su sombrero en una ventisca, éste se para ante una destartalada casa abandonada, pero una luz en su interior le obliga a entrar por una puerta abierta, subir una quejumbrosa escalera y hacer un hallazgo insólito. Arriba hay un un hombre muerto y otro que jura no haberlo matado. Mientras departen, una chica cae desde una claraboya por la que gateaba. Después, cómo no, el muerto desaparece y llaman al timbre; extraño porque es medianoche, pero aún más lo son los tres individuos en el umbral, que dicen venir a alquilar la casa. Todos poseen unas tarjetas donde está la dirección, una franja horaria y un número en común: el 17. 
Podría ser un folletín más, adaptado de la obra original de Jefferson Farjeon, con sus equívocos, intrigas, malos chungos y damas dispuestas a ser rescatadas. En lugar de ello, Hitchcock tira de psicodelia (¡en 1932, insisto!), sincopa el montaje, roza el absurdo en los motivos de todos y cada uno de los personajes que se van amontonando tras la promesa de un carísimo collar de diamantes. Y por si fuera poco, detona el desenlace, haciéndolo saltar por los aires, en una inenarrable persecución que incluye maquetas de tren, maquetas de autobuses, maquetas de coches, maquetas de barcos y primeros planos de gente gritando... Mi recomendación, si no tienen los alucinógenos adecuados, es que la vean sobre las cuatro de la madrugada, el efecto es el mismo...
Saludos.

sábado, 30 de enero de 2021

El solitario


 

Cuando los caseros de Henry Darger accedieron a la pieza que aquel misterioso, silencioso y solitario hombre les había rentado por dos décadas, no podían dar crédito a lo que se encontraron. Darger no era más que un humilde limpiador, que apenas se relacionaba y del que sólo se conservan tres fotografías más bien poco reveladoras. Henry Darger murió en 1973 con 81 años, no tenía ningún familiar, ni tan siquiera algún amigo, pero aquel descubrimiento supuso una pequeña conmoción en el mundo del arte. Sí, porque Darger (ahora lo sabemos) tenía cientos de ilustraciones, y una mastodóntica y extrañísima novela de unas 15.000 páginas... Como lo oyen. Los expertos han coincidido en catalogar a Darger en el Art Brut, aunque tampoco logran ponerse de acuerdo ante una obra tan singular e inclasificable. La documentalista Jessica Yu puso imágenes a esta sorprendente historia, abundantemente trufada con los dibujos, entre lo naif y lo inquietante, del propio artista, y la narración parcial de IN THE REALMS OF THE UNREAL, esa inabarcable novela en la que Darger, que pasó casi toda su infancia en hospicios, abogaba por un mundo en el que los niños (llamados "Vivian girls") entablaban una eterna contienda contra los adultos, defendiéndose de todos los abusos cometidos por éstos. Efectivamente, ahora lo sabemos, y hay obras de Henry Darger subastadas por precios prohibitivos, pero entonces aquel hombre que limpiaba suelos de rodillas no anhelaba otra cosa que volver a su cuarto y ponerse a fantasear historias sobre una infancia que nunca existió.
Saludos. 

viernes, 29 de enero de 2021

Guardar la compostura


 

Reconozco no ser un apasionado del género musical, hecho éste que me causa una dificultad añadida a la hora de enfrentarme a obras que, además de pertenecer a dicho género, profesan la difícil intención de innovar, subvirtiendo los parámetros consignados en los grandes clásicos. En este sentido, Rob Marshall es un tipo que lo lleva intentando desde hace ya un par de décadas, con resultados desiguales; y caí en la cuenta de que en su momento se me pasó por alto INTO THE WOODS, de 2014, con el que el salto, más que doble, es triple. Digo desde ya, que el film no es un desastre, y sí un estimable ejercicio de "incorrección controlada", sobre todo teniendo en cuenta las muchas trabas argumentales que suele imponer la Disney, a cambio de un jugoso sostén económico. Estrenada originalmente como un musical, obra del gran Stephen Sondheim, partía de varios cuentos populares (concretamente de los hermanos Grimm), entrelazados entre sí, para construir un artefacto nuevo y autoconsciente, como si los autores de "Hansel y Gretel" hubiesen escrito una sitcom y le hubiesen puesto letra. Aquí conviven "Cenicienta", "Caperucita roja", "Rapunzel" y "Jack y las habichuelas", no como episodios, sino como excusa argumental integrada en una historia principal, la de un matrimonio de panaderos que se pone en manos de una bruja, desesperados por no poder tener hijos. La película funciona, los números musicales no se ven forzados, y el juego propuesto bascula entre la satisfacción de reconocer los clásicos y la sorpresa de mwzclarlos entre sí. Ahora bien, justo a la mitad, y tras una frenética primera parte, la película realiza ese inesperado "tercer salto", rebatiendo todo lo descrito anteriormente y permitiéndose su pequeña travesura. De cómo seamos capaces de aceptar este intrincado juego depende que veamos INTO THE WOODS como una genialidad o una tontería con ínfulas; no me parece ni lo uno ni lo otro, y sí una película irregular en su osadía, que podría haber abierto un camino estimulante para un género normalmente impertérrito. Lo mejor, cómo no, Meryl Streep, Anna Kendrick, Emily Blunt y un sorprendente James Corden. Del lobo feroz ideado por Johnny Depp, prefiero que saquen sus propias conclusiones...
Saludos.

jueves, 28 de enero de 2021

El cuento más hermoso


 

El cuento dice que hubo tres hombres que iban a atracar un banco, y que antes, muy ufanos ellos, se burlaron del sheriff, hasta que vieron la placa. El sheriff tenía un nombre como para reírse, pero era terco como nadie, y después del atraco persiguió a estos tres hombres por un desierto inacabable. Y los tres hombres (Robert, William y Pedro) se quedaban sin agua, y uno de ellos renqueaba por un balazo en el brazo. Y vagaron, con más fe que convicción, sabiendo que si paraban, el sheriff con el nombre gracioso les atraparía y pondría entre rejas. Y entonces, de la nada, apareció un carromato junto a un pozo, y pensaron que habría agua, pero el insensato que usó dinamita lo dejó inservible antes de huir... abandonando a su mujer a punto de dar a luz...
Y esto es 3 GODFATHERS, un cuento de Navidad bajo un sol abrasador. Una lección moral sin moralina, y una hermosa historia acerca de cómo incluso los que creemos malos también pueden hacer cosas prodigiosas. Como hacerse cargo de un bebé, alimentarlo, cuidarlo hasta dar la vida por él. Porque así se lo juraron a la madre, y porque a partir de ese momento no importaba nada, ni el dinero robado, ni el sheriff con el nombre gracioso. Nada, excepto un manual para cuidar bebés y unas latas de leche condensada...
Maravillosa. Si no lloran con esta obra maestra no tienen nada ahí latiendo...
Saludos.

miércoles, 27 de enero de 2021

Radiografía exterior


 

Vayamos con la tercera temporada de FARGO, que por motivos puramente agendísticos se me ha demorado más de tres años, aunque nunca es tarde... Y tengo sentimientos encontrados respecto a esta temporada, que en su tarea descriptiva es memorable, pero deja la sensación de no saber atar tantísimos cabos sueltos; o lo que es peor: pecar de exceso de confianza en que, de una forma u otra, esa "conspicuidad" inherente a la franquicia le sacará de cuanto apuro surja. Y algo así tiñe cada decisión tomada por Noah Hawley para esta T3, conformando el tejido mismo de un relato que, incomprensiblemente, parece desdeñar la excelencia, a la que roza durante gran parte de sus primeros episodios. Esta temporada es endiabladamente, conscientemente compleja, comenzando por una apertura cuyo único nexo es puramente "espiritual", abrazando un derribo de la cuarta pared en clave beatífica, o permitiéndose el lujo de un cierre que más que quedar en el aire se adivina tan etéreo como su principal protagonista. Lo que aprovecho para romper una lanza en favor de un reparto arriesgado y controvertido, pero nunca casual. Ewan McGregor trenza un trabajo colosal y muy matizado, al interpretar a dos hermanos gemelos aparentemente diferentes, pero que terminan revelándose con más puntos en común de lo que creían. Carrie Coon es el elemento más reconocible respecto a ese probable "universo Fargo", aunque su mujer policía es menos ingenua y más analítica. Mary Elizabeth Winstead comienza en los márgenes y termina prácticamente acaparando gran parte del protagonismo. Y Michael Stuhlbarg (otro ilustre "coeniano") se luce como el muy sufrido mano derecha del "hermano ganador" (¿he dicho que el otro es un perdedor?). Aunque deberíamos hacer un punto y aparte sobre el trabajo del británico David Thewlis, porque V. M. Varga queda en la retina mucho tiempo después de acabar la serie, suscitando infinidad de preguntas y apenas otorgando vagas certezas. Casi más un fantasma que una persona, Varga es un destructor de personalidades débiles, un embaucador y un contador de historias, que no deja de analizar a su alrededor mientras hipnotiza a la víctima con su anestésico relato. Así, el empeño de Hawley es inalcanzable, y posiblemente hubiese necesitado tres temporadas para sólo ésta, y la sensación, insisto, es la de que las ideas estaban ahí, van surgiendo poco a poco, todo va encajando a la perfección, pero el remate parece precipitado y demasiado convencional para lo prometido en diez episodios trufados de multitud de referencias. Hay una presentación con "Pedro y el lobo", una historia deudora de WALL·E, e incluso guiños a los Coen (esa bolera...), por lo que hubiesen faltado más historias de Varga y menos tiros. Y aun así, puede que estemos ante gran temporada... o no...
Saludos.

martes, 26 de enero de 2021

Por un puñado de monedas


 

¿Calderilla o pastón? He ahí el dilema. 30 MONEDAS ha sido el gran acontecimiento de las series españolas, y su eco reverberará durante algún tiempo, por mucho que Álex de la Iglesia no invente nada que no haya hecho otro antes, y mucho menos que no haya hecho él. Concebida a modo de EL DÍA DE LA BESTIA expandida, el director vasco no engaña a nadie, porque su estilo es su estilo, y normalmente suele hacer el cine que a él le gusta hacer. Además, por lo visto, conecta con el público y no queda en una sesión malsana para frikis; a lo mejor todos llevamos dentro un disfrutón palomitero, y este señor nos saca de dentro el chaval que no se preocupaba de cosas tan sobrevaloradas como la verosimilitud o la coherencia narrativa. Es así. 30 MONEDAS tiene momentos espléndidos, cruzando a Berlanga con Joe Dante, a Miura con Stephen King; costumbrismo encriptado en una narración demencial, el anticristo de visita en un pueblecito de Segovia, o Eduard Fernández (con demasiadas prótesis) pidiendo un cuarto de jamón de York mientras narra el plan divino tras la estocada de Longinos y la traición de Judas. A lo largo de sus ocho episodios, el guion se dispersa, resurge, impacta, aburre... Todo en pos de lo que más le importa a de la Iglesia, que es el espectáculo. Queda meridianamente claro en el primer episodio, que ya podría haber dado para un largo, donde destaca el epatante retrato del padre Vergara, mientras sacude un saco de boxeo, aunque, insisto, las intenciones son otras. Las intenciones son traer por los pelos a los improvisados héroe y heroína, el alelado alcalde (Miguel Ángel Silvestre) y una veterinaria (Megan Montaner, en el papel más incomprensible que uno pueda imaginar). A de la Iglesia no le basta con crear misterio e incertidumbre, sino que te sacará una araña gigante, y no le preguntes por qué, porque aquí viajas de Segovia a Israel o a París, aunque sólo sea para justificar gastos, que la HBO es generosa con los generosos. Es decir, que como espectáculo pirotécnico cumple pero es previsible; mientras que Jorge Guerricaechevarría pugna por dar lustre a algunos diálogos descacharrantes, los que aflorarían si CRÓNICAS DE UN PUEBLO se diera de bruces con EL EXORCISTA. Lo mejor, no hay duda, es el trabajo de algunos actores, porque Fernández está muy bien, pero también su antagonista, un inquietante Manolo Solo. Lo peor, aparte de la pirotecnia, es la arbitrariedad del desarrollo, desconcertante y tendente al despiste involuntario... Ah, y el melodrama de Macarena Gómez, claro...
Se me olvidaba. Absolutamente magistral la cabecera, a ritmo de una maravillosa partitura a golpe de marcha cofrade, obra de Roque Baños.
Saludos.

lunes, 25 de enero de 2021

8M3


 

La T3 de THE HANDMAID'S TALE confirma lo que se apuntaba al final de la T2: de eternizarse, este relato corría el peligro de entrar en el peor tipo de banalidad, el que curiosamente proviene de lo extraordinario. No es que la causalidad se vea forzada, porque todo lo que aquí ocurre está bien hilado y más que justificado... pero ya lo habíamos visto antes. El final de la T2 daba pie a una interesante continuación, proveniente de las posibles represalias hacia June/Offred, tras quedar atrás en la huida final. Ese "sacrificio" retumba ya en cada episodio, mostrando una Elisabeth Moss con cara de perpetuo mosqueo, resignada por una parte, a punto de explotar por otra. Estos 13 episodios (demasiados, ya, para lo que se cuenta) son los más excesivos, intentando poner en pie la difícil misión del derrumbe interno de Gilead, al tiempo que la protagonista se va salvando milagrosamente de que la ejecuten. Es decir, que hace falta algo más que una intachable factura técnica para superar lo ya hecho, y que probablemente esto (y lo que presumiblemente ha de seguir) queda fuera del radar de la obra de Margaret Atwood, y queda inscrito en el lucrativo índice de las franquicias.
Se puede ver, pero ya no aporta tanto.
Saludos.

domingo, 24 de enero de 2021

Rincón del freak #440: ¡Quiero esa cámara!


 

ALIEN ABDUCTION es a la sutileza lo que el chorizo a los macarrones. En realidad no tiene mucha importancia, se trata de una pequeña producción que se intuye hecha por cuatro amiguetes, aunque tiene algunas ideas interesantes que, incomprensiblemente, se van desechando a medida que le vamos pillando el truco. Una familia se va al campo de excursión, se pierden, llegan a un túnel donde hay coches vacíos, abiertos y con los cinturones de seguridad arrancados; y antes, mientras dormitan en sus tiendas de campaña, ven unos ovnis en el cielo. Luego pasan cosas, hay luces cegadoras, extraterrestres de los de toda la vida, persecuciones, gente escondiéndose de la amenaza interplanetaria... En fin... Pero el punto fuerte no es ése, sino que al ser un presunto found footage, hay que justificar el uso de la cámara, que es constante. Esto es así porque la lleva el hijo menor, que suponemos que es autista, aunque yo lo veo muy normal. La cámara no sólo enfoca hasta cuando están masacrando gente, sino que tiene una batería que debe haber sido forjada en los hornos de Asgard por el mismísimo Eitri... porque no se acaba nunca. La guinda (no puedo resistirme, porque sé que a nadie le va a dar por ver esta nadería) ocurre al final, con el presunto autista abducido y la cámara todopoderosa arrebatada por un extraterrestrial de ojos almendrados, que no le encuentra utilidad al cacharro y lo tira por el desagüe de la nave. Bien, pues con esa caída de kilómetros desde la estratosfera (filmada a lo loco, cómo no), la camarita pega un zurriagazo de impresión, la lente se resquebraja y, adivinen... ¡Sigue filmando!... Una maravilla de la tecnología, señores...
Saludos.

sábado, 23 de enero de 2021

Los amores imaginarios


 

LA FLAQUEZA DEL BOLCHEVIQUE fue la primera película que llamó la atención sobre el talento para pervertir lo cotidiano de Manuel Martín Cuenca. Basada en la novela homónima de Lorenzo Silva, este relato de soledades (más que de amores) se bifurca entre la rutinaria vida de su protagonista, un ejecutivo de inversiones que parece no poder despegarse del origen proletario de su familia, y el rocambolesco asunto que le lleva a quedar fascinado por María, una chica bien de sólo quince años. En este material tan inflamable (tanto que su verosimilitud pende siempre de un hilo), el director almeriense propone una mirada insobornablemente íntima a este personaje indescifrable, entre el hastío, el desprecio y la conmiseración por una vida que le es ajena, y el impacto que le supone tener enfrente a su única réplica posible. Sea por simple encoñamiento, o por un sentimento demasiado puro para ser creíble, lo que comienza siendo una venganza, o una broma que va demasiado lejos, es visible en tantos otros relatos sobre amores imposibles. Mientras eso dura, los momentos compartidos por un contenido Luis Tosar y una jovencísima María Valverde son de gran altura cinematográfica, al menos mientras desciframos, con morosidad infinita, la verdadera razón por la que un hombre puede perder la cabeza, o incluso recuperarla. Le reprocho, no obstante, el abrupto y convencional desenlace (que no sé si es el mismo que en la novela), cuando la historia daba para algo más retorcido e inesperado.
Buena película, en todo caso, de un narrador impecable.
Saludos.

viernes, 22 de enero de 2021

Los 5000 nombres


 

Corría 1969, y Estados Unidos era un clamor por la vergüenza de la guerra de Vietnam. El año de la libertad era el año de las protestas, el año del amor se teñía de sangre. También fue el año en el que salió elegido Nixon, y en el que el barro manchaba las canciones. THE TRIAL OF THE CHICAGO 7 da cuenta de todo esto, y lo hace desde el juicio al que fueron sometidos un grupo de activistas, que un año antes habían organizado la llamada "Convención Nacional Demócrata", y que desembocó en unos gravísimos altercados, con cientos de heridos y un policía muerto, por el que se juzgó (créanlo o no, en el mismo juicio) al Pantera Negra Bobby Seale. A Seale llegaron a mordazarlo, y se le negó el derecho a un abogado, ya que el suyo se encontraba convaleciente. El juez Julius Hoffmann era un conservador de la vieja escuela, designado a dedo para tal desempeño. Y el film de Aaron Sorkin, apresado entre la obligación de levantar acta, militar del lado de los justos y no ralentizar las más de dos horas de película, adolece de lo que suele hacerlo el trabajo en la dirección de un guionista, aunque sea uno de los más brillantes de las últimas décadas. Sorkin se apoya inteligentemente en un puñado de excelentes interpretaciones, entre las que destacan Sacha Baron Cohen, Mark Rylance, Frank Langella y Joseph Gordon-Levitt, y les regala algunas escenas de gran potencia, con la dificultad añadida de distribuir adecuadamente la coralidad, sin hacernos perder el hilo, lo que sobrevuela el titubeante arranque, pero luego bien manejado por el director, que nunca renuncia a su habitual acicez verbal y un corrosivo sentido del humor. Todo bien hasta la escena final, con un Eddie Redmayne enunciando los nombres de los caídos en Vietnam, mientras el crescendo de la música de Daniel Pemberton pulveriza el estupendo tono de la película y nos deriva hacia algo peor que el panfleto: la sensiblería panfletaria. El montante, no obstante, es más que notable; un artefacto menos circunspecto de lo que cabría esperar, y que termina como un más que digno producto de Netflix, que no es poco tampoco...
Saludos.

jueves, 21 de enero de 2021

Mao Mao


 

Más allá de las imágenes, combativas, incómodas, fuera de cualquier contexto socio-temporal, lo que late en LA CHINOISE es la duda, la puesta en duda a partir de la invalidez de cualquier vigencia. Los estudiantes no se acomodan, y en su pequeño piso idean revoluciones, asaltos, atentados; un poco más tarde, un profesor universitario, antiguo represaliado por posicionarse en favor de la independencia de Argelia, rebate a una estudiante, o mejor, la pone frente a su propias ideas, y le enseña el callejón sin salida: no puede haber revolución sin renuncia. LA CHINOISE es puro Godard, una idea hecha cine, un concepto horadado, maleado, desfondado hasta sus últimas consecuencias. Lo más lejos que un artista puede estar del panfleto, o la única fórmula válida para exigir un cambio desde las barricadas culturales o la exégesis del pensamiento moderno. En mi opinión, sobre todo, es un contrato antimoderno sobre la modernidad, y una lúcida exposición de las hermosas mentiras que tejen nuestra sociedad desde hace tanto tiempo; sin lágrimas, sin risas, sin pena ni alegría. Godard, Godard y Godard...
Saludos.

miércoles, 20 de enero de 2021

El espejo roto #21


 

Media todo un mundo entre el primer episodio de BLACK MIRROR (aquel inolvidable The National Anthem) y el último emitido hasta la fecha, titulado "Rachel, Jack and Ashley Too". Un mundo en todos los sentidos, tanto en riesgo, inventiva e intenciones. Y es curioso, porque este dudoso cierre a la T5 parece definir, supongo que involuntariamente, una deriva que, en mi opinión, daría el tiro de gracia a la serie. No es sólo la blandura del mismo, rozandoel episodio de cadena juvenil; y ni siquiera el aprovechamiento de contar con una gran estrella mediática como Miley Cyrus. El problema es, ni más ni menos, de autoexigencia, de no abandonarse en fórmulas ya utilizadas, de temer el patinazo. Este episodio es simpático, y lo digo de modo conscientemente peyorativo; una de aquellas bobaliconas comediasde mediados de los ochenta, en los que el atolondramiento es mezclado con algo de tecnología punta, un poco de rebeldía de andar por casa, y, para que no nos falte de ná, una persecución final, con coche policial persiguiendo un cacharro estrafalario, que curiosamente corre más pese a estar conducido por una adolescente sin carnet. Y hay un punto, a mitad del episodio, que habría dado más juego si Brooker hubiese optado por la vertiente chunga, pero hasta el muñequito virtual acaba por ser insoportable, aunque al menos podemos oír la voz de fumadora de Ducados de la Cyrus, que a estas alturas ya tiene difícil reciclaje...
Incómodo episodio. Mal episodio. Prescindible episodio.
Saludos.

martes, 19 de enero de 2021

El viaje de la Sirenita


 

A través de unos paisajes impersonales, en la Florida de los pantanos y los parques acuáticos, de los moteles y restaurantes de marisco, Amy Seimetz construye su primera obra como directora, SUN DON'T SHINE, concisa y enigmática road movie apoyada fundamentalmente en el trabajo de su pareja protagonista. Kate Lyn Sheil y Kentucker Audley acaparan la totalidad de este viaje a ninguna parte, en el que es más importante la transmisión de inquietud e inseguridad que la tentación de desvelar en qué demonios andan metidos esos dos. Y aun así, el secreto no es tal, porque ambos huyen para desembarazarse de lo que tienen en el maletero; entre medias, Seimetz va trazando dos personalidades que parecen más refractarias a medida que las vamos desentrañando. Ella, emocional y de pocas luces, parece ajena al problema que han de resolver, y que a él le ocupa todo el tiempo; para ella una especie de vacaciones sin retorno, para él lo mismo pero sin vacaciones. El film se abre con rotundidad física, con la pareja peleando, revolcándose, sólo para reconciliarse vagamente; y mientras él intenta poner en orden un plan no del todo infalible, ella se emboba con los carteles que anuncian espectáculos submarinos con sirenas. Thriller con alma de mumblecore, y realizada presumiblemente con cuatro duros y el apoyo de muchos amigos, es una de esas pequeñas películas que muy pocos verán, pero que tan refrescantes resultan cuando otros se preocupan por cuadrar presupuestos no del todo justificados.
Muy interesante debut.
Saludos.

lunes, 18 de enero de 2021

Más allá de los géneros


 

Qué estimulante resulta redescubrir una película como WHILE THE CITY SLEEPS, aquel film en el que Fritz Lang, aposentado en su larguísima trayectoria (hablamos de 1956), jugueteaba con la absoluta subversión de los géneros, curiosamente desde un aparente estilo artesanal. Puede que para demostrar la prevalencia de la mirada del autor, lo cierto es que estamos ante un film rabiosamente moderno, rompedor, al que no le importa lo más mínimo descubrir al asesino en los primeros fotogramas (la autorreferencia a M es palmaria), para abandonarlo durante la práctica totalidad del metraje, y apenas rescatarlo para un desenlace tan genial como inesperado. Y es que esta película va de otra cosa. Por mucho que el cartel publicitario distrajese con el "asesino del pintalabios", lo que de verdad importa es la destructiva y muy shakesperiana tormenta destada tras la repentina muerte del magnate de un grupo de ámbito periodístico, de complicado equilibrio. El hijo y heredero es un vividor que no tiene ni puñetera idea de llevar un periódico; el director es un veterano padre de familia; el responsable de las noticias un arribista sin escrúpulos; y el director de la parte gráfica pretende acceder al puesto básicamente porque se acuesta con la mujer del nuevo jefe... Todos lo ambicionan, y todos se lanzan cuchilladas, aunque el favorito del difunto era un simple redactor, poco ambicioso, algo bebedor, y que aspira poco más que a casarse con una secretaria de la redacción. Y todo ese ambiente está maravillosamente retratado por Lang, con un ritmo que no da tregua, entre pullas cainitas, cuernos prácticamente consentidos y ese asesino reconvertido casi en McGuffin, incluso como mero instrumento para lograr el codiciado premio para quien descubra su identidad. 
Otro punto fuerte es su elenco, impresionante. Dana Andrews, Vincent Price, Thomas Mitchell, George Sanders, Ida Lupino o Rhonda Fleming, que componen un corolario multicolor de caracteres, contradicciones y multitud de dobles sentidos, verbigracia del eléctrico y sucio guion de Casey Robinson, aquel hombre del renacimiento que apodaban "maestro de la adaptación".
No se hacen películas así, precisamente cuando deberían hacerse así...
Saludos.

domingo, 17 de enero de 2021

Rincón del freak #439: El repelente niño Vicente contra Vicks Vaporub


 

Debe ser una tentación demasiado grande, para una major, no aspirar a ocupar un lugar, el de las adaptaciones juveniles, actualmente desierto tras la conclusión de las andanzas de cierto mago. Así las cosas, es como poco sintomático asistir al continuo despeñamiento de estos remedos formularios, primero (aunque menos) en las páginas, pero irremediablemente al ser llevadas a la pantalla. Uno de los últimos delirios de la Disney se titula ARTEMIS FOWL, y llega con la intención de quedarse, pero bien haría la factoría del ratón en olvidarse cuanto antes del asunto y ponerse con otras cosas. Casi todo es un desastre en este batiburrillo que mezcla, sin ton ni son, magia, niños, antigüedades, gente que vive en castillos y una confianza ciega en que el CGI hará el trabajo del piloto automático de un Kenneth Branagh imposible de reconocer entre tanta impersonalidad. Me ahorro el esfuerzo de contar nada de esta cosa, no vaya a ser que les dé por verla. Apenas tres cosas: No se entiende nada. El que escogió al niño debería ser azotado (y al niño también). Alguien, en algún momento de enajenación, podría pensar que un villano puede ser un tipo, encapuchado y con catarro, cuyo temible poder consiste en deambular por una fábrica de rodamientos, mientras una luz verde proveniente de un tarro (ver título) le suaviza las amígdalas...
... aquí debería venir una onomatopeya destructiva...
Saludos.

sábado, 16 de enero de 2021

En cuerpo y alma


 

SOUL, la última propuesta de Pixar, parece (nunca mejor dicho) haber encontrado la nota correcta, la que armoniza todas las partes de un conjunto. La pena es que podría haber sido mucho mejor, porque la misión de SOUL no es otra que la de aplicar y refinar la misma fórmula que ya encontrábamos, por ejemplo, en INSIDE OUT, solo que con menos agudeza e ingenio. Éste se encuentra en sus maravillosos primeros veinte minutos, en los que Pete Docter nos traslada a la magia que hacía de UP una obra maestra del cine mudo, con el añadido de que el jazz será el hilo conductor de esta parábola sobre la conveniencia de perseguir nuestros sueños y propósitos, desde la perspectiva de quien ya no puede realizarlos... ¿o sí? SOUL tiene menos jazz del que debería, y acaba rindiéndose demasiado pronto a un convencionalismo que agrada y conforta, pero no tiene nada que ver con lo que habría podido ser de haberse quedado en un relato más terrenal, en lugar de orgasmar nuestras retinas con ese "más allá", a partir del cual se desata el carrusel de virguerías visuales. Tan sólo por eso merece la pena ver SOUL, que no llega al nivel de las verdaderamente grandes, pero no es un desastre ni mucho menos. Si acaso, una agradable velada de Jueves por la noche, aunque el jazz pugne por salir del standard...
Saludos.

viernes, 15 de enero de 2021

Los límites del espectador


 

Hay películas que delimitan su propia crueldad respecto a quien la ve en ese momento. Artefactos que parecen regodearse en su circunstancia, incluso a sabiendas de que es incomprendida, chusqueando mínimos hallazgos entre toneladas de ignominia. Un claro ejemplo de esto es MUTE, el film que dirigió Duncan Jones en 2018, y que probablemente era la peor clase de película para hacer después del desastre de WARCRAFT. Y es que estamos ante una película "incómoda de ver", o desacomodada, o lo que algún crítico con más criterio que yo llamaría un insulto a la inteligencia del espectador. Yo no diría tanto, y sí que debía haber un buen guion tras un resultado final al que le sobra ímpetu y le falta cohesión y coherencia. De hecho, una cosa es el guion y otra el montaje, y ambas dos parecen ir cada una a su aire. A Jones se le ocurrió contar la peripecia de un niño amish que pierde la capacidad de hablar cuando la hélice de una barcaza le secciona las cuerdas vocales, por lo que queda mudo. Por si a alguien le cabía alguna duda (a mí, desde luego, todas), el chico crece en un año 2056, y lleva una austera vida con la única alegría de una chica de pelo azul. El problema viene cuando muestras un plano general: una ciudad de noche. Edificios iluminados. Carteles que son pantallas. Coches voladores... Ajá. No hace falta más. Ese instante es suficientemente elocuente para dejar de ver MUTE y soltar sapos y culebras. Y no culparía a quien lo hiciera. Estamos ante una película que sabe lo que quiere contar, pero no cómo contarlo; y en mitad de demasiadas referencias sospechosas, se cuelan algunas cosas que habrían funcionado mejor en otra parte, como si el guion principal tuviese añadidos, unos parches que terminan siendo mejores que el resto, pero a los que hay que llegar con una paciencia y dedicación infinitas, desde la granítica interpretación de Alexander Skarsgard hasta unos sentimientos que no terminan de sentirse del todo reales. 
Lo mejor, y muy curiosamente, es esa subtrama estupendamente interpretada por Paul Rudd y Justin Theroux, que va creciendo a medida que ya nos hemos olvidado de qué diablos iba de verdad la película. Eso y una maravillosa partitura del gran Clint Mansell. 
Extraña y desquiciante, y sólo para paciencias muy entrenadas.
Saludos.

jueves, 14 de enero de 2021

La sinrazón produce monstruos


 

THE BROOD es una película que mi recuerdo mantenía frágilmente velada, tras algún temprano visionado, que si no me equivoco pertenecerían a "Mis terrores favoritos" o "Noche de lobos". No la he vuelto a ver hasta ahora, y la sensación es la de un film que ha envejecido dignamente, al tiempo que confirmaba el arranque de la época más reconocida y reconocible de David Cronenberg, justo cuando demostraba tener verdadero control sobre su trabajo. Rebautizada aquí con el incomprensible título de CROMOSOMA 3, me parece una película a la que hay que tratar con paciencia, distando mucho su primera parte, en la que resulta complicado discernir qué diantres nos están contando, y la segunda, repleta de emociones fuertes y con un desenlace, como poco atrevido. Pero así se las gasta Cronenberg, raspando en las superficies que otros ni siquiera se atreven a surcar, para obtener un cuento de terror que combina lo físico con lo metafísico, partiendo del extravagante doctor Raglen (Oliver Reed), cuyas terapias extremas hacen aflorar, desde lo mental, cambios palpables en sus pacientes. Y de todos ellos, una es su favorita (una inquietante Samantha Eggar), a la que mantiene prácticamente recluida, sin que nadie pueda verla, lo que desata la ira del marido, que ha de hacerse cargo de su pequeña hija. A partir de ahí, unos extraños acontecimientos, y unas aún más extrañas muertes, ponen sobre aviso a este hombre, que teme perder, además de su esposa, a su hija. Con buen pulso, Cronenberg induce y conduce este relato de horror, a veces complicado de dotar de verosimilitud, pero con estupendos efectos especiales y algunos momentos de inquietud, casi todos provenientes de las escenas con niños, tan chocantes que me atrevo a afirmar que hoy día estarían directamente prohibidas.
Recomendable si, como es mi caso, llevan tiempo sin verla.
Saludos.

miércoles, 13 de enero de 2021

El espejo roto #20


 

"Smithereens" es el segundo episodio de la T5 de BLACK MIRROR. Un episodio cuya relación con las distopías tecnológicas es más bien tangencial, centrando todos sus esfuerzos en la tensión acumulativa más propia de un thriller al uso, y más concretamente el que proviene de un secuestro, y por lo tanto una situación que deriva hacia lo limítrofe ¿Bien? ¿Mal? Hay algo que no termina de funcionar en este episodio, bien sea porque todas sus partes no cuajan (aun disponiendo de 70 minutos), porque no termina de quedar clara la intención de su protagonista (un Andrew Scott, cuya interpretación es lo mejor de lejos), o porque la supuesta denuncia a la omnisciencia de las redes sociales es más bien floja y poco comprometida. Dirige James Hawes, un clásico de la televisión británica, y como punto exótico está la música de Ryuichi Sakamoto, que tampoco es que aporte nada especial. En definitiva, un intento bastante fallido de hibridación entre los films de secuestros y las soledades a las que nos abocan dichas RRSS, y que a lo mejor alguien retoma con más tiempo, talento e ideas. Mientras tanto, estoy seguro de que seguirán dando likes a cosas que ni siquiera existen...
Saludos.

martes, 12 de enero de 2021

¿Qué es el amor?


 

Es curioso que una de las películas que mejor ha definido eso tan indefinible del amor sea, al fin y al cabo, una historia de fantasmas. O al revés, porque más parece que THE GHOST AND Mrs. MUIR reproduzca el típico relato, veladamente gótico, en el que los espectros introducen el elemento desestabilizador, tanto dramática como, en este caso, apuntando a la comedia romántica. Con mucha más profundidad y mala baba de la que cabría esperar, el tiempo la ha colocado como una de las grandes obras maestras de Mankiewicz; y, en preciosa analogía, como una historia capaz de resistir el paso del tiempo, para renovarse constantemente. No hay un solo subterfugio en el maravilloso guion de Philip Dunne, que adaptaba la novela de R.A. Dick, comenzando por el seudónimo mismo (en realidad, se trataba de Josephine Leslie), que compone uno de los puntos fuertes de la historia. No sé por dónde empezar, porque todo es excelso; la extraordinaria química entre Rex Harrison y Gene Tierney, que van construyendo sigilosamente una hermosísima y muy honesta historia de amor, de esas que sólo pueden serlo por lo improbable, entre una joven viuda que huye de su opresiva familia política y el hosco y socarrón lobo de mar, que termina por revelar una personalidad mucho más rica y sensible que la representada desde su condición, claro está, de fantasma. Un fantasma que empieza a cogerle (y quién no) un cariño que se intuye más humano que si dispusiera de un cuerpo terrenal, aunque me niego a pensar que el capitán Gregg no fuese así ya antes de fallecer. Esto queda reforzado por la aparición del personaje interpretado por George Sanders, un escritorzuelo infantil, que enreda a la incauta a raíz de la presentación de ésta del manuscrito que el capitán ha ido dictándole, a modo de legado. A lomos de la fabulosa e hipnótica partitura de Bernard Herrmann, el film se torna anguloso, agridulce, habitando todos los registros posibles, pero yendo hacia esa única dirección que no se esconde en ningún momento: la historia de amor más allá incluso de la vida.
Obra maestra absoluta.
Saludos.

lunes, 11 de enero de 2021

Coincidencias malavenidas


 

Una de las lecturas más preclaras y provechosas del western dice: caerán, pero permanecerán. La historia, el cuento, la leyenda, son los dogmas que han construido el género por antonomasia, tanto por tener tanto de invención como de sabiduría. Hace unos nueve años, me refería aquí a un film soberbio y sorprendente a partes iguales; lo firmaba Antonio Campos y atendía al título de SIMON KILLER. Y aquella película, que ni parecía grande ni pequeña, contenía buena parte de las claves del western, por mucho que se desarrollara en Europa y en el presente. Nueve años después, Campos dirige THE DEVIL ALL THE TIME, que a simple vista parece más western, pero se empeña en descabezar todos y cada uno de los "conceptos" antes mencionados. Una película violenta que acaba con un gran bostezo, y no me invento nada; o una amalgama de atrocidades, tan superpuestas que terminan por insensibilizar a cualquiera. No he leído la novela de Donald Roy Pollock, que tan buena prensa tiene, pero su juego (el de la película al menos) consta del equilibrio imposible entre los Coen y Cormac McCarthy. Y alguno dirá: "los Coen adaptaron a McCarthy"...
Aquí debe acabar mi reseña.
Buen reparto desaprovechado, y buen guion montado a trompicones, como con miedo a mostrar algún sentimiento que no sea un tiro a bocajarro.
Saludos.

domingo, 10 de enero de 2021

Rincón del freak #438: Sujétame el cubata...


 

Oiga, que tenemos un guion. Se parece un poco a un episodio de "Cuentos asombrosos", y otra miaja al de "En los límites de la realidad". El del bicho en el avión. Y tenemos a la Moretz vestida de aviadora, que se parece un montón a Ingrid Bergman. Y lo va a hacer una señorita que es neozelandesa, pero también china... un lío. Lo mejor va a ser que ella, la protagonista, va a tener que escuchar todo tipo de insultos machistas desde la cabinita esa desde donde se dispara, aunque es 1943 y no sé si el concepto "machista" estaba aceptado como tal. Pero la chica se rebela, le echa cojo... digo ovarios al asunto, y se enfrenta a todo el mundo, a los machistas, a los cazas japoneses, a los murciélagos rompeaviones (gremlins les llaman) y hasta a un señor de Villaescusa de Ebro que pasaba por allí. Y es curioso, porque la peli, cuyo título, por cierto, es SHADOW IN THE CLOUD, está hecha muy rara, con casi la mitad del metraje con la sola presencia de la Moretz, y la otra en plan "no sé qué poner, así que me lo invento". Por un momento no sabes exactamente qué estás viendo, si una peli de guerra, de terror o una tomadura de pelo. El problema, una vez más, es que te la dan con queso, lo sabes, y hasta te gusta, porque pasa uno 80 minutitos entretenidos y pensando en el carbón dulce...
Saludos.

sábado, 9 de enero de 2021

Mala hierba


 

WE NEED TO TALK ABOUT KEVIN es una de esas películas a las que, por razones no del todo comprensibles, perdí la pista en su momento (es de 2011), y no reparé en ello hasta hace muy poco. Cierto que oí hablar (y muy bien) de ella, y debo decir que aún estoy digeriéndola, para lo que recomiendo algún digestivo potente. Y no por la calidad, sino por la variedad de ingredientes que componen este desorbitado cuento de terror cubista, a medio camino de David Lynch y Luca Guadagnino, aunque con un toque extra y diferencial, a veces excesivo y otras casi minimalista. Esta es una película sobre la maternidad, y sobre el vampirismo de los hijos; exagerada, radical, pero no por ello menos honesta al no dejar que el foco recaiga en una sola dirección. Lynne Ramsay adapta la célebre novela de la escritora Lionel Shriver, recogiendo todo el exorcismo vital de una mujer, Eva, que es madre demasiado tarde y sin pretenderlo demasiado, aunque eso no sea más que la punta del iceberg de una deriva vital que se abre con un bebé que no cesa de llorar, un niño que es incapaz de controlar su esfínter, y un adolescente de mirada turbia y sonrisa negra. Es casi mejor adelantar lo mínimo de este desasosegante reto, por lo insólitamente antimaternal o por sus formas ásperas, rugosas, envueltas en los rasgueos de Jonny Greenwood y el celofán de Seamus McGarvey. En fin, ver a Tilda Swinton pasar del terror al desvalimiento o a la incomprensión con apenas un par de gestos.
De hecho, ni siquiera sé si recomendarla, porque pueden pasar un rato no muy agradable.
Saludos.

viernes, 8 de enero de 2021

Ayuden a la tercera edad


 

THE DARK AND THE WICKED es la última película de Bryan Bertino, uno de esos directores que tienen difícil explicación en una industria que es incapaz de definir si lo suyo es cine de autor o mera parafernalia. Así hay muchos, es cierto, pero lo de Bertino es curioso, porque apuntó maneras con una ópera prima que parecía mejor de lo que era, tocó fondo con dos subproductos que no tenían nada que ver, y de nuevo vuelve a dejar a más de uno con un palmo de narices. La reseña de esta película no debería llevar más de dos líneas que rezaran así: un film muy bien hecho, con un guion que parece una broma. Todo es relevante aquí. Los actores están estupendamente dirigidos; la atmósfera, asfixiante y opresiva, casi puede tocarse; la fotografía es espléndida, sin diferenciar entre escenas nocturnas y diurnas. Así las cosas, lo único que falla es la historia en sí, una historia que ya hemos visto muchas veces. Dos hermanos acuden a la apartada granja donde su padre yace moribundo, pese a que su madre les hace una extraña advertencia para que no vayan. Ese leit motiv sobrevuela cansinamente todo el metraje, martilleando sobre lo obvio del mensaje, y sólo para dejarse caer en los brazos del susto fácil, en lugar de explorar la enigmática naturaleza de esa entidad que parece acechar en cada rincón. Hay momentos logrados, como la visita del cura, pero que en seguida me llevaron a POLTERGEIST II; algunas levitaciones que al menos yo he vsto en THE WITCH; o, lo que ya es rizar el rizo, llamadas a una puerta que... efectivamente, estaban en THE STRANGERS. En resumen, como me ocurrió con aquélla, no me parece ningún desastre, pero tampoco va a cambiar la historia del cine. Correcta, y con mejor realización que intención.
Saludos.

jueves, 7 de enero de 2021

De 7 a 7


 

Por su origen irlandés, es sabida la querencia de John Ford por rodar en las Islas, hecho que el maestro se tomaba casi como unas vacaciones, y donde daba rienda suelta a los proyectos menos probables para Hollywood. GIDEON'S DAY da buena prueba de ello. Rodada en 1958, adaptaba la muy british novela de John Creasey, con la que el autor británico iniciaba una larga serie dedicada al inspector jefe de Scotland Yard, George Gideon, que a diferencia de la mayoría de policías de ficción, es un devoto esposo y padre, y profesa la religión de la puntualidad y la flema como buen caballero. Concebida en un solo día, Gideon ya lo empieza mal, levantándose unos minutos tarde, cosa que lo irrita; además, no sólo ha de enfrentarse nada menos que a cuatro casos criminales en tiempo récord, sino que debe comprar un salmón para la cena y presentarse al concierto de violín de su hija. Parece cosa imposible, pero todavía le queda tiempo para una pinta en el pub (a Gideon lo de estar de servicio se la suda) o presentarse (también tarde) como testigo de una acusación, para la que sólo se le requería una palabra: "Sí". Así, GIDEON'S DAY es una gozosa (y algo pazguata también) reinterpretación de esos policías intachables, que eran más ingeniosos que aguerridos, y que siempre parecían ir un paso por delante del malhechor de turno. Uno de los films menos conocidos de la última etapa de Ford, pero que merece la pena rescatar del olvido aunque sólo sea por ver al gran Jack Hawkins, uno de esos actores que engrandecían cada película en la que participaban.
Saludos.

miércoles, 6 de enero de 2021

El espejo roto #19


 

La quinta temporada de BLACK MIRROR consta, como ocurriera con las dos primeras, de sólo tres episodios, ligeramente más largos, eso sí, pero con mayor atención a los temas a tratar, y relegando el tema tecnológico y/o distópico como herramienta útil, y no como la atracción principal. El primero, titulado "Striking Vipers", parece un hermano menor de MOONLIGHT (es la segunda vez que Brooker me hace pensar en un film al que tampoco tengo tanto aprecio), aunque la excusa es otra muy diferente a cualquier tipo de ambivalencia sexual. Dos amigos, los dos apasionados del gaming, se reencuentran tras un tiempo sin verse en el cumpleaños de uno. Éste está felizmente casado, tiene un niño y espera buscar el segundo, mientras el otro sigue siendo un soltero que no pierde la esperanza de seguir ligoteando con chicas más jóvenes. Sin embargo, la vida de ambos da un giro inesperado cuando usan el regalo de cumpleaños: un revolucionario juego de lucha, en el que literalmente el jugador "se convierte" en su personaje favorito. El problema sobreviene cuando uno de ellos, que adopta el rol de una mujer, y tras propinar una soberana paliza a su adversario, decide besarlo, iniciando una retorcida relación virtual, que se prolonga, cómo no, en sucesivas partidas. El episodio no está mal, pese a no mantener con constancia el clima enrarecido acerca de si lo que estos dos amigos hacen virtualmente puede considerarse un brote homosexual, o simplemente es el mejor sexo que han tenido hasta entonces, pese a no ser estrictamente real. 
Se deja ver, sin ser ninguna maravilla.
Saludos.

martes, 5 de enero de 2021

Todo oídos


 

Recuperando a de Palma (ejercicio que recomiendo vivamente), me acordé de BLOW OUT, quizá uno de sus homenajes más evidentes al cine de su reverenciado Hitchcock. Y no sólo por el suspense que recorre el film de parte a parte, y tampoco por la tragedia de su protagonista (un solvente John Travolta), incapaz de apresar lo que siempre cree tener a mano. No es casual su profesión, técnico de sonido en películas de serie B; de ahí se desprende gran parte del espíritu de la cinta, cuando presencia un extraño accidente mientras recopila sonidos en un puente. Ese arranque, y cómo la trama se va complicando, es fascinante; salva a la chica que estaba dentro del coche de ahogarse, pero no repara en el otro ocupante, del que luego se entera que era nada menos que el candidato a la presidencia. La posibilidad de escándalo es inminente, por lo que la policía se encarga de que este único testigo no hable del asunto, ya que la chica era una amante ocasional. Pero hay otro problema que surge mientras vuelve a escuchar la cinta que grabó: el estallido de un neumático, precedido de lo que parece un disparo. Así, se va enhebrando una especie de conspiranoia, donde todo el mundo parece estar implicado, excepto este hombre, el único interesado en sacar la verdad a la luz, quizá atormentado por un pasado en el que colocaba micrófonos a policías infiltrados. Si hubiese sido otro director, podríamos hablar de un thriller de suspense al uso, pero de Palma vuelve al maestro, y vira el último tercio del film hacia otro terreno, prácticamente desechando todo lo anterior y yendo hacia otro personaje, capital, pero que había permanecido en la sombra. Ahí resuenan los ecos de PSICOSIS o VERTIGO, y culmina con toda la fuerza expresiva de la fotografía de Vilmos Zsigmond y una interpretación, breve pero memorable, a cargo de John Lithgow. Me hago cargo de la controversia, de los cambios abruptos, casi caprichosos; pero también de la libertad creativa de su autor, sin miedo al plagio y sin perder de vista de dónde proviene su motor creativo. Aunque sólo sea por eso, merece la pena revisitarla.
Saludos.

lunes, 4 de enero de 2021

Decisiones discutibles, soluciones eficaces


 

Siendo muy escueto, hay varias cosas que no alcanzo a comprender muy bien de WONDER WOMAN 1984. Por orden: ¿Por qué 1984? ¿No habría sido más espectacular (más costoso también, pero bueno) continuar todo el film desde y en el arranque? Lo digo porque el principio de esta película es una absoluta maravilla, todo dinámica y sensaciones, y prácticamente sin palabras. Aparte, en los comics, Cheetah era una villana menor, con muchas pretensiones, pero no tan superpoderosa como aquí, pero bueno también. Luego hay un tema pelín escabroso, y es el referido al personaje de Chris Pine; y es que, sin querer destripar nada, lo de GHOST se queda como un juego de niños, y sé de lo que hablo. Sea como sea, lo cierto es que WW84 es una película solvente, que no se hace interminable (dos horas y media), que juega bien sus cartas (Gal Gadot, principalmente), y además tiene un villano muy particular y ambiguo, una especie de mezcla entre Trump, Luthor y Peter Griffin, que tampoco necesita los puños para imponer su criterio. No sé, para ser de DC tiene su gracia, y luego habrá quien apele a lo del feminismo y esas cosas, cuando nos volvíamos locos viendo a un señor en calzoncillos surcando los cielos. Yo me conformo el secreto para que WW pueda volar sin problemas: la cabeza del águila... Si no me creen, busquen la escena...
Saludos.

domingo, 3 de enero de 2021

Rincón del freak #437: Filípicas de lo grotesco


 

Hay un dicho que resulta de lo más útil, sobre todo cuando uno quiere quitarse de encima a un pelmazo, y que viene a decir que "no ofende el que quiere, sino el que puede". Lo que tiene otra lectura, aún mejor, que es la ofensa reprimida de quien sabe que no va a ganar nada con ella. Lo de hoy no tiene tanta importancia como podría presuponérsele, y queda en los márgenes de foros marginales (valga la redundancia), donde moran los jactanciosos de lo deforme y lo inhabitual, bastando algunas sentencias desinformantes para obtener la gloria del azucarillo eventual. Y paso a describir MELANCHOLIE DER ENGEL, insufrible palimpsesto firmado por un anónimo llamado Marian Dora, posiblemente el único director de cine incapaz de aseverar que ningún insecto ha sufrido daños irreversibles en sus rodajes. La cosa es que tal: actores porno en un caserón; doblaje de película yugoslava de los 60; montaje en paralelo de los de toda la vida en una escuela de cine ya fenecida; no guion, no sentido, no intención; recitado engoladillo de maestro fumador de Rex, de los que te cogía de la patilla con fruición babosa. Y el resultado es que ver a gente mear, cagar y vomitar entre caninas, insectos y cerdos degollados no es una reflexión pagano-filosófica por ponerle pasajes en off que elevan a Jorge Bucay a gran narrador...
Aun así, puedo asegurarles que no es lo peor que pueden encontrarse por ahí (digo esto mientras me rasco la cabeza con incredulidad, ya que esto está en YouTube), pero sí lo más largo de lo peor... En fin.
Saludos.

sábado, 2 de enero de 2021

Pájaros en el suelo


 

Llegan, de vez en cuando, multitud de títulos de esos que, de una forma u otra, parecen olvidados para siempre, relegados a un ostracismo del que sólo una casualidad o un golpe de memoria podría rescatarlos. Y de rescates va BAT 21, curioso film bélico de 1988, dirigido por Peter Markle (director curtido en ilustres series televisivas), que narraba las tribulaciones de un coronel (Gene Hackman), piloto y gran estratega, pero de nula experiencia en combate, cuyo avión es derribado en plena zona caliente de Vietnam. Su único apoyo lo constituye un piloto de reconocimiento (Danny Glover), que se comunica constantemente con él, indicándole las instrucciones precisas para un posible rescate. Sin embargo, el coronel sabe que hay un problema aún mayor: la zona está dispuesta para un bombardeo masivo.
Sin entrar en disquisiciones pseudofilosóficas, ni piruetas metacinematográficas, BAT 21 es una película entretenida, sin más, a la vieja usanza de los films bélicos, donde se dejaba muy claro quienes eran los buenos y los malos, por mucho que exista una pulsión pacificadora y equidistante, que, entendámonos, es bastante light. Se ve sin mayores problemas, porque tanto Hackman como Glover están más que solventes, y porque Markle se limita a filmar con oficio y buena letra, dejando para otros más dotados las reflexiones y remordimientos.
Perfecta para una tarde sin mucho que hacer.
Saludos.

viernes, 1 de enero de 2021

Load comillas comillas


 

Siendo hoy un día especial, encaja a la perfección, por ejemplo, el episodio especial que Charlie Brooker ideó para la T5 de BLACK MIRROR, y que nos servirá para comenzar a abordarla a partir de la semana que viene. BANDERSNATCH es un decidido homenaje a una generación (la mía, sin ir más lejos), que creció entre los estridentes ruiditos de esa máquina que se llamaba "ordenador personal", pero que en realidad apenas servía para cargar la miríada de juegos (la mayoría piratas, para qué engañarnos) que poblaba nuestras repisas en formato casete. Ahí, uno esboza una sonrisa cómplice y se deja llevar por aquel tiempo, breve e irrepetible, en el que lo cutre era excelso, y quizá por eso. Luego está la película (es un largo de 90 minutos), irregular, con momentos de brillantez dramática a cargo, de nuevo, de David Slade, pero inmersa en una espiral de repetición constante y excesiva, que busca el efecto de integrarnos en la progresiva locura de su protagonista (muy buena interpretación del joven Fionn Whitehead), pero acaba por saturar una historia que se intuye con mayor potencial del que finalmente esgrime. BANDERSNATCH deja una sensación rara, de poner las cartas sobre la mesa y luego no saber muy bien hacia dónde dirigirse; de momentos arriesgadísimos, en los que la cuarta pared deja de tener sentido, junto a otros directamente chuscos. Supongo que sería una idea que a Brooker le rondaría la cabeza desde hace tiempo, pero no estoy seguro de que Slade fuese el director adecuado para este claustrofóbico vistazo a una mente que se va desarticulando ante nuestros ojos, y que como aquellos juegos que tardaban una eternidad en cargarse, corre el riesgo de que en el último momento aparezca la palabra "error"...
Saludos.


PD: Atentos a los muchos autohomenajes desparramados por todo el metraje.
PD2: Yo es que si alguien tiene la impensable ocurrencia de poner como música diegética el "Phaedra" de Tangerine Dream...
... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!