lunes, 31 de agosto de 2009

¿Y quién es el albañil?

Bueno, sí, vale, que THE WALL nos ha marcado a todos los que hemos crecido creyéndonos el ombligo del mundo. Pues ¿qué es si no este ambicioso trabajo sino un colosal e impúdico canto al individualismo menos defendible? Porque una cosa es la película, un experimento de lo más entretenido, con unas animaciones espectaculares para la época y un sentido bastante anticipatorio del ritmo (ahora omnipresente) del videoclip, y otra bien distinta todo el embrollo que supuso la grabación del disco doble más controvertido de la historia tres años antes; un disco que supuso la separación del grupo y la constatación de que Waters fue el que acabó con Barrett... (bueno, esto último como si no lo hubieseis leído ¿eh?).
El caso es que Pink Floyd vendió discos a cascoporro con una sórdida historia repleta de ecos autistas y alienantes y luego la adaptación de Alan Parker se convirtió casi sin quererlo en un clásico instantáneo... y todo eso en el período en el que los punks tardaron en ponerse hombreras... Lo cierto es que THE WALL es un sinsentido enormemente imaginativo (si es que eso es posible), un videoclip de hora y media con momentos muy logrados (el desfile de los martillos es imponente y las animaciones lo mejor de su irregular metraje) y otros menos inspirados (los megalómanos últimos momentos de Geldof, convertido en un nazi sin cejas ¿?), lo que ha contribuido indudablemente a que 27 años después algo tan freak y tan inusual se haya convertido en uno de esos títulos que hasta algunos abuelos recuerdan. Y es que así fue Pink Floyd, algo que ahora es imposible: un grupo de minorías consumido por mayorías.
Tengo pendiente hablar del disco en el otro blog, porque me encanta y además fue el primero que compré con mi primer sueldo... por si fuera poco, jolines...
Saludos de cara a la pared.

Black cars

martes, 25 de agosto de 2009

Azucarillos y aguardiente

En medio de una vorágine revisionista, de la que ya poco se salva, donde el afán recaudatorio pasa por encima de cualquier otra consideración, me entero de que se está preparando para el año próximo una tardía y probablemente innecesaria secuela de aquella ida de olla de la Disney que fue, hace nada menos que 27 añitos, TRON. Y el otro día desempolvé TRON con no poca curiosidad, pues no son estos ojitos los mismos que la contemplaron con estupor e infantil incomprensión el año de su estreno. Y es que TRON es una película de lo más freak que erroneamente se destinó al público infantil y juvenil, cuando aquel año fue el mismo en el que Spielberg arrasó con todo gracias a su extraterrestre en bicicleta. Sea como fuere, TRON es una película fascinante que parece dirigida por un adolescente pero que adelanta muchas de las claves del que luego ha sido el más exitoso cine de ciencia-ficción de los últimos tiempos (léase sobre todo MATRIX). Detrás del optimista y jovial Jeff Bridges (fichado y rescatado para la secuela) o el malísimo David Warner, una débil trama, casi insustancial, sobre un posible mundo paralelo dentro de las computadoras (las de entonces, con aquellos mastodónticos almacenadores de memoria), donde cada persona tenía su equivalente computerizado, los programadores eran poco menos que dioses y el más malo era la unidad central (Jeje), que pretendía actuar por su propia cuenta; todo ello, como digo, daba paso a la verdadera chicha del film, lo que luego ha pasado a la historia oculta de los frikis. Esto es: las espectaculares carreras de Lightcycles, los ampulosos reconocedores y, por supuesto, aquellos maravillosos trajes fluorescentes que eran toda una declaración de principios.
Vista ahora lo cierto es que resulta ñoña y tontorrona, pese a que sus efectos eran entonces una verdadera revolución en el campo visual. Luego hay una insoportable música de Wendy Carlos (sí, el travesti que casi se cargó A CLOCKWORK ORANGE) y Bruce Boxleitner, el guaperas televisivo del momento. Demasiados lastres para una apuesta que habría arruinado a la poderosa Disney si luego no nos hubieran machacado con sus edulcorados subproductos de base.
En definitiva, curiosa para echar unas risas arqueando las cejas, pero tomarla en serio es una estupidez.
Saludos del CPU.

Air á danser

sábado, 22 de agosto de 2009

Todo cae por el sumidero

Aunque parezca un gilipollez pedante y cultureta, lo cierto es que Michael Haneke parece ya casi de la familia; algo tan improbable cuando se trata de un director que filma como un perro rabioso acerca de las toneladas de mierda que tenemos suspendidas a diario sobre nuestras cabezas. Ahora a Haneke le dan premios, le financian remakes de sus propias películas que él mismo dirige y con las que entra en los puestos de cabeza de las listas de recaudación, por no hablar de que viste de negro y luce barba canosa, lo que le da un aire... no sé, como el que nos gustaría tener a nosotros si no fuera porque no nos reímos cuando hablamos sobre asesinos psicópatas, conductas asociales violentas o pertrechos masoquistas de automutilación. En fin.
Lo que sí es reseñable, bajo mi punto de vista, que no tiene nada de idolatría, es que Haneke no es sólo sus tres o cuatro películas más famosas, comprendidas desde su etapa alemana hasta su incursión francesa, sino que filmó algunos trabajos en su país de adopción, Austria, a modo de sombría entrada a sus pesadillas posteriores. La primera de sus películas fue una que sigue siendo de mis favoritas, DER SIEBENTE KONTINENT, donde podríamos afirmar que el nihilismo encuentra su máxima expresión. Una familia cualquiera, media, desarrolla sus actividades normales; trabajan, llevan a la hija al colegio, hacen la compra... Pero hay algo que no marcha ¿El qué?, todo; sencillamente todo. Lo que muestra inteligentemente Haneke en tres cuartas partes del film es la monotonía de los actos repetitivos de un grupo de personas, terroríficos porque son los mismos actos que nosotros mismos llevamos a cabo en nuestra vida. Ninguna intención es mostrada, tenemos que afinar nuestra adormilada sesera para descubrir la sorpresa final, porque aquí, como en la vida real, la gente no dice sus pensamientos en voz alta, prefieren guardárselos. En esto llega la parte final, de la que sólo les diré que hay que tenerlos muy bien puestos para soportarla sin desviar la mirada. Del estupor pasamos al rechazo instintivo (en su pase original había pataleos y abandonos masivos) y desembocamos en una sensación de vacío angustiosa y muy desmoralizante. No se lo desvelo, pero se lo pueden imaginar.
Saludos continentales.

Volver, volver

viernes, 21 de agosto de 2009

En verso y en directo

Pilar Miró hizo el más difícil todavía y filmó a Lope de Vega en verso, y encima le sale bien y hasta queda entretenido. Y con buenos actores haciendo bien su trabajo (¿Qué pasa con los actores españoles ahora, que ni actúan ni ná?), y con unas localizaciones fascinantes y cuidadas, y con un vestuario impresionante, y con una fotografía de Aguirresarobe que estaba en su mejor momento, y con una partitura de mi amado José Nieto muy acorde con la época en la que ha de desarrollarse este drama picaresco o comedia humana o cualquiera sabe, que don Lope no paró nunca en un solo sitio, sino que adelantó con su genio muchos de los prejuicios estancos de aquel momento en que las damas encontrábanse transidas bajo un leve rubor de estío y los caballeros rozaban las espuelas en su capacidad de centauros honorables.
No es que haya una profundidad inmensa en este archiconocido cuento, que lo es, sino que marca una serie de pautas a seguir, de las que saliéndose el adaptador no ha de triunfar, por tratarse de un texto harto conocido y representado. La jugada de la Miró fue a la inversa, y le sirvió para dar su último corte de mangas obteniendo varios premios Goya; así, no adaptó en realidad a Lope al cine, sino que hizo que todos los manierismos y tics del séptimo arte se plegaran ante esta obra inmortal y de múltiples dobles sentidos. Para mí fue un hallazgo, primero de dos estupendos actores luego venidos a menos (Suárez y Gómez) y luego de una forma de hacer cine que en este país ha dado más disgustos que alegrías, saliendo en este caso cara.
Buen momento para recordarlo, entonces.
Saludos de mi merced...

Ochenta años

jueves, 20 de agosto de 2009

Bromas aparte

GLADIATOR fue una preciosa comedia filmada por nuestro joker particular, Mr. Scott, que se forró de lo lindo e incluso consiguió el más difícil todavía: recuperar crédito ante cierta crítica que todavía sigue babeando de placer cuando ve a Russell Crowe chillar en el circo, con su peinado exquisito, su barba recortadita y su mirada llena de sufrimiento. En fin.
Ni siquiera me había planteado hablar de esta película que sigue la estela de tonterías de altísimo presupuesto como TITANIC o PEARL HARBOUR, lo que pasa es que así me quito otro lastre de encima y además me desintoxico de tanta trascendencia fílmica... Demasiado Dreyer, oiga...
36 años antes, Anthony Mann, un artesano infinitamente más hábil que Scott, dirigió la soberbia y nunca suficientemente valorada THE FALL OF THE ROMAN EMPIRE; verla ahora supone un río de carcajadas sin fin, pero sólo porque el neófito confundido, de repente, se da cuenta de que ambas películas van de lo mismo, con un inicio calcadito y el mismo gusto por la épica de altos vuelos. En GLADIATOR, la figura del general agraviado por su honestidad es la que copa toda la atención, lo que al final es más de lo mismo: "Que sí, que pobrecito, que qué pena, que cuánta putadita...". Bueno, vale, dos horitas y media de ir para allá y luego volver con la frente marchita, y de rellenar un coliseo digital con gente digital, o de poner la cancioncilla de Lisa Gerrard con una puesta de sol digna de LEYENDAS DE PASIÓN... Es decir: todo muy peinadito y muy aseadito, como si en vez de la Roma imperial habláramos de A TODO GAS 2, con esas calles siempre dispuestas a las correrías de nuestros jovenzuelos favoritos. Y, con todo, hay algún acierto, como Joaquin Phoenix dando vida a un inquietante Cómodo (como contrapunto, la nulidad de Livio) o Connie Nielsen, que no actúa un pimiento pero está rica y hace algo muy difícil: que nos olvidemos de Sophia Loren, la diosa...
Pues nada, que poco a poco la voy emprendiendo con la filmografía de este señor, llena de sombras y luces; pero no se apuren, ya le tocará a alguna buena.
Saludos desde la arena.

Capsized

miércoles, 19 de agosto de 2009

Alimentando el ganado

La vida está llena de tópicos absurdos, infames, que nos sirven a nosotros mismos, a nuestra propia y absurda infamia, como una especie de muletas o escudos para continuar reafirmándonos como no-culpables cuando, de repente, asistimos a un espectáculo de miseria que se ha de desarrollar a pocos pasos del centro comercial donde deshilvanamos nuestras memeces y creemos tocar durante unos minutos el paraíso artificioso que nos ponen delante de las narices de tres a seis por la tele.
Sin embargo, evitar esto, hacer como que no está sólo sirve para tranquilizarnos... hasta que un día nos toca.
ÇA COMMENCE AUJOURD'HUI (HOY EMPIEZA TODO, en español) es un film que me encanta recomendar, incluso más que ver; una de las películas más incómodas que me he encontrado y toda una lección de vergüenza y modestia, aparte de estar magníficamente filmada por ese coloso que es Bertrand Tavernier. HOY EMPIEZA TODO derrumba de un manotazo muchas de las tonterías que se aceptan socialmente como si fuesen ley inamovible. Por ejemplo, que los franceses viven todos de puta madre, que el paro es sólo cosa de aquí o que los maestros de escuela son privilegiados. Vale, sigamos creyéndolo. Aquí, el inmenso Philippe Torreton, habitual de Tavernier, da vida (nunca mejor dicho) a un hombre con un curioso trabajo: dirige una guardería en un barrio francamente deprimido. A diferencia, por ejemplo, de ENTRE LES MURS, no se muestra aquí ese hálito de optimismo del profesor que ama su trabajo, sino la caída de bruces de un hombre incapaz de resolver todo lo que encuentra cada día: niños en situación de semiabandono, malos tratos, padres alcohólicos, paro, miseria, desarraigo. Y el poderoso mensaje de la película no es entregado en sus dos horas de duración, sino que lo sobrevuela como una negra nube llena de malos presagios, advirtiendo de que aquello no es más que el germen de lo que luego son "esos incómodos elementos" que tanto nos desagradan. Allá cada cual.
Saludos desde hoy mismo.

Reflections of the marionette

martes, 18 de agosto de 2009

La gaviota que me picó

En estas vacaciones me di cuenta de que había un film que no podía dejar pasar durante más tiempo, así que ayer mismo me puse a revisar por tercera o cuarta vez THE BIRDS ¿Resultado? Pues que Hitchcock sigue siendo el Usain Bolt del suspense cinematográfico.
Seguir elogiando esta obra maestra, única entre tanto ripio, ya cansa un poco, pero hay tantísimos matices en su intrincada composición que, por ejemplo, ya hay incluso quien ha experimentado con la sensual idea de borrar digitalmente los pájaros de la película para demostrar que el terror de don Alfred proviene de nuestro subconsciente. Pues ¿qué me dicen de la mítica escena en la que Tippi Hedren fuma despreocupadamente en un banco, de espaldas a los pájaros que se van juntando en el columpio? ¿o del paroxismo apocalíptico que se deshilvana poco a poco en el bar, con los impagables comentarios de una ornitóloga ciertamente peculiar? Si prescindiéramos de los pájaros, nos quedaría una incómoda historia de tira y afloja entre la caprichosa heredera, capaz de lograr cualquier cosa que se proponga, y el seductor abogado, sorprendido por las treacciones de Hedren hasta que resuelve ir también por ella. Es por ello que el film no pierde interés en sus momentos "convencionales", como si fuese preparando lentamente la trampa mortal en la que ha de convertirse poco después. THE BIRDS es el más pesimista relato sobre la decadencia humana y sus vanas cuitas; Hitchcock nos aterroriza al mostrar lo estúpidos y débiles que somos sin necesidad de un monstruo de cuarenta metros ni invasiones extraterrestres, simplemente deja la cámara quieta mientras miles de pájaros esperan posados pacientemente en los cables, en los tejados, en el suelo, en los coches, en todas partes...
No sé si es la mejor suya, no me atrevería yo a tanto, porque prefiero VERTIGO o PSICOSIS, pero el maestro lo volvió a hacer: fue capaz de detener el tiempo en un apacible pueblecito costero llamado Bodega Bay y lo convirtió en un infierno sobre la tierra. Simplemente magistral.
Saludos emplumados.

Bittersweet bundle of misery

lunes, 17 de agosto de 2009

Tic tac

Algún día, alguien le hará un homenaje a Johnnie To (alguien importante y de occidente, claro); con suerte se podrán degustar sus semidesconocidas cintas y entonces, sólo entonces, la miríada de incondicionales de Quentin Tarantino (y digo Tarantino porque es un bocazas y un fanfarrón, porque hay más) serán presa de un súbito azoramiento y casi que no sabrán a qué esquina correr a esconderse.
Y eso que To ni es original ni le hace ninguna falta. Sus ballets de sangre y fuego, donde las miradas sustituyen a los diálogos y la acción deviene puro vértigo, contienen la adrenalina de la venganza, tan extendida en el cine de acción oriental, sólo que no se trata de una venganza vacua, ni esteticista porque sí, sino que atiende a unos estrictos parámetros que sólo atisbamos cuando su muda dialéctica nos deja un resquicio para reflexionar (y respirar). EXILED dejó boquiabiertos a los pocos que la vieron en los extrañísimos pases de hace tres años en Madrid. Los que le conocían esperaban una mera continuación de THE MISSION; y bien que lo parece en su soberbio arranque, deudor de Leone y derrochando un malsano humor "a la francesa", que desemboca en un alarde de montaje que debería hacer reflexionar al director de DEATH PROOF acerca de sus "saltitos temporales". Los que no sabían nada del hongkonés simplemente lo fliparon.
Dos hombres llegan a una casa, llaman y preguntan por una persona; en la puerta, una mujer y su hijo pequeño; la mujer niega, los hombres esperan pacientemente fuera. Llegan otros dos y comienza el juego de miradas, a veces cubiertas por gafas de sol. Se repite la secuencia y los cuatro hombres, en parejas, esperan manteniendo una prudente distancia. Un quinto hombre ha de llegar; dos le esperan para matarlo, los otros dos van a protegerlo.
Y si esto no es un pedazo de guión pues que venga Mr. Avary y lo arregle, para eso se forró tocándose los cojones y nadie dice nada. Hala.
El resto es una de las películas más sorprendentes de los últimos tiempos. Y no la conoce casi nadie.
Saludos de un tipo al que se le acabaron las vacaciones, así que va a disponer de muuuuucho más tiempo para escribir chorraditas... Curioso mundo éste...

Las campanas de Linares

jueves, 13 de agosto de 2009

Humor amarillo

No invento nada si digo que Takeshi Kitano fue uno de los máximos impulsores de aquel entrañable parque temático televisivo que fue Humor Amarillo y que amenizó nuestras sobremesas sabatinas a base de orientales avergonzados masoquistamente. Nos gusta Kitano, o nos gustaba, o no nos gusta nada, o Kitano nunca pretendió gustar y sin embargo gustó, algo que queda reflejado perfectamente en su agrio personaje de EL VERANO DE KIKUJIRO, que acaba por ser gracioso aunque no quiera. Pero puede que un tipo tan excéntrico como Kitano haya sido capaz de la vuelta de tuerca definitiva acerca de identidades y afinidades. En TAKESHIS', su obra más enigmática y desconcertante, Kitano muestra su propio disgusto con el personaje al que ha ido dando forma a lo largo de veinte años. Como muestra, el comienzo, donde todo parece ir desarrollándose como debe hacerlo una peli de Kitano. Las chulerías, el tic del guiño, las pistolas agarradas con desgana, la apatía de los asesinos... Hasta llegar al tiroteo, brutal, a mil decibelios, a quemarropa... Sin embargo, si estamos atentos, aquello dura unos segundos, demasiado; es como si Kitano nos hablara con las balas y dijese: "Pues sí, otro tiroteo más (bostezo)... Ahora cambiaré el plano y habrá japoneses convulsionándose por los impactos... Y luego a hacer caja... Y tal y tal...". Porque si no me equivoco, TAKESHIS' es un relato sobre la desidia creativa provocada por una repetición sistemática de una serie de códigos que pasan por originales. Luego, Kitano lo embrolla todo con un alter ego que es un payaso en paro, lo enfrenta con el gangster, sale otro tiroteo en la playa y a la mitad de la película (sí, película) nos da la impresión de llevar cuatro horas en la sala del cine, pero sólo llevamos cincuenta minutos. No han faltado voces "autorizadas" que le comparan con Lynch (a este paso todo el mundo es Lynch, cuando se suponía que era un tipo raro) o con Fellini y su 8 1/2, lo que ya me parece desbarrar de lo lindo, qué quieren que les diga. Aparte de que el cine japonés ya es rarete de por sí, este artefacto puede que sea un intento de desapego de su autor, pero luego habrá que ver si esto es cierto o nos ha tomado el pelo, porque tanto GLORY TO THE FILMMAKER! como ACHILLES TO KAME vienen a ahondar sobre las mismas obsesiones, aunque algo más atenuadas que aquí, así que mi limitado magín echa de menos al viejo Beat Takeshi cargándose a los malos con esa sonrisilla forzada suya mientras intenta ubicar a este nuevo alter ego ultrarreflexivo y trascendente.
En fin, cosas de japos.
Saludos de mí yo él...

Vuelve a llamar

miércoles, 12 de agosto de 2009

¡Corten!

Nicholas Ray llamó a su pupilo y amigo Wim Wenders cuando el cáncer sólo le daba ya las buenas noches; su pretensión era la de un hombre imbricado en el cine incluso poco antes de morir; el resultado es una obra maestra semidesconocida, para mí el más grande trabajo del irregular Wenders.
LIGHTNING OVER WATER parece un documental, pero no es esa la intención si atendemos al singular juego de correspondencias entre Ray y Wenders. El alemán se pliega ante el último deseo de su mentor y maestro y filma con respeto, aunque la agonía traspasa la pantalla y casi deseamos que el saco de huesos en que se ha convertido el director de JOHNNY GUITAR expire de una vez; el verdadero espectáculo de la muerte no es fácil de digerir, y aquí no hay trampa ni cartón, Ray se muere. Pero por otra parte, es el propio Ray quien pone las gotas de humor, escudado en su parche y fumando a cuentagotas, es capaz de arrancar risas a sus familiares, presentes en toda la grabación y al circunspecto Wenders, probablemente uno de los directores con más suerte del mundo, este documento es algo tan improbable como valioso. Concebido como una larga charla sobre la insignificancia final de la vida, los logros, el éxito, las envidias y rencores, más que testamento parece LIGHTNING OVER WATER un extraño manual desmitificador y valeroso, imposible de rodar actualmente, en estos tiempos en los que la muerte sólo existe muy de lejos, en los tifones y los terremotos, en las guerras y los accidentes de tráfico, como si nadie muriese de viejo, como si concebir siquiera la decadencia física fuese una especie de decadencia moral. Y no lo es en absoluto; y esta magistral filmación, respetuosa y cínica a partes iguales, lo demuestra sin que su resultado final se resienta.
¿Qué son si no los últimos deseos de un moribundo sino un transparente canto a la vida?
Saludos relampagueantes.

Sign language

martes, 11 de agosto de 2009

Una historia en la nieve

Es posible que, siguiendo un no anteriormente marcado camino, me haya fabricado mi propia miniserie de films yanquis de moderado presupuesto y apoyados en memorables trabajos de inmensos actores.
Y, sí, fue AFFLICTION otro título de esos que a muchos les pasó por delante sin saberlo y a los que la vimos nos dejó francamente noqueados, sin saber muy bien cómo digerir esta tremenda película, que sin ser una grandísima obra maestra, sí que nos devuelve al viejo gusto por la artesanía de medios, lo que nunca debe ser desdeñado. Sin embargo, hay una diferencia fundamental entre AFFLICTION y MONSTER'S BALL, o THE WOODSMAN; Paul Schrader no es nuevo en esta plaza, y ni mucho menos. Hablamos del guionista de los mejores trabajos de Scorsese (TAXI DRIVER, RAGING BULL); aparte de haber dirigido él mismo algunos trabajos más que notables desde finales de los setenta, como su revisión "tourneriana" en CAT PEOPLE, la infravalorada MISHIMA (recientemente reeditada) o THE COMFORT OF STRANGERS. En ésta, quizá su última gran película, Schrader delimita las relaciones familiares hasta sacarles el jugo y deja en manos de dos gigantes, Nolte y Coburn, el peso de una narración que podría haberse quedado en carne de telefilm. Me ahorro las dos o tres escenas truculentas y me quedo con la seguridad atenazante de una atmósfera sobre balsa de acite que nunca se puede acertar hacia dónde puede ir, aunque la catástrofe se atisba desde más o menos la mitad (Schrader deja lo mejor para la última parte) ¿Y de qué habla exactamente AFFLICTION? No podría afirmar que sea una película de género, incluso su título me indica ya que toda ella es como un estado de ánimo o una gran desazón acentuada por la impotencia del personaje de Nolte, empeñado en demostrar a su padre (enorme James Coburn como hijoputa integral) que sirve para algo, aunque ese algo sea una nada llena de lágrimas, lágrimas de hombre, que son las únicas que corren a lo largo de esta película sólida como ella sola, empeñada en dar otro toque de atención sobre un director y guionista al que se echará de menos cuando deje de martillear nuestros sentidos.
Saludos desde el dentista.

Terry Riley in C

sábado, 8 de agosto de 2009

Brutal soledad sin paz

Ayer mismo me refería a una curiosa y semidesconocida producción de corte arriesgado aunque sustentada por la participación de un actor más o menos consagrado de Hollywood; hoy traigo aquí otra vuelta de tuerca con los mismos mimbres. Y es que MONSTER'S BALL fue aún más lejos. Primero por su espectacular reparto; nada menos que Billy Bob Thornton, Heath Ledger, Peter Boyle, el rapero Mos Def y, por encima de todos, una Halle Berry en estado de gracia y que hizo historia al ser la primera mujer negra en ganar un oscar, que ya iba siendo hora.
MONSTER'S BALL es una cruda y sórdida narración acerca de cómo los prejuicios carcomen a las personas, envileciéndolas e interceptando su capacidad social. Thornton realiza uno de los mejores y más intensos trabajos de su dilatada carrera encarnando a un funcionario de prisiones que continúa la saga de su padre y continuada por su hijo; un fuerte sentimiento racista une a padre e hijo, pero no casa con el nieto, agobiado por una atmósfera "familiar" simplemente asfixiante. El gran acierto de Marc Forster, un curioso director con trabajos ciertamente dispares, es virar el timón 180º y lanzar al vacío de lo inesperado a unos personajes que nunca son estereotipados, pese a que siempre lo parecen. La explícita escena entre Thornton y Berry aún colea entre un público ávido de este tipo de cosas, aunque a mí me resultó bastante más duro todo el entramado del que Thornton tiene que servirse para dejar atrás sus horribles prejuicios y darse cuenta de lo solo que está. Si es una de las películas más potentes de la década lo es por el rigor de sus intérpretes y por las poquísimas concesiones de Forster a la galería sentimentaloide; no se exploran aquí los problemas de la gente, se explora el porqué de que la gente tenga este tipo de problemas y la incapacidad para poder resolverlos, cegados por una brutalidad que se transmite durante generaciones.
Francamente excelente.
Saludos monstruosos.

Assassins of Allah

viernes, 7 de agosto de 2009

Niño malo

El cine americano espabila de vez en cuando y es capaz de centrarse en contar historias, algo que parece fácil a priori pero que requiere un mínimo de talento e intenciones, cosa no muy extendida en una industria más pendiente de la eficacia numérica que de volubles intentos artísticos. Pero lo cierto es que si ajustamos la mirilla, en esta década que está a punto de acabar, una década más bien olvidable en cualquier sentido, ha habido momentos espaciados en los que algunas obras "incómodas" han logrado estrenarse junto al interminable desfile de "eternos retornos de lo idéntico". Uno de estos títulos fue THE WOODSMAN, de la desconocida e inédita Nicole Kassell, autora asimismo del guión, aunque su argumento no sea tan original como pudiese parecer. Llama la atención el tremendo trabajo de Kevin Bacon, un actor que lleva un par de décadas intentando quitarse el sambenito de guaperas simpaticote a base de rechazar papeles e intentar seleccionar, algo que no debe ser fácil en su caso. Bien, pues el leñador al que hace referencia el título es un tipo que ha pasado doce años en la cárcel y que pone todo su empeño en dejar atrás su turbio pasado y empezar de cero. Para ello, se centra concienzudamente en su trabajo en una serrería y hasta entabla contacto con una compañera igual de escarmentada que él. El problema viene cuando conocemos el secreto que atormenta a este hombre, bien resuelto en cuanto que el director no elude mostrarlo como algo arcano, pues éste es el motor de la narración. Bacon pasó doce años en la cárcel por agredir sexualmente a una niña, y éste es un tabú demasiado fuerte incluso para la mujer que pretendía ser comprensiva. Este hombre está solo y lo seguirá estando, con una mancha que no se borra ni con el tiempo.
Me recordó vagamente a la maravillosa EL CEBO o a la también reciente THE PLEDGE, satélites todas de la magistral M, de Lang; sólo que aquí el malo no es malo, sino que lo fue, y pagó por ello, y por eso vive atormentado por su pasado y sabe que será imposible relacionarse sin que le aceche la sospecha. Le hubiese faltado algún elemento sobrecogedor o sorprendente para haber sido un grandísimo título, en cambio, no pasa de ser una buena historia con buenísimos intérpretes, que no es poco.
Saludos entre el serrín.

Breath

jueves, 6 de agosto de 2009

Época; épocas

De la inmortal novela de Gustave Flaubert se han hecho algunas adaptaciones a la pantalla. El maestro Renoir dejó su inigualable impronta en 1933 con una visión nada complaciente de esta dama libertina y trepa, adelantada a su tiempo, que levantaba polvaredas de escándalo allá por donde se movía en la muy "respetable" sociedad francesa de provincias del siglo diecinueve. Por su parte, el gran Vincente Minnelli la llevó de la mano al glamour propio del Hollywood dorado, con una Jennifer Jones a la que no acabo de ver metida en el papel. Cosas mías. Sin embargo, y totalmente contracorriente, me quedo con la impetuosa adaptación de principios de los noventa de Claude Chabrol. Pues ¿qué son Chabrol y Flaubert sino dos almas gemelas, dos artistas poseedores del don de la lupa, manejando ésta a su antojo? Isabelle Huppert es, hasta ahora, la perfecta Emma Bovary, frágil en apariencia, maquinadora en apariencia, casquivana en apariencia, víctima en apariencia... A Chabrol siempre le han ido como anillo al dedo las apariencias, el no dar por sentado nada por el siempre agradecido método de mostrar todos los ángulos posibles; en teoría, la Madame Bovary de Chabrol debe ser la más fiel al complicado universo ideado por Flaubert, quizá utilizado como venganza personal de un autor que nunca fue suficientemente valorado en su tiempo.
Además, me gustaría resaltar el excelente trabajo de ambientación y vestuario, magníficamente engarzados ambos y al servicio de unos actores que no chirrían, ni siquiera en esas escenas grandguingolesques que tanto gustan a Chabrol y que en manos de otros suenan a cachondeo o, peor, a pedantería.
Buen momento, por tanto, para rescatar una obra (una más) del extensísimo repertorio de uno de los cineastas más reivindicables de nuestro tiempo; lo será cuando se haya muerto, claro, como Flaubert. Estos cantares nos suenan y nos hacen sudar de indignación; pero, créanme, no dejen pasar la oportunidad de ver a la Huppert en corpiño y con esa media sonrisa suya tan mercenaria mientras maneja los hilos a su antojo.
Saludos de época.

The geeks were right

miércoles, 5 de agosto de 2009

Tómese su dosis

¿Que le quitó el oscar a CITIZEN KANE?... poca vergüenza... ¿Otro dramón familiar ensalzando las "virtudes" del trabajo inhumano, esta vez en una mina?... dita sea... ¿Cómo se le ocurre al borrachuzo de Ford lo de los hermanos solícitos con la madre? ¿estaba de coña?... vaya con la peliculita... ¿Y los decorados? ¿los pintó el mismo que se encargó de la parroquia de Llandewi Brefi con la resaca?... menudo despropósito...
Supongo que habrán notado lo difícil que me resulta decir algo que, simplemente, ni es, ni puede ser así. Hablar mal de HOW GREEN WAS MY VALLEY es algo tan absurdo como chistoso; pues estamos ante una de las más grandes obras (tengo el vello literalmente erizado) de arte del siglo XX, del séptimo y los otros seis, si quieren.
No le hace falta a John Ford meterse en berenjenales psicológicos ni en sofisticados galimatías generacionales para despellejar el alma humana en un frontispicio único e insobornable; le basta colocar a una numerosa familia minera del oscuro Gales de principios de siglo y dejar que los actores se muevan como si siempre hubiesen estado en la falda de ese espacio mítico que es la mina, erigida en monstruo fagocitador e incansable de esas graníticas figuras, los mineros, vistos por la lupa del maestro en fila hormigueante, cuando no en míticas discusiones de cuatro paredes, donde el "basta ya" de la nueva generación desafía al inamovible discurso paternal, dispuesto a morir por su supervivencia, sin atender jamás a precariedades ni derechos.
Pero insisto, HOW GREEN WAS MY VALLEY no es nunca un panfleto ni una telenovela sobre "¡Qué pobrecitos somos!", no, nunca, jamás; lo que palpita bajo la grasa y el sudor, igual que por encima de los bailes o los cuellos almidonados, es, ni más ni menos, la gran tragedia humana, la que hace rico al cabrón y pobre al honesto.
Véanla. Véanla. Véanla. Una de las películas más grandes de la historia.
Saludos dosificados.

Kiss this thing goodbye

martes, 4 de agosto de 2009

La curiosidad mató al gato

Debe considerarse, desde ya, a Fritz Lang no sólo como un maestro inabarcable del séptimo arte, sino, y ahora mismo más importante, un artista de una penetración psicológica desbordante y más allá de lo que se da en llamar imaginativo, pues ni siquiera se ha permitido el lujo, tan extendido actualmente, de cultivar algún tipo de improvisación "ligera" y acomodaticia con su legión de incondicionales. Tiene Lang títulos no ya mayores, más bien inmortales, inalcanzables; y otros a los que alguien restó importancia y llamó "menores", "comerciales" o "terrenales", sin darse cuenta de que estas etiquetas no permiten ver, en la mayoría de casos, la maestría con la que se movía Lang por terrenos tan procelosos como el western, el cine negro y hasta el melodrama, por no hablar de su personalísimo punto de vista acerca de la comedia. Y en pleno ajuste hollywoodense, Lang filmó algunos títulos que luego no han tenido tanta trascendencia pero que han ayudado, indudablemente, a apuntalar tanto su reputación como a alargar infinitamente su estela. Uno de estos títulos (porque son muchos) fue SECRET BEYOND THE DOOR, un milimétrico estudio sobre la ambición desmedida disfrazado con la engañosa piel de aquellas producciones más o menos revestidas de cierto aroma exótico (CASABLANCA como espejo) donde cualquier excusa servía para redimir algunas conductas no precisamente demasiado decorosas. Aquí, Lang expone a la bellísima, inquietante y turbadora Joan Bennett como esa mujer-tipo de la época; heredera de una fortuna, rebelde, viajera y devoradora de hombres, que cae rendida ante Michael Redgrave (actor discreto y el gran fallo del reparto) y poco a poco va descubriendo que no es oro todo lo que reluce y que un peligroso secreto se halla tras cualquier puerta. Una trama que recuerda al mejor Hitchcock de la primera época y que pone de manifiesto, sobre todo, que Lang se mueve como pez en el agua en los claroscuros de la mente humana, haciendo que sesenta años después un espectador sabelotodo pique el anzuelo como si esa historia fuese contada por primera vez.
Me he acordado hoy de SECRET BEYOND THE DOOR no por nada en especial, sólo para traer de esa filmografía "en sombras" un título que es necesario ver si se quiere mantener una cierta adoración por un director que, como tantos otros entonces, tuvieron que estar a las duras y las maduras con el sistema de trabajo de los grandes estudios, cosa que se me antoja improbable en estos tiempos de alfombras y lentejuelas.
Saludos secretísimos.

Point of disgust

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!