miércoles, 30 de junio de 2010

Cantos de sirena en la comunidad económica europea

IMPORT/EXPORT tiene la valorable cualidad de ponernos ante nosotros mismos aunque nuestras vidas no tengan mucho que ver con lo que vemos. Ulrich Seidl filma a sus personajes con pudoroso distanciamiento, como si su piedad no fuera comunicable en modo alguno. Por un lado tenemos a Olga, que vive en la Ucrania de la desvinculación y que trabaja como enfermera; el dinero apenas le llega para subsistir junto a su madre y su hijo, así que decide marcharse a Austria, donde empezará trabajando de limpiadora en un centro de ancianos y, más tarde, en un chat porno de internet. Y luego está Paul, que vive en Austria y que es despedido de su trabajo de segurata nocturno; le gustan las artes marciales y los perros peligrosos; junto al actual novio de su madre, se mete en una camioneta camino de Ucrania para transportar máquinas tragaperras y recoger las defectuosas. Olga y Paul jamás se conocerán, simplemente son dos ejemplos de lo que ocurre hoy día en Europa, porque Seidl reniega por completo a enternecernos a base de historias lacrimógenas y azares improbables; el director austriaco nos pone frente a la gente que no se ríe, los pobres y los moribundos, los borrachos y los desarraigados. Sin dar oportunidades de redención, ni lecciones de moralidad, nos sumerge casi sin que nos demos cuenta en una Europa que nos suena demasiado y que jamás será mostrada en televisión, la Europa que no conocen los inmigrantes antes de salir de sus países, la Europa de los supervivientes, de los derrotados y los muertos vivientes.
En una escena sublime, tras albergar durante varios días la esperanza de que un viejo y enfermo austriaco vaya a casarse con ella y obtener así la nacionalidad, Olga se encuentra una mañana con la cama vacía, nadie sabe dónde está el viejo y el mazazo emocional, la desesperanza, es patente. Paralelamente, Paul tendrá que acceder a empellones a una sesión de sexo etílico con la puta ucraniana que el novio de su madre ha pagado; es lo más cerca que estos dos personajes estarán en un film del que nos costará admitir que nos ha gustado, aunque sí nos haya gustado.
Saludos exportados.

Por amor al comercio

martes, 29 de junio de 2010

Un chiste privado

THE BOAT THAT ROCKED, que aquí tuvo un título no mucho más inspirado, parte de una excelente idea: En la década de los sesenta, un barco situado en el Mar del Norte, fuera del alcance de los radares británicos, emitía toda clase de música de manera clandestina (sí, allí también han prohibido cosas). Con una tripulación compuesta por disc-jockeys drogotas, ligones y pendencieros, reciben continuas visitas de fanáticos que les adoran y se van forjando un mito que tiene en jaque a todo un ministerio de defensa. Hasta ahí podríamos estar hablando de uno de esos títulos que están predestinados a permanecer en la memoria colectiva durante mucho tiempo; sin embargo, el detalle es el siguiente: el director, un tal Richard Curtis, es el mismo que perpetró hace años aquel pastelazo de cuidado que atendía al nombre de LOVE ACTUALLY... Así que Curtis se carga todo lo que de bueno tenía la historia con su exasperante autoindulgencia, que le lleva a trazar personajes de hondo calado, especialmente el interpretado por Philip Seymour Hoffman, para desautorizarlos inmediatamente a base de chistes zafios para los momentos distendidos y de cargante moralina cuando se pone serio y paternal. Y así ocurre con todos y cada uno de los numerosos y variopintos personajes que son (no puede ser de otra manera) el alma de una historia que es una nadería sin importancia, pero que estoy seguro de que todos esos chistecitos privados de pub habrán hecho las delicias de miles de británicos working class; y sé de buena tinta lo que digo.
En fin, que no está mal para una tardecita de resaca, si no te quieres devanar los sesos y quieres que alguien pinche por ti una banda sonora que acaba siendo lo mejor del film; al menos esos temazos no se han evaporado después de 45 largos años...
Saludos en cubierta...

Pumping on your stereo

lunes, 28 de junio de 2010

El loco mundo de la Disney y su férreo molde de estilo

ALICE IN WONDERLAND es la razón definitiva de que mi opinión sobre Carlos Boyero, de profesión crítico de cine, se haya reforzado y casi paralizado para siempre; mi opinión sobre Carlos Boyero es que tiene una jeta de cemento, por mucho que a la mayoría de nosotros nos gustase vivir de lo mismo que él, que es de subir o bajar un pulgar a capricho. Yo, como no soy "crítico de cine" (necesitamos una definición para esto ya; a ser posible en el María Moliner), y es seguro que no lo seré jamás, me permito estas licencias a modo de eructo resentido contra el estado del cine, capaz de corromper a casi cualquiera que se asome a sus fétidas fauces de líquida felicidad. Y el último en caer ha sido Tim Burton, al que ya no espero más, porque bastante bien hablé de SWEENEY TODD, pero uno no puede adaptar a Carroll (partamos de la base de que Carroll es inadaptable) a base de coger los términos más excéntricos de la obra original y ponerlos ahí, delante de las narices, para que un chaval diga por dentro: "¡Qué inteligente, mira lo que ha dicho!". No, porque ALICE IN WONDERLAND versión Burton'10 es un telefilme de pacotilla, con un desarrollo tan lineal como vergonzante, con la peor partitura de Elfman en años, con dos o tres de las interpretaciones más sonrojantes de la historia del cine (Depp, Hathaway y Bonham-Carter están para... ¡que les corten la cabeza!). Pero lo peor de todo viene firmado por Burton, porque, curiosamente, Burton abre este desaguisado brillantemente, con la puesta en escena de una boda victoriana que me recordó por momentos a Ivory o Lean, y que pone el listón alto por el hábil empleo de los diálogos encadenados. Sin embargo todo es un espejismo. Burton se doblega a la servidumbre y entrega un pastelazo de dos horas que da dolor de cabeza y aburre, que emociona menos que un Eslovaquia-Nueva Zelanda y que termina en la consabida/inefable batallita estilo LORD OF THE RINGS que tanto se lleva ahora y que ya hace que te revuelvas en el sillón y resoples indignado.
Sí, señor Boyero, estamos ante una basura de consumo y olvido rápidos, un engranaje para hacer caja, así que a ver si dejamos de decir que qué bonito es el colorín ése que asoma por la esquina, que ya somos mayorcitos...
Saludos nada maravillosos.

Them bones

domingo, 27 de junio de 2010

En el culo del mundo

Liberia es un pequeño país africano que los esclavistas norteamericanos usaron en el siglo XIX como válvula de escape para enviar a los esclavos liberados y que se les amontonaban en su precioso y sonrosado imperio, convirtiéndose en un grave problema. La bandera de Liberia es igualita a la de los U.S.A., pero sólo luce una solitaria y significativa estrella. El tipo más famoso de Liberia (y no creo que vuelva a ocurrir un milagro semejante) fue un futbolista llamado George Weah, que jugó en el Milan, si no recuerdo mal. La industria cinematográfica liberiana debe ser pequeña, insignificante, por lo que un film tan interesante como JOHNNY MAD DOG debe ser calificado igualmente de milagro, de acontecimiento sin precedentes. Coproducida por Francia y Bélgica, JOHNNY MAD DOG irrumpe con fuerza y golpea a base de una violencia explícita, la de los enloquecidos adolescentes que campan a sus anchas por el devastado país africano tras la última guerra civil. Con una fotografía nítida y muy colorista, Jean-Stéphane Sauvaire filma la impunidad de estos "guerrilleros delincuentes" que saquean, matan y violan con una distancia que le permite no juzgar estos actos ni convertir a los verdugos en víctimas, sólo facturar una buena película de acción que además sirva, de alguna manera, para denunciar ante el mundo lo que ocurre a diario en un continente del que la mayoría de gente sólo conoce lo que le ponen del mundial de fútbol y los tipos que alegremente le ofrecen kleenex en un semáforo.
Aunque recuerde vagamente a CIDADE DE DEUS, tiene algo que hace que prefiera ésta a la brasileña, y es que en ningún caso la violencia sirve como espectáculo deslumbrante, antes al contrario, el interés reside fundamentalmente en llegar a comprender (si se puede) por qué un niño de 15 años se convierte en un residuo humano y, sobre todo, cuál es la cuota de responsabilidad que nos toca a cada uno. Altamente recomendable, pero les va a agriar el mundial.
Saludos con dientes de perro.

Skin

sábado, 26 de junio de 2010

Pecera de hombres

La filmografía de Steven Spielberg me interesa, mucho; puede que dentro de cincuenta años emerjan mecanismos de estudio que permitan entender el porqué de esa extraña deriva, siempre a caballo entre la comercialidad más descarada y el deseo incontrolado por abrir nuevas vías visuales y narrativas. Y hay una etapa del director norteamericano que conjuga esta especie de extrañeza de manera rotunda; puede que iniciada con SCHINDLER'S LIST, aunque no sea éste uno de sus más apreciables trabajos. Sin embargo, títulos como THE TERMINAL no han obtenido la aprobación de público y crítica, aun siendo un notable salto hacia delante para un cineasta que se resiste a ser puesto fuera de combate por las nuevas hornadas que, admitámoslo, darían un ojo por haber filmado sólo un cinco por ciento de lo que a Spielberg parece salirle prácticamente sin esfuerzo.
A mí me gusta THE TERMINAL, no como película redonda, en su totalidad, que contiene no pocos desmanes y licencias; me gusta esta tristísima historia acerca de un curioso caso, mezcla de "hombre burbuja" y agrimensor K, porque Spielberg parece darse cuenta de que el siglo XXI se revela como incompatible para aquellas preciosas fábulas de mediados de los ochenta, donde los violines eran capaces hasta de marcar una línea de diálogo. Sí, claro que me doy cuenta de que también en THE TERMINAL están incluidas las habituales fanfarronadas paternalistas que, en más de una ocasión, han dado al traste con alguna que otra idea interesante. Spielberg juega a ser maduro, pero no puede evitar que la fantasía se instale hasta en el interior de una fría y aséptica terminal de aeropuerto, y esto se puede comprobar con la determinación de un Tom Hanks (y éste sí que es uno de sus mejores papeles) por hacer de la resignación un elemento de combate silencioso. Algunas imágenes, donde este hombre atrapado por una absurdidez burocrática, retratan no más que la cotidianidad del día a día, nos traen a la memoria a aquel Chaplin vapuleado que sigue manteniendo las formas pese a todo y a fuerza de no ceder a una locura asomada desde esos inmensos planos que muestran la pequeños e insignificantes que somos.
Saludos aeroportuarios.

1/1

jueves, 24 de junio de 2010

El perfume de una flor

Hay momentos en la vida que parecen quedar suspendidos para siempre en la memoria; esto puede suceder por varios motivos, y nuestros sentidos juegan un papel fundamental, filtrando, acomodando, coloreando y ajustando lo que luego ya no existe sino únicamente en la memoria. Una de las muchas virtudes achacadas al maestro Eastwood es, precisamente, la de trasladarnos a golpe de sensaciones a muchos de esos recuerdos que, en lugar de lo que otros directores más torpes hacen (que no nos identifiquemos jamás con sus trabajos), de repente nos salpican y tornan esos momentos en jugosa felicidad. Uno de los títulos de Eastwood que más asocio con esta parrafada que me acabo de marcar es MIDNIGHT IN THE GARDEN OF GOOD AND EVIL, una deliciosa, refinada y precisa amalgama de brillantes diálogos, envidiables localizaciones y una sorna muy parecida a la que explota, por ejemplo, en GRAN TORINO. Así, podríamos dejar esta preciosa y descarnada película "sureña" muy al lado de ese juez Priest de Ford, reivindicando constantemente la sensualidad y carnalidad de Savannah mientras, sibilinamente, una compleja trama de engaños y abusos va desmadejándose tranquilamente a lo largo de sus bien distribuidas dos horas y media. Magnífico está John Cusack como el incauto escritorzuelo que se ve enfrascado en un torbellino de personajes y situaciones que parecen querer atraparle de por vida; como magnífico está Kevin Spacey, que atravesaba entonces su mejor momento, dando vida a un personaje tan ambiguo como atrayente. Un film muy "de antes", sin explosiones ni persecuciones, con una paciencia fílmica encomiable y un uso de los tiempos simplemente arrebatador. Un film que sin embargo muy pocos vieron entonces y menos apreciaron; un film al que habrá que volver ahora que Eastwood es indiscutible y sus trabajos supuestamente menores (y no creo que sea éste el caso) se disfrutan mejor con la distancia adecuada.
Saludos buenos y malos.

The ubiquitous Mr. Lovegrove

martes, 22 de junio de 2010

Alternativas

Al ternativas sobre todo porque es refrescantemente insólito encontrarte con un film proveniente de la procelosa Corea del Sur y llevarte varias sorpresas, alguna de ellas incluso agradable. Y es que ONCE UPON A TIME IN SEOUL merece ser bien diseccionada para no confundirnos en su propio eclecticismo. Antes de otra cosa, me gustaría aclarar que su espíritu (siempre dentro de cierta modestia) es aspirar a ser un blockbuster dinámico y molón, con dos protagonistas masculinos atractivos y escenas de acción adecuadamente preparadas para su lucimiento. Pero no nos confundamos, que esto no es Jackie Chan y sí que hay un buen guión sobre el que apoyar los numerosos momentos lúdicos. Hablamos de principios de los cincuenta en una capital surcoreana que se repone de los estragos de la guerra, donde las calles son controladas por las mafias y la corrupción impone su propia ley. En este marco, dos huérfanos que son inseparables crecen y trazan un descabellado plan, consistente en un gran mercado de estraperlo abastecido de los suministros del ejército norteamericano y formado por en su mayor parte por muchachos de la calle. Así, ONCE UPON... combina momentos de dramatismo, que la asemejan con la obra maestra de Leone; cierta denuncia social, con el ninguneo al que eran sometidos unos niños sin derechos; y hasta algunas (pocos, afortunadamente) inefables coreografías marciales, que sirven para que el espectador medio no se aburra y para recordarnos el tipo de producto ante el que estamos, aunque esta vez no me duelen prendas en reconocer que la nota final es bastante superior, sobre todo por sus saludables intenciones, a otros títulos que seguro todos tenemos en mente. Teniendo en cuenta que tiene ya un par de años y salió directamente en DVD, tienen una buena oportunidad de descubrir otro cine asiático, menos pretencioso e igualmente disfrutable.
Érase una vez un saludo.

Un lugar en el pasado

domingo, 20 de junio de 2010

Celo en exceso

Leo: "Coproducción Reino Unido-Francia-República Checa"; "Basada en los personajes creados por Robert E. Howard"; "Sale Max von Sydow"... Así que me arriesgo y voy a ver SOLOMON KANE. 100 minutos después confirmo: "¿De qué diablos va esto?... ¿de qué?...".
Bueno, el film del ínclito Michael J. Bassett, un extraño enamorado de la lluvia copiosa y los paisajes embarrados, y que "nos regaló" hace unos añitos aquella cosa indescriptible con el niño de BILLY ELLIOTT, es la constatación fehaciente de que hacer estas cosas en pleno Junio ¿o era Mayo? ¿o era Abril?... En fin, que es chungo de verdad, porque crees que vas a descubrir algo similar al CONAN de Milius y te encuentras con un telefilme de sobremesa donde sólo queda ver al tipo bajo el sombrero exclamar: "Te amo tanto, Alonsa María de las Mercedes"... Sí, porque SOLOMON KANE es antes un culebrón (cortito, a dios gracias) que una película propiamente dicha; porque lo que se supone trascendente (salvaciones del alma, dilemas morales y hasta el entredicho de discernir qué es el bien y qué el mal) es exhibido impúdicamente como un carrusel de feria, que es algo que sólo pueden hacer directores muy dotados (no se me ocurre ninguno vivo) para no caer en el terrible ridículo que queda suspendido en la atmósfera tras asistir a otro artefacto más de este tipo; pretenciosos y aburridos por un lado, torpes e ingenuos por otro; efectos colaterales de estos tiempos donde nada tiene sentido de existir si no es en mitad de una facturación tan rápida como el olvido suscitado nada más salir uno de la sala y sentir asomar la primera arcada.
 Y tampoco hoy nos salvamos de los saludos...

Everybody needs somebody to love

viernes, 18 de junio de 2010

Lo mismo de ayer

Ayer se lo advertí a todos y cada uno de ustedes, así que no vengan ahora con reclamaciones ni milongas.
Ya hablé en su momento de CLASH OF THE TITANS, la original; la que sin ser una obra maestra, ni mucho menos, era una gozada para aquellas irrepetibles jornadas de cine de verano; sí, aquella de la que jamás nos acordaremos del nombre de su director porque la estrella era Ray Harryhausen y aquel sensacional dominio del stop motion. Y hoy me hadado por comentar (alguna vez tenía que ser) la fallida y sobre todo innecesaria puesta al día de esta fábula pasota como ella sola a partir de cruzar la mitología griega y el cine de aventuras yanqui. Fallida porque es aburrida y porque ya nos la conocemos de pé a pá, por mucho que Louis Leterrier prescinda de la jocosidad que tenía la otra y que la hacía irresistiblemente encantadora. Innecesaria porque un presunto derroche de medios supone, más que nunca, la constatación de la terrorífica sequía de ideas mínimamente originales en la industria del entretenimiento puro y duro. El protagonista se salva porque tampoco Harry Hamlin era nada del otro jueves, pero su inexpresivo careto ya empieza a cansar un poquito tras sus "avatares" y "tecuatros"; entre los secundarios sólo salvaría a Ralph Fiennes, que realiza un digno trabajo de caracterización, mientras que Liam Neeson confirma su actual baja forma y el resto está por ahí y hace cosas entre escorpiones gigantes sobreexcitados, beduinos con cara de palo y digitalismos varios. Mención aparte tiene lo del Kraken, un bicho mu raro y mu grande que nos pegamos toda la peli esperando a que salga y que Worthington se carga en menos que canta un gallo. Total, que nada nuevo bajo el sol y que lo de ir reciclando historias pues como que no... que no sé si lo de mañana será mejor o peor, no sé, no sé...
Saludos atitanados.

Araña

jueves, 17 de junio de 2010

Por favor, sálvame...

Bueno, como reconozco que lo de ayer fue un poco a mala leche, escrito en caliente, voy a dedicar lo que queda de semana a despacharme a gusto con algunos de los estrenos recientes que he tenido que tragarme por varios motivos, principalmente porque todos, por muy cinéfilos que seamos, acabamos cayendo en la trampa y nos tragamos cuanta PYMB (pequeña y mediana bazofia) se estrena a todo trapo, con una mezcla de desgana, resignación y, claro, la esperanza de ver si la breva cae algún día.
Y el caso de THE BOOK OF ELI es, sin salir de estos parámetros, cuanto menos paradigmático. Estamos asistiendo últimamente a una preocupante representación, desde Hollywood y sus miles de tentáculos, del apocalipsis y la redención en su vertiente más sonrojantemente beatífica. Lo vimos en LEGION, lo vimos en THE ROAD y lo vemos en el film de los hermanos Hughes, que no son los Wachowski por mucho que MATRIX pueda ser la piedra angular de este último e insospechado cine ultraviolento y falsamente realista, donde los aspectos religiosos se presentan sin pudor ni comedimiento y con la figura del vengador justiciero defendiendo a mamporro limpio unos valores a punto de extinguirse. Puede que como mero entretenimiento, THE BOOK OF ELI se eleve sobre títulos similares por su aspecto de western descuidado y referencial, y funciona bien mientras no hay que explicar nada, y mucho menos qué diablos significa el dichoso libro que Denzel Washington lleva consigo y que se convierte en el insólito objeto de deseo de un Gary Oldman que, tirando de oficio, es lo mejor de un film que, pese a su gusto por la beauty violence, es ñoña y previsible en la medida que la vamos viendo venir cuando su recta final desvela una debilidad argumental sólo sostenida por una fotografía que busca obsesivamente las coordenadas formales de cierto cómic posmoderno. Lo mejor que se puede decir es que se olvida con la misma facilidad con la que se consume, así que...
... saludos de libro.

Come and get it

miércoles, 16 de junio de 2010

Las cenizas de la derrota

A ver quién se tira hoy a la yugular de quién... Tengan en cuenta que en primera instancia pensé en hacer una reseña de GRACIAS POR EL CHOCOLATE, pero finalmente me he decantado por otra que es mejor...
Bueno, vamos al cine, que es lo único bueno de hoy. En 1981, Warren Beatty quiso darle un giro de 180º a su irregular carrera y de verdad que puso toda la carne en el asador. REDS es una monumental película de casi cuatro horas, irregular, megalómana, brillante, ridícula a veces, autoindulgente y con algunos arrebatos de genio que la sitúan en un lugar poco transitado por la industria norteamericana; y esto por varios motivos bien delineados. REDS cuenta principalmente la increible historia de John Reed, que pasó de escéptico a revolucionario, que se codeó con intelectuales y criminales, que se fue a la Rusia revolucionaria por amor y terminó convirtiéndose en todo un icono del comunismo y que finalmente acabó siendo enterrado en el Kremlin, lo que no puede decir ningún compatriota suyo. El film, insisto, es tremendamente irregular tanto en fondo como en forma y plantea una primera parte algo melodramática, la de los años en los que Reed, más por una cuestión estética, descubre el comunismo y al amor de su vida (excelente Diane Keaton); Reed sufre las consecuencias de su falsa libertad de pensamiento y su amante se lía con el escritor Eugene O'Neill (excelente también Jack Nicholson), lo que da como resultado una primera hora algo folletinesca y que no hace justicia a lo que Beatty es capaz de rodar después. Sin solución de continuidad, la trama y el escenario se trasladan a Rusia, donde destacan dos aspectos fundamentales: el acertado oscurecimiento del guión, con un gran manejo de la coralidad y el sentido de lo que importa en una película y el énfasis del director en ello. Y, por supuesto, la impresionante fotografía de Vittorio Storaro, en uno de sus trabajos más recordados. De esa segunda mitad es de donde REDS extrae el anejo material que la eleva extraordinariamente, del entusiasta tratamiento de un tema, el comunismo en su punto y lugar más álgido, que sigue pasando incomprensiblemente inadvertida para los yanquis, a los que tampoco les debe interesar mostrar que hay vida más allá de Kentucky, y lo digo por las chorradas a las que nos hemos visto sometidos hoy con la cosa esa de Tom Cruise, que sigue haciendo caja.
Y... bueno, saludos pese a todo...

Fairground

martes, 15 de junio de 2010

Los juguetones

Me decían el otro día, más que nada para fastidiarme: "¿Los franceses? ¿defiendes el cine francés?... Los franceses no saben hacer ni comedias ni cine de terror... Son unos inútiles amargados...". Ejem... afirmaciones fuertes, sin duda. Y lo cierto es que en lo de la comedia estoy muy de acuerdo, porque la última peli francesa con la que me reí fue MON ONCLE, del gran Tati; en cuanto al terror, creo que la cosa ha cambiado sustancialmente en los últimos años, en los que hemos podido asistir a gran cantidad de estrenos de títulos aparentemente continuistas del sobado horror yanqui, pero que, observados con detenimiento, suponen interesantes variaciones nada acomodaticias. Y una de las cintas que más me impactó en su momento fue ILS (Ellos), dirigida al alimón por David Moreau y Xavier Palud, que con una economía de medios casi insultante, y en apenas 80 minutillos, son capaces, a golpe de ingenio, de dejar al espectador sin saber qué puede pasar a cada minuto. La trama, simple como ella sola, muestra a una pareja de gabachos que vive en Bucarest por motivos laborales y que una noche escucha unos extraños ruidos. Y ya está, porque la gracia está en mantener la tensión narrativa sin que veamos nada, sólo a los cada vez más asustados protagonistas, que se van sumiendo en un estado de psicosis creciente y que, casi sin saber por qué, han de abandonar la casa en mitad de la noche ante una amenaza que está ahí pero no se puede ver. Puede que el final, ya un poco más condescendiente con el género, sea lo más flojo por la incapacidad del tándem para pulsar la tecla final y dar con la nota adecuada de un film que extrae sus hallazgos de una buena ambientación y, sobre todo, un inteligente dominio de los tiempos, que no la hace caer nunca en el exhibicionismo visual ni dramático, algo que contribuye además a ensalzar la advertencia inicial de "Basado en hechos reales"... Si echan en falta un poco de terror inteligente, sin vísceras ni tetas al aire, alquílenla y luego me cuentan...
Sus saludos.

El anillo

lunes, 14 de junio de 2010

El fluir de la memoria

Voy a hacer hoy un extraño y casi surreal ejercicio de "meta-reseña" y, aprovechando que el mundial de fútbol (que por cierto, vaya coñazo de mundial) nos depara esta noche un Italia-Paraguay y que, aunque esta mañana en el trabajo me he hartado de desear suerte a clientes italianos (no sin algo de sorna... jeje), lo cierto es que le deso lo mejor a la selección guaraní, de donde tengo algunos conocidos. Y como este blog puede que aún siga siendo de cine, pues se me ha ocurrido sobre la marcha hablar de la que posiblemente sea la película más importante de la casi ignota filmografía de este país sudamericano. Me refiero, como habrán supuesto, a LA HAMACA PARAGUAYA, de la joven Paz Encina. Y es curioso, porque LA HAMACA PARAGUAYA es una sugerente y subyugante experiencia cinéfila, que ganó nada menos que el Fipresci en Cannes, hace cuatro años, y que supone un interesantísimo viaje tanto a un cine comprometido con la radicalidad de su forma como a lo insólito de su fondo. En un estilo descarnado y mineral, repleta de planos que superan los diez minutos de duración y que nos remiten inevitablemente a los experimentos de Albert Serra, Encina es capaz de retratar un extenso trozo de la historia de su país en los años treinta con la única narración de Cándida y Ramón, dos ancianos de los que apenas vemos algunos rasgos y que nos cuentan la larga e infructuosa espera de su hijo, que se fue a luchar a una guerra civil, al mismo tiempo que intercalan pausadas reflexiones sobre la lluvia, el calor y cómo afectarán estos a las cosechas. Cándida cree que el hijo ha muerto, al contrario que Ramón; sin embargo, una inesperada noticia dará la vuelta a una situación que en verdad parece inamovible.
No hablo pues de un cine exótico, a la manera oriental, por ejemplo, sino de un cine asombrosamente consciente de la unicidad de su compromiso formal, lo que la sitúa en ese privilegiado limbo de "exquisitas rarezas" que de vez en cuando podemos disfrutar a través de festivales y retrospectivas. Como agua de Mayo (nunca mejor dicho) esperamos desde entonces algo nuevo de su directora. Hasta entonces, me despido deseando suerte a nuestros hermanos paraguayos en el difícil envite de esta noche...
Saludos suavemente mecidos.

Cómete una paraguaya

domingo, 13 de junio de 2010

Servicio público

El título es elocuente, creo yo; apunta tanto a mi incansable labor para con la salud mental-cinéfila de este país como a los purulentos meaderos en los que nada agradable puede ni debe suceder entre micciones, defec... Perdón, perdón, que se me va la pinza...
La cosa es que, como había escrito poco en estos días, y ya he hablado hoy de una peli moderna que me gusta, no me queda más remedio que ir con una de mis advertencias paterno-filiales. Si ven una portada con un disfraz de donut y una contraportada donde pone "... la última gran comedia americana", y todo ello responde al nombre de SEX DRIVE, no lo piensen y huyan a la licorería más cercana. Porque esta basura se disfraza subrepticiamente de comedia gamberra, friki y de afilado discurso, pero yo les voy a resumir su argumento para que no se gasten las perras. Un adolescente no se come un colín, pero como está salido como el pitorro de un búcaro se busca una putilla por internet, así que coge el coche de su hermano mayor y va en busca del polvete con un tipo que también sale en KICK ASS (curiosa coincidencia) y suelta chistes sin gracia, y una muchacha de la que está secretamente colado y que sirve para que el director de esta cosa vaya enseñando muslámenes y pectoralias por doquier. Así, como si de una reajustada versión yanqui de Pajares y Esteso se tratara, nos damos cuenta de que nos han timado y nadie nos había avisado. Pero esto acaba de cambiar justo hoy. No vean esta mierda...
Saludos a toda pastilla.

Cadillac

Naturalización del costumbrismo

Sí, efectivamente; no sé si se me había escapado en alguna parte, pero he de admitir que, contra todo pronóstico, me ha encantado la versión y puesta al día de ese tipo llamado Guy Ritchie acerca del inmortal personaje creado por Sir Arthur Conan Doyle. SHERLOCK HOLMES no es sólo un lavado de cara, ni siquiera uno de tantos tristes e impersonales espectros que copan la cartelera cada año y que sólo sirven de penoso desprestigio para el original. En lugar de eso, Ritchie se coloca tras la cámara y da paso al talento interpretativo de un Robert Downey Jr. en estado de gracia, perfectamente respaldado por Jude Law y con la sorprendente némesis de Mark Strong, al que luego vimos en KICK ASS también haciendo de malo muy malo. SHERLOCK HOLMES es un producto de entretenimiento inteligente, para todos los públicos y con la dosis justa de incorrección que le permite transitar distintos territorios sin que sufran ni su endiablado ritmo ni su exquisita puesta en escena, que recrea un Londres victoriano de impecable detallismo visual. Sin inventar nada, Ritchie se ha basado con buen ojo en el cómic de Lionel Wigram y es capaz de ofrecer un jugoso relato repleto de humor inteligente, brillantes diálogos y pocas concesiones a la megalomanía, algo cada vez menos habitual en el cine comercial. Mención aparte merece la polémica composición de Downey Jr.; elogiado e incomprendido a partes iguales y que viene a engrosar la ya interminable lista de personajes que este gran actor va sumando cada año.
A mí me ha encantado, y para el año que viene ya tenemos la impepinable continuación, que promete emociones fuertes con el mítico Moriarty a la cabeza; veremos si el invento no languidece por exceso.
Saludos sospechados.

Watching the detectives

viernes, 11 de junio de 2010

Qué buenos son los padres Salesianos...

Hace poco tiempo me referí aquí a una gratísima sorpresa, una de las películas que mejor sabor de boca me había dejado recientemente. Su nombre, FANTASTIC Mr. FOX; y Wes Anderson, su director, un tipo que tengo en permanente sospecha ¿La razón? La razón es que si Anderson pretende hacer comedias, a mí no me hacen gracia; la diferencia está en que FANTASTIC Mr. FOX se despoja de tan pesado lastre porque no es tanto una comedia como un zarpazo a nuestra inteligencia fílmica. Y hoy, como no podía ser de otra manera, hablaré de otra película de Wes Anderson, y evidentemente me produce urticaria. Porque THE ROYAL TENENBAUMS oscila (como toda peli de Anderson) entre la parodia consciente, la saturación informativa y el abuso de una ironía que, a fuerza de no ser del todo refinada, termina por convertirse en un peso muerto y no en un recurso que pudiese aliviar la tendencia de este director a romper constantemente los ritmos narrativos. Muchos personajes, todos improbables, ninguno mínimamente creíble; una insufrible cascada de intrahistorias que sólo pueden hacer las delicias de unos cuantos y nepóticos snobs de mercadillo y un argumento, así a vuelapluma, tan desconcertante como algunos peinados y atuendos. Si lo que Anderson pretendía era dar una vuelta de tuerca al siempre difícil tema de la desestructuración familiar, debía haber empezado por mostrar una familia y no una urdimbre de monigotes sin sentimientos; porque puede que Anderson quedara marcado de por vida al ver THE MAGNIFICENT AMBERSONS, pero no se puede galvanizar el prodigio de Welles, caer bien y encima que pase como una cosa nueva que la gente llama "comedia intelectual". No a mis ojos, desde luego. Y, sin embargo, ésta sí que recomiendo que la vean, a ver si sacan algo en claro.
Saludos genealógicos.

Yesterday once more

jueves, 10 de junio de 2010

Saciando servidumbres

Señores productores, dejen ya de castigar nuestras últimas opciones de buen gusto; esto es: al menos no violen también a los clásicos. Sabemos que las ideas novedosas no interesan demasiado en el engranaje industrial, pero algunas cosas ya parecen de recochineo. Y es que el señor Joe Johnston, milimétrico y abnegado artesano de veintegenaria carrera, ha sido el encargado de reventarnos el mito de aquel lejano THE WOLF MAN que se estrenó el mismo año que CITIZEN KANE y THE MALTESE FALCON, y en la que George Waggner (misterioso director de corta y curiosa carrera), apoyado en el magnífico guión de Curt Siodmak (hermano de Robert), daba cuenta en poco más de una hora de las constantes básicas del horror gótico. No vamos a contar aquí otra vez de qué va la cosa, porque ya está bien la broma; simplemente me gustaría reseñar que Johnston necesita el doble de tiempo, la mitad de talento (detalle éste bien tapado por la soberbia interpretación de Benicio del Toro, que sigue ninguneado por la industria) y los habituales mondongos digitales envueltos en una oscuridad exasperante y que convierte la primera hora de esta nadería en un suplicio óptico. Allá ustedes si deciden verla, pero con un buen puñado de actores imperaba un trabajo más depurado de guión y no otro carrusel de zumbidos y personajes "tazmaníacos" correteando por todas partes. Ah, y aquí también sale la hija de Charlot desvelándole secretos de estado con cara agria a un Benicio del Toro que no se merecía esto, la verdad.
Saludos lupinos.

Hombre lobo

domingo, 6 de junio de 2010

Fusión lineal

Que todo está ya inventado, y que lo novedoso sólo puede extraerse de la fusión de elementos ya conocidos, es algo que está (creo yo) generalmente aceptado y asumido en un medio como el musical. Sin embargo, cierta incomprensible tozudez ha hecho que esta apreciación no esté del todo tan clara en el séptimo arte; y aun así, es algo demostrado y hasta irremediable: saltan las sorpresas cuando reconocemos lo que está ante nosotros. Y uno de los incipientes enfants terribles que ha dado la industria yanqui en la última década, J. T. Petty, ha asimilado esta premisa de manera impecable, lo que no asegura al 100% que la calidad final deba ser despampanante. Petty se graduó en 2001 con un inquietante mediometraje, SOFT FOR DIGGING; dirigió una bazofia de consumo rápido como fue MIMIC 3; inmediatamente después tuvo un breve periplo en los videojuegos mientras preparaba la extrañísima y (tengo que volver a verla, a ser posible con subtítulos) y jugosa S&MAN, el corto BLOOD RED EARTH y desembocar en THE BURROWERS. Y THE BURROWERS es un claro ejemplo de ese mestizaje al que aludíamos al principio. Con un esperanzador comienzo y un más que aceptable desarrollo, a base de extrañar el western con crepitantes diálogos y planos irreverentes, Petty se lanza al vacío e introduce bases del sci-fi más fancinero; sin embargo, todo lo bueno se esfuma en cuanto hay que justificar la inversión en FX y la tensión narrativa deja paso al inefable carrusel de bichos que salen de la tierra, disparos, gritos y caritas almidonadas. Sí, THE BURROWERS se deja ver apaciblemente porque es lo que es: un blockbuster correcto, con algunas cositas destacables y que puede anticipar (vean si pueden S&MAN) a un futuro director a seguir.
Saludos enterrados.

Dig

viernes, 4 de junio de 2010

Gatos salvajes

Como mañana no estaré por aquí, cerraré la semana cinéfila con una cosa de esas que suele agradar a la muchachada sin muchos picos de discusión, a ver qué pasa.
Primero, aunque supongo que lo saben, debe ir mi escaso conocimiento del proceloso mundillo del anime, probablemente reducido a las maravillas de Miyazaki y salpicado con títulos que me van llamando la atención de vez en cuando. Este es el caso de TEKKONKINKREET (sí, el titulito se las trae), que me atrajo a primera vista por ciertos cambios estéticos, que le daban un aire entre renovador y rupturista, teniendo en cuenta que, dejando a un lado la calidad global, el anime se suele repetir en sus estructuras más que el ajo a mediodía. Y la primera curiosidad es que el director no es japonés, sino un estadounidense llamado Michael Arias, cuya influencia me parece decisiva para que la entidad propia de este film brille con luz propia. Técnicamente se trata de otra virguería visual, con unos "movimientos de cámara" prodigiosos y unos diseños que rozan la obsesión por lo perfecto. Sin embargo, vamos a lo interesante, a la historia; porque TEKONKINKREET cuenta una historia realmente poderosa y esto sí que no es tan habitual. Cuesta un poco sintonizar al principio, donde hay más mareos que desarrollos, pero poco a poco el argumento se va desplegando ante nosotros y se nos muestra una ciudad atenazada por la mafia y donde un par de huérfanos defienden su territorio de forma suicida. Sí, claro que choca ver a los chavales dar saltos de veinte metros, pero es Japón al fin y al cabo, así que hay que abrir los ojos y quedarse con el intenso tempo, deudor del maestro To o del mejor Kitano, y disfrutar con lo bien que se va desenredando el ovillo hasta un final estremecedor, duro y poco complaciente. A mí, que no soy ningún fanático, me encantó; la recmendación está hecha.
Saludos por los tejados.

Let her fall

jueves, 3 de junio de 2010

Otro ladrillo en el muro

Dios se quiere cargar a la humanidad porque la humanidad es muy mala. Dos mil trillones de ángeles van a la Tierra armados hasta los dientes para cargarse a la humanidad. Hay un ángel que no está de acuerdo y que debió haber visto TERMINATOR para llegar a la Tierra... (ver foto). Hay una gasolinera en el culo del mundo, en uno de esos culos del mundo cinematográficos que, no se sabe por qué (bueno, sí se sabe, claro), siempre da la casualidad de que están en E.E.U.U. (que son unas siglas más castizas que U.S.A.). Bien, pues en la gasolinera manda Dennis Quaid poniendo hamburguesas y tiene un cocinero negro y el hijo es timorato y arregla coches y hay una camarera que está embarazada y todos sabemos que el hijo que va a nacer es ¡¡El elegido!!... Tachán tachán... Así que Paul Bettany, que es el ángel rebelde, se va a la gasolinera para defender a los habitantes de la gasolinera y así conseguir que la humanidad, aunque haya sido muy mala, se salve del ataque de los dos mil trillones de ángeles a base de ráfagas de ametralladora y poner tablones en las ventanas...
Bien, estoy seguro de que, al leer esta apresurada sinopsis, ustedes habrán pensado: "Coño, qué radical es este tío. Si es muy entretenida". A ver, la película es tal y como he resumido, una tontería sin trascendencia alguna y que tiene la extraña virtud de arrancar sonoras carcajadas en momentos que deberían ser de terrorífica tensión. Una lástima, porque el pazguato de Scott Stewart, que además firma el guión, cuenta con dos magníficos actores (Quaid y Bettany) que hacen lo que pueden y que son lo único salvable de esta broma; da pena verlos perdidos entre tanta morosidad intelectual. Ah, creo que una considerable cantidad de gente habla de cosas como "el legado de John Carpenter"... lo que no deja de ser un insulto para joyas del séptimo arte como THE THING o ASSAULT ON PRECINCT 13. No la vean, váyanse a una piscina o atraquen un sex shop, que les va a cundir más...
Saludos legionarios.

Mi nombre es legión

miércoles, 2 de junio de 2010

Culos cansados

A ver. Primero debo decir que no conocía el cómic de Mark Millar, lo que a priori debería ir en mi beneficio, siempre y cuando la película cumpliese las expectativas, que por lo leído en diversos blogs no eran precisamente bajas. Lástima, porque KICK ASS es incapaz de salir de su propia absurdidez formal; se toma tan poco en serio a sí misma que le falta ese nexo tan necesario que la debe unir inexorablemente a cada espectador, y especialmente al que se enfrentaba a esta cinta sin andamiajes ni premisas. KICK ASS es (y me voy a olvidar de la curiosa coincidencia fonética) KILL BILL para la chavalería; un producto pensado y ejecutado para que un montón de gente vaya a los multicines y pueda decir sin sonrojo alguno que también ve cine de calidad, así que no sólo se engaña a sí misma sino que dejará un orgulloso reguero de pseudocinéfilos acogotados por la enésima historia convencional vestida de incorrección política de instituto. Ahora lo bueno. Y lo bueno es que KICK ASS, a fuerza de reírse de todo el mundo, introduce casi sin querer algunos elementos que elevan su nivel total por encima de productos similares. Por ejemplo el personaje de la niña, que es capaz de desestabilizar cada plano por la extrañeza que produce, mientras que Nicolas Cage realiza su penúltima autoparodia. Lo cierto es que podríamos hablar de un nuevo caso de esquizofrenia creativa, pues toda la parte del tipo que le da nombre al film poco o nada tiene que ver con los desastres naturales creados por Hit Girl y su dulce arsenal. No voy a caer en el tópico del entretenimiento, porque claro que es entretenida, y ese es su (escaso) bagaje para no destrozarla y dejarla justo donde se merece: en los multicines. Otra cosa ya es desbarrar y ponernos a hablar de posmodernidad y esas cositas... y me niego, la verdad; que ya tengo bastante con la que están dando por ahí con el final de "Perdidos"...
Saludos pateados.

Alive and kicking

martes, 1 de junio de 2010

La libertad no existe (as we know it)

Aun con todos sus defectos, su indolente carga de ingenuidad, sus interminables licencias y sus inenarrables interpretaciones, lo cierto es que EASY RIDER sigue siendo un icono, una especie de monumento a la libertad cargado de tantas imperfecciones como estupendas intenciones. De hecho, es tan mítica, que ha sido capaz de eclipsar hasta el día de hoy a la que es la gran obra maestra de Dennis Hopper como director, OUT OF THE BLUE. Pero hoy había que hablar de EASY RIDER por muchos motivos, así que intentaré resumir como mejor pueda esta auténtica ida de olla que Hopper filmó en estado de alucinación (según sus propias palabras), que comienza con toda una declaración de intenciones; un arranque que conviene no perder de vista para poder explicarnos luego los tiempos muertos y el descacharrante final. Porque está muy bien lo de los cowboys motorizados que lo flipan en comunas, cogen a los hippys en la carretera y fuman porros como si bebieran agua. Está muy chula la cazadora de Peter Fonda y su Chopper y sus Ray-Ban y su peinado a lo Eastwood; y también se sale Hopper disfrazado de Buffalo Bill, anticipando su "Fordiano" reportero y riéndose de la vida. Pero recordemos que ambos maromos le venden un montón de droga mexicana nada menos que a Phil Spector, y que con el dinero se van camino del MardiGras a ponerse ciegos y esas cosas. Así que Hopper (saludablemente, creo yo) no se olvida del poderoso caballero y lo coloca en la cúspide de este relato de indecisiones y diferencias que tiene tanto de Monte Hellman como de Samuel Fuller y que anticipaba a un tal Tarantino (otra referencia más). Desde luego, sin ser una mala película ni mucho menos, está un pelín sobrevalorada, su uso de los temas musicales es insoportable y tiene más lagunas que Rajoy hablando de la crisis, pero merece la pena volver a cabalgar con estos dos estrafalarios Quijote y Sancho Panza, igual que ver a Nicholson desoxidarse el hombro a base de Jim Beam. Eran otros tiempos...
Saludos, Denny, donde estés...

Ride

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!