viernes, 18 de marzo de 2022

El cinéfilo ilustrado #9


 

Era inevitable que Peter Bogdanovich filmara una película como NICKELODEON ¿Y quién si no? ¿Quién iba a ser capaz de glosar desde el presente (el de 1976) las luces y muchas sombras de la gestación de eso que damos en llamar "cine"? Hay dos corrientes que recorren la espina dorsal de este excitante viaje por la epidermis e intestinos de lo que entonces apenas era sopa primordial. Por un lado está el film en sí, una hilarante comedia física, en la que Bogdanovich implementa un genial juego de espejos involuntarios, convirtiendo la peripecia de un grupo de personajes en material fílmico palpable y reconocible. Casi todos son outsiders en busca de una oportunidad, algunos con más talento que otros, y que rápidamente son absorbidos por uno de aquellos incipientes "tiburones", lo que con el tiempo llamaríamos productores, y que olieron en el cinematógrafo un negocio lucrativo y poco costoso. Ahí, el film es una gozada, una especie de "meta-slapstick", que homenajea a ese cine primitivo con una mirada de rendida inocencia. Pero hay más, un extraño trazo de amarga melancolía, que difumina la comicidad y nos devuelve de un plumazo a la realidad. Todo ello bellamente sintetizado en una coda final, que presenta a ese grupito de entrañables fracasados (con autoguiño incluido a PAPER MOON), tras comprobar que sus "películas" han sido masacradas por el productorcillo de turno, extasiados ante el estreno de EL NACIMIENTO DE UNA NACIÓN, en una escena que nos revela contundentemente el significado de esa palabra tan maltratada que es "autor".
Increíblemente ignorada para su valía real.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!