miércoles, 16 de marzo de 2022

Los gritos del silencio


 

Los que ya tenemos una edad, recordamos aquella gala de los oscar'86 fundamentalmente por una cuestión. La Academia americana, es cierto, nos tiene acostumbrados a los premios "teledirigidos", en los que se intuyen todos esos trabajos "descaradamente oscarizables". De su gusto son los niños, ancianos, amateurs o discapacitados, sean estos reales o figurados, y abriendo el debate sobre los profesionales de larga carrera, que se ven incapaces de competir contra tanto efectismo. En aquel año, digo, una joven de 21 años, sin experiencia en la interpretación, ganó el oscar a la mejor actriz, y hubo quien aplaudió, pero hubo quien frunció el ceño. CHILDREN OF A LESSER GOD es una película correcta, sin más, pero con un as bajo la manga, indisoluble de su carácter conductista, del que es incapaz de distanciarse en sus dos horas de melodrama romántico, que lo sería del montón si su joven protagonista no fuese sordomuda. Marlee Matlin está bien, por supuesto, pero aún me parece superior el titánico esfuerzo de William Hurt, que realiza su interpretación prácticamente en lenguaje de signos, y componiendo uno de esos personajes tan suyos, con una ambigüedad difícil de encontrar en actores principales hoy día. Es, insisto, un film que se ve sin agobios, y que visibiliza (a su manera) el conflicto interior proveniente de una incomunicación que se intuye más autoimpuesta que causal. Uno de esos títulos míticos de los ochenta (ochenteros, los llamamos), y que hoy día puede hacer aflorar alguna risita involuntaria... Qué se le va a hacer...
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!