sábado, 19 de marzo de 2022

Rojo blanco


 

Hay dos debuts insoslayables en BODY HEAT. Uno, cantado, el de un Lawrence Kasdan en la cresta de la ola, firmando algunos de los guiones más importantes de los últimos 50 años, y que demostraba aquí que como director estaba dotado, además, de una voz propia y reconocible. El otro es, desde entonces, uno de los mitos eróticos más arrebatadores de todos los tiempos, y eso que Kathleen Turner, que hizo su primera película ya con 27 años, jamás quiso encasillarse como tal. En mitad de tales columnatas, lo cierto es que William Hurt, que tampoco era un actor súper conocido, es el contrapeso perfecto para este noir (nada de "neo") viscoso, resbaladizo, húmedo como las camisas de sus protagonistas, o como sus intenciones más ocultas. El film se desarrolla en Florida, y no por casualidad, porque el calor y la humedad cobran la misma importancia que la red de mentiras, deseos, tentaciones, crímenes y cosas aún peores, que componen esta exuberante historia inteligentemente trenzada por su superdotado creador. La química entre Hurt y Turner es explosiva, eléctrica, y nos pone frente a nuestros deseos más ocultos, aquellos que tememos realizar pero a los que ansiamos acceder. Tan sólo la larga introducción, en la que ambos se conocen, es un manual de instrucciones para cualquier aprendiz de guionista. El resto, brillante, mordaz, y tan meticuloso, que sólo le encuentro un pequeño fallo en una resolución que me deja alguna que otra duda, pero sería hilar finísimo en un film prodigioso en su ejecución, y del que me guardo desvelar casi nada, porque el placer consiste en ir tirando poco a poco de una madeja más enrevesada de lo que parece.
Y bueno, la música de John Barry... pues eso.
En mi opinión, una película impresionante.
Saludos.

No hay comentarios:

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!