miércoles, 12 de julio de 2023

Raoul Walsh. Escribir la Historia #40


 

La gran virtud de SALTY O'ROURKE recae en el estupendo guion de Milton Holmes, que llegó a estar nominado al oscar, y que endereza con gran oficio todos los problemas derivados de una producción en la que la Paramount parecía empeñada en imponer cualquier criterio eventual. Por ejemplo, un casting desacertado, en el que un pétreo Alan Ladd no consigue coger las riendas de un personaje demasiado ambiguo, para ser un héroe o puede que un villano. El segundo problema era la escasa química con Gail Russell, cuya exótica belleza tampoco se ajustaba a su personaje, una profesora de zapatos planos. Ni siquiera remonta Stanley Clements, un cómico muy popular en los cuarenta, que iba sobrado de carisma pero con registros muy limitados. Ellos son los tres pilares que componen esta historia ambientada en el mundo de las carreras de caballos, donde se mueve O'Rourke, que intenta saldar una importante cuenta con un oscuro corredor, para lo que recluta a un joven y díscolo jockey, el único capaz de montar al indómito caballo que ha adquirido. Todo parece ir bien, hasta que el joven se encapricha de la profesora que le han asignado para completar su formación. Quizá no hubiese hecho falta tanta excusa argumental, porque lo más interesante es la injerencia formada por este trío de sentimientos equivocados y raramente coincidentes. En definitiva, un film correcto, incluso mejor de lo que parece, pero con pocos argumentos para permanecer en la memoria cinéfila.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

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