viernes, 14 de julio de 2023

Películas para desengancharse #111


 

A Adrian Lyne le debemos la posibilidad de ver una película sin que realmente estemos viendo cine. Llamémoslo publicidad, videoclip o algún tipo de inducción mística, mediante la que accedemos a algún plano desconocido, donde las leyes del montaje o el guion han desaparecido, para dar paso a ese estado hipnótico y mesmerizador proveniente de la dimensión desconocida. Todo ello es fundamental para entender qué diablos es FLASHDANCE, piedra angular de cómo vaciar la carcasa narrativa e introducir un poliespán sonoro y visual tan atractivo como finalmente imbecilista. Ni las motivaciones de esa muchacha que suelda acero de día y baila en un club de noche, ni el más que cuestionable romance exprés con el jefe de obra, ni unos secundarios que parecen haber surgido de ese plano del que hablábamos antes, y ni siquiera (y esto es mucho peor) una banda sonora que trasciende lo omnipresente para ir directamente a ser lenguaje para sordos, los que disfrutan no enterándose de nada. Súmum del horterismo ochentero, a Moroder le dio un oscar, a Lyne la posibilidad de repensarse como director de películas, a Jennifer Beals un estrellato tan efímero como icónico, y a millones de espectadores un caramelo envuelto en brillantes colores, que se disfruta mejor con un cardado oscilante por un ventilador fluorescente...
Es lo que es, y lleva cuarenta años siéndolo.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!