Hoy día, no es aventurado afirmar que una de las señas más reconocibles del cine actual más corrosivo y crítico, al menos en su vertiente más desencantada, la encontramos en los primeros títulos de Denys Arcand, uno de los "irreductibles" del cine canadiense. Gran parte del nuevo cine rumano está ahí, con sus planos elaborados, personajes multidimensionales y multitud de capas metatextuales; también autores tan premiados como Ruben Östlund o Alexander Payne, que de diferente forma se han nutrido de sus demoledores informes sobre el estado de las cosas. En ese sentido, podría haber incluido otros títulos suyos más conocidos, pero me parece que JÉSUS DE MONTRÉAL contiene todos los ingredientes para que una "nueva audiencia" se desenganche de vicios propios y adquiridos. Con la excusa de una modesta obra de teatro, auspiciada por una parroquia en busca de atraer feligreses, uno de los más prometedores actores acepta el reto, a cambio de tener independencia creativa. El resultado es un fascinante ejemplo de vanguardia, que casi sin pretenderlo pone en solfa las miserias de la iglesia en particular y la sociedad en general. Así, Arcand propone un vistazo a nuestra hipocresía de todos los días, encarnándola en un actor que, como un Jesucristo trasplantado a un tiempo que no entiende, rechaza las tentaciones de fama o riqueza, mientras aboga por la dignidad de sus compañeros y la integridad de la obra original. Puede ser una experiencia epatante, tanto como irritante, pero me atrevo a decir que no les dejará indiferente, tanto si ya la habían visto como si no.
Pujante y actual, merece la pena darle un vistazo.
Saludos.
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