Vista hoy, parece una broma que algo como COCOON arrasara en taquilla. Eran otros tiempos, los ochenta, donde bastaban unas maquetas, algunas luces, gente mirando para arriba y una fanfarria con clarinetes para levantar un film de ciencia ficción con poco de lo primero. Ya la premisa era descabellada, con unos extraterrestres que custodiaban el secreto de la inmortalidad en forma de ovoides submarinos, tan sólo para que un grupo de septuagenarios los descubriese y flipase al ritmo de Michael Sembello. Yo sólo les voy a hacer una recomendación: si la vieron en su momento y aún conservan algo parecido a un buen recuerdo, no se arriesguen, no piensen que todo (nunca mejor dicho) es susceptible de envejecer bien. Tiene algunas escenas de verdadero cringe, y algunas actuaciones que redefinían el concepto "circunstancial", como el de la hija de Raquel Welch. Aun así, piensen en que aquel 1985 logró alzarse con dos estatuillas, una para un entrañable Don Ameche, la otra para unos efectos visuales que hoy día se ven con una mezcla de estupor e indulgencia.
Es menos importante de lo que nuestra memoria sentimental suele otorgarle.
Saludos.
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