El mecanismo es ingenioso, lo suficiente como para desviar la atención, implosionar la trama y "artefactar" cada diálogo, cada plano, casi cada toma. Es jugoso repensar desde ya cada película de Wes Anderson como entes independientes, aunque íntimamente conectados ¿Todo para conformar la "gran ópera" de su creador? Si es así, THE LIFE AQUATIC WITH STEVE ZISSOU encadena en su mecanismo lo mejor y lo peor de su cine, pero lo hace conscientemente, y eso le otorga un grado de impacto en la memoria visual. En su estructura de caja de muñecas, Anderson idea a su protagonista, un sosias de Cousteau, para hacer saltar por los aires la manera de contar una historia... incluso la suya. Zissou es un farsante, pero no sabe que lo es... o sí. Su tripulación le sigue ciegamente... o lo odia. Su mujer lo desprecia... pero siempre le saca de un apuro. Su hijo ha aparecido con 30 años... pero ni siquiera sabe si lo es. Para redondear, su gran compañero, con el que rodó unos fastuosos documentales marinos, ha sido engullido por un exótico tiburón jaguar... Bueno, esto no podría ser exacto; de hecho, sus documentales parecen "ligeramente trucados". Exaltación al cartón piedra, a la tramoya como concepto, a la expresividad de la inexpresividad, al encanto de lo impostado, es el propio Anderson quien se ha desenganchado de su hallazgo, creyendo que ahora tiene algo más que decir más allá del plano estático, de los verbos homicidas, de los Fred Perry en subrayado. Los optimistas dirán que ha evolucionado, pero es demasiado metatextual, incluso para un señor que ha hecho del escorzo su rasgo fundamental.
Saludos.
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