lunes, 17 de julio de 2023

La era del pollino


 

No es de extrañar, cuando la ventana principal a la "realidad" consiste en algoritmos tendenciosos, historiales binarios o noticieros de sucesos altamente amarillistas. No, no lo es, porque no se crea una corriente de pensamiento, sino un caldo de cultivo, un repugnante bazofio de pseudopensamientos con alto grado de autoestima. Así las cosas, se da cancha a burriciegos con retraso cognitivo profundo, pero el nudo de la corbata impecable o la laca obturando alveolos; se les anima, sin más, a que dispongan la primera imbecilidad que se les ocurra desde su opinión-pithecus. En LIGHTYEAR, hay una escenita que viene a durar minuto y medio, en el que la compañera del protagonista le informa de su próximo compromiso sentimental, con la "extraordinaria particularidad" de que será con una persona de su mismo sexo. Una anécdota en mitad de una película, por otra parte, tibia y rutinaria, como un desganado e ineficaz puente entre varios de los títulos mayores de Pixar, y que aporta poco más allá de una buena factura técnica (algo que ya se da por supuesto) y un entretenimiento con mínimos chispacillos de ingenio. El problema es que se habla de lo otro, de políticos vetando, censurando, enarbolando una superioridad moral que no sé quién carajo se la ha dado.
Yo, humildemente, y dejando claro que he estado ligeramente por encima del aburrimiento, me cago en todos sus muertos, a ver si les doy un motivo para ofenderse de verdad...
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!