THE DRILLER KILLER es el debut en la dirección de Abel Ferrara, que ya en aquel temprano 1979 daba sobradas muestras de su talento, tan desajustado a cualquier canon como repleto de soluciones visuales. Ferrara siempre ha sido un outsider, un paria de la industria, un enfant terrible que se atrevía a iluminar los rincones de un New York que casi nunca aparecía en los estándares del luminoso Hollywood. He aquí un film sórdido, autista, de trama tan simple como hermética, fiando su impertérrito argumento a una interesante observación de los modos y costumbres de los fondos más bajos de la ciudad, que sirve como estrambótica excusa para ilustrar la espiral de locura en la que cae el protagonista (el propio Ferrara), un pintor sin éxito, que malvive en un cochambroso apartamento junto a dos chicas. Casi como una rudimentaria metáfora, el tipo se obsesiona con un taladro por motivos inexplicables, e inicia una cadena de asesinatos gracias a otro descubrimiento... una batería portátil, por supuesto. Sí, a quien sea ajeno a la densa obra del neoyorquino, le puede resultar una obra pretenciosa en su economía de medios (apenas 20000$), o un mero corolario de aquel NYC de finales de los setenta, en los estertores de los clubs y la inagotable pecera repleta de grupos de efímera trayectoria. Ni una cosa ni la otra, porque Ferrara siempre ha ido por cuenta propia, desde un slasher punk hasta su thriller psicopático y católico, la deconstrucción del mito de Scorsese o su última locura de escritura dodecafónica, biopic descontrolado inclusive.
Sí, es rara, punkarra, bordeando el desastre y abrazando lo amateur desde el control de las "claves de razón práctica". Es Abel Ferrara, y va a ser difícil que haya otro que se atreva a tanto...
Saludos.
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