jueves, 17 de noviembre de 2022

Y los sueños, sueños son


 

Soy de los privilegiados que puede jactarse, orgullosamente, de poseer la colección completa del Sandman escrito por Neil Gaiman desde hace 30 años; en mi opinión, uno de los comics más importantes de todos los tiempos, y por varias razones. Es comprensible, por tanto, la súbita excitación al saber que se preparaba al fin una versión de dicha colección en pantalla. Se ha elegido el formato serie, y aunque bien podría haber sido autoconclusiva, se sabe ya que THE SANDMAN tendrá una esperadísima continuación en próximas fechas, dado el excelente recibimiento obtenido. A mí me ha encantado, sobre todo la cuidadísima fidelidad al cómic, alentada por la indispensable supervisión del propio Gaiman, que ha logrado que no se escapase un solo detalle de las viñetas que imaginó junto a Mike Dringenberg y Sam Kieth (habría que hacer un aparte para las magistrales portadas de Dave McKean). Está todo, desde la cautividad de Morfeo a cargo del nigromante llamado Roderick Burgess a la epopeya de éste para recuperar su yelmo (construído con una espina dorsal), su bolsa de arena y el rubí que contiene todo su poder, que le llevará hasta el mismísimo infierno (creo que el único capítulo ligeramente desaprovechado). A partir de ahí, Sandman comienza a reconstruir su reino tras un siglo de ausencia, y es donde Gaiman distribuye las "interzonas", minihistorias de gran valor literario, y que trazan el semblante de su protagonista y Los Eternos, formados por él mismo y sus herman@s, Muerte, Deseo, Desesperación, Delirio y Destino. Está el espeluznante capítulo (con un David Thewlis tenebroso) en el que John Dee "utiliza" el rubí en una cafetería. El poético viaje a través del tiempo, en el que Morfeo comprende al fin el cometido de su hermana Muerte, otorgando la inmortalidad a un hombre, con el que se encontrará cada cien años en el mismo lugar. O la coda final, con el temible Corintio rebelándose ante su amo y creador, y que desemboca en una inenarrable convención de asesinos en serie. Una auténtica gozada, con el sorprendente Tom Sturridge haciendo suyo un personaje francamente difícil de abordar, y que debería formar parte desde ya de lo mejor de la ficción televisiva, tanto para los que llevamos años amando la obra cumbre de Gaiman, como para los que se acerquen a ella por primera vez. 
Y me gustaría acabar con un inciso, porque yo mismo he recelado infinidad de veces de lo absurdo de doblegar una obra ante los designios de la inclusividad, pero es que Gaiman escribió The Sandman a finales de los ochenta, y lo realmente novedoso era descubrir que, más allá de la heteronormalidad imperante en los comics de superhéroes, aquí la raza o el género era algo totalmente accesorio y simbionte. Lo digo porque lo sé de primera mano.
En definitiva, no es una obra maestra porque no se sale ni un milímetro del original, pero ello la dota de un encanto muy especial.
Véanla.
Saludos.

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