En las antípodas del film de ayer, THE LAIR de Neil Marshall, que se pudo ver en Sitges, es un artefacto tan desprejuiciado y libérrimo, que cuesta no esbozar alguna sonrisilla cómplice, mientras los clichés, guiños y referencias se van agolpando en esta serie "muy B". Da la impresión de que Marshall es capaz de rodar mejor, pero o no ha querido o no ha podido; lo primero porque en el fondo es un tipo ajeno a la absurda etiqueta de "reinventor del género", y lo segundo porque se trata de una coproducción modesta, a la que hay que alabar que siempre ponga toda la carne en el asador. Es la típica película con soldados enfrentados a seres sobrenaturales (o del espacio, vaya usted a saber), con un montón de mamporros, disparos, chistes malos y licencias a más no poder. La diferencia con cualquier subproducto catacumbero, es que Marshall sabe dirigir, cuenta con un buen montaje, y a estas alturas va camino de convertirse en una especie de Carpenter para la siguiente generación. Y no me resisto a esbozales la sinopsis: una piloto del ejército británico es derribada en un desierto de Afganistán. Tras enfrentarse a un grupo de talibanes, se refugia en un antiguo búnker ruso, donde descubrirá que no está sola y que sus perseguidores son su menor problema. De la cosecha propia, Marshall rescata esbozos de DOG SOLDIERS o THE DESCENT, mientras es inevitable acordarse de obras mayores como ALIEN, LA COSA o, sobre todo, DEPREDADOR, de la que vendría a ser una hermanastra capidisminuida. Para entendernos, es un entretenimiento muy tontorrón, que no engaña a nadie, y que salva más de una tarde aburrida. Si no se quiere pensar mucho, es perfecta; si no, es una bobada.
Saludos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario