viernes, 11 de noviembre de 2022

Performance


 

FLUX GOURMET viene a decirnos, sobre todo, que una película como ésta sólo la puede hacer Peter Strickland. No sólo por su carácter excéntrico, dedicado a hurgarse, masturbarse en su circunstancia estética una y otra vez, sino por otra cuestión que a mi parecer la sitúa entre sus mejores obras. Srickland consigue algo muy difícil y muy estimable en esta descacharrante orgía de platos exquisitos, performances musicales extremas, flatulencias y dilemas ocultos del pasado. Esto es, contarnos una historia plenamente coherente, donde lo extravagante nunca prevalece sobre lo que realmente importa, ahondar en los caracteres de un grupo de personas, que sólo parecen encontrar algo de estabilidad confluyendo a través del arte. El argumento nos traslada hasta una mansión, donde una enigmática mecenas decide "adoptar" a un grupo musical, al tiempo que los introduce en su exclusiva sociedad culinaria, repleta de códigos internos, con los que tendrán que convivir varios meses, mientras todo queda registrado por un "escribiente". Las actuaciones son extraordinarias, y no omiten ningún detalle, por escatológico que pueda resultar; y la interrelación entre los personajes termina siendo el perfecto contrapunto, obviando la arrogancia artística y dejándonos ante esos fantasmas del pasado, a menudo la única llave para comprender nuestro presente. 
Una película, entiendo, no apta para paladares abotargados, pero que es tremendamente disfrutable si se le pilla el punto exacto, momento en el que deja de ser un festín excesivo y sí un delicado retrato emocional.
En Sitges tampoco sé si fue comprendida del todo.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!