domingo, 2 de octubre de 2022

Rincón del freak #522: La ingenua, la mariposa, las amazonas, el garrulo, la mucama y el padre que nunca fue


 

Varios motivos han confluido para decidirme por el film de hoy. Hace apenas un mes fallecía Just Jaeckin, director improvisado e impensable, en realidad fotógrafo metido a erotómano impenitente, y que tuvo una carrera realmente corta, pero que curiosamente siguen manteniendo una inusitada vigencia para legiones de fashionistas, cinéfilos de poca exigencia general, que elevaron a los altares a un cineasta, por otra parte, obsesionado con el ideal de una feminidad sometida, empoderada solamente por su influencia hipnótica sobre una cohorte de machirulos y señoros, de los de sofá de escai, copa de balón y cuello almidonado bajo chaqueta de tweed. GWENDOLINE (THE PERILS OF GWENDOLINE IN THE LAND OF THE YIK YAK) fue su último trabajo, y un fracaso tan rotundo que lo desconvenció de su misión erotizadora de cualquier género, ya para siempre. Y es curioso, porque en otras manos (de hecho, alguien debería ponerse a la tarea), el atrevidísimo y adelantado a su tiempo comic de John Willie ("The adventures of Sweet Gwendoline"), podría haber sido una bomba de relojería, con su mezcla de aventuras, fetichismo y sátira burlesca, que lo ha mantenido como un raro icono por y para iconoclastas de raigambre. A mí me da que a Jaeckin le dieron un presupuesto boyante, pero que se lo gastó a mitad del proyecto, porque el inicio (con un tufo a Indiana Jones sospechoso) tiene un nivel aceptable, y nos pone en órbita de la excéntrica peripecia de esta joven, junto a su inseparable asistenta, que parte hacia las ignotas tierras del Yik Yak, acompañadas ambas por un aventurero al que literalmente obligan a ello. Tras la mezcla de artes marciales, damiselas en apuros y chistes picantones, Jaeckin se refugia en las carnes de aquel proyecto de estrella que fue Tawny Kitaen (que también falleció prematuramente el año pasado), rodeándola de un sinfín de modelos despojadas, hasta desembocar en un delirante final, donde ya el presupuesto había volado, y donde no he podido más que derramar una lagrimilla al ver a la grandísima Bernadette Lafont ganándose las lentejas como podía.
No es, sin embargo, tan terrible como uno podría pensar. La música de Pierre Bachelet es estupenda, y se puede disfrutar si se tienen cero prejuicios, o si uno gusta de ver una cuerda de señoras en pelota picada, ora amarradas, ora dándose de leches.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

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