martes, 25 de octubre de 2022

Nevará un día


 

Para hablar de LA HIJA, es absolutamente necesario hacerlo también del cine de Manuel Martín Cuenca, que sigue facturando películas de gran altura sin necesidad de alinearse en modas o modismos. Martín Cuenca es un señor que hace cine, cuando la mayoría se ha olvidado de lo que significa esa palabra, justo en el momento en el que la mayoría de gente que cree hacer cine, en realidad se escuda en no sé qué enésima crisis para, sin más, ir de cabeza a la trituradora de las plataformas, por si no nos habíamos dado cuenta. LA HIJA es un relato paciente, incluso moroso, que se toma su tiempo para ir modulando su retorcida trama, fechando cada detalle, dejando que sea el espectador quien tome las decisiones morales, que aquí son muchas, y no siempre agradables de digerir. Sin ningún tipo de preámbulo, nos situamos en una apartada casa rural, a la que llega Irene, que con quince años se ha quedado embarazada en un centro de menores, y que ha aceptado un controvertido trato. Irene se quedará a vivir con Javier y su mujer hasta que tenga el bebé, y entonces se lo entregará a ellos voluntariamente y así tener la oportunidad de comenzar una nueva vida, al tiempo que realiza el sueño de esta pareja, que no puede tener niños. Sin embargo, algo no termina de encajar. Javier trabaja en ese centro, y la chica confía en él, pero no en su esposa; además, el padre del bebé está a punto de salir de la cárcel, y la policía continúa buscando el paradero de la chica desaparecida. 
La película es un ejemplo de contención bien entendida, de resortes que aparecen siempre en el momento adecuado, invitando al espectador a querer saber qué va a pasar a continuación, aun sabiendo que el desenlace se encamina hacia una tragedia que se intuye terrorífica. Un final antológico, que cierra brillantemente el film y que es una lección acerca del uso del fuera de campo como pulsante de suspense. Javier Gutiérrez está magnífico, y la jovencísima Irene Virgüez, titubeante al principio, se adueña de dicho final con grandes dosis de carisma.
No me ha sorprendido tanto como debería, porque a Martín Cuenca (otro de esos grandes outsiders del cine patrio) le vengo siguiendo desde hace bastantes años, pero sí es una confirmación en toda regla de su gran talento como cineasta empeñado en iluminarnos esos rincones oscuros donde no nos atrevemos a mirar en nuestra cotidianidad.
Saludos.

2 comentarios:

ricard dijo...

Coincido en que Manuel Martín Cuenca es un excelente realizador.

Saludos.

dvd dijo...

A mí es un director que me interesa muchísimo desde hace mucho tiempo.
Un saludo.

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!