Hay muy poco que yo pueda aportar a THE BIG TRAIL, excepto decir que es un monumento al séptimo arte, una joya invaluable filmada en 1930, estableciendo todas las constantes futuras del western de amplias miras, que fue el verdadero descubrimiento de John Wayne, o que se adelantó casi un cuarto de siglo al Scope, incluso afrontando el dilema de que la mayoría de salas ni siquiera estaban preparadas para un formato así. Hoy día, somos muchos los cinéfilos que nos seguimos rascando la cabeza, mientras nos preguntamos cómo lo hizo. Nadie lo hizo antes, y son muchos los que lo hicieron después. Walsh acababa de perder un ojo en un accidente, y lo que se le ocurre es embarcarse en esta colosal superproducción, que nos narraba la odisea de un numeroso grupo de colonos, que ha de cruzar nada menos que cinco mil kilómetros para encontrar la tierra prometida. Lo que se le ocurre es filmar grandes angulares en exteriores, con más de dos mil extras, estampidas a tiempo real, travellings de persecuciones, la bajada a base de poleas por un cañón o la penosa travesía por el desierto. Wash nos dejó esta maravilla para que sigamos deleitándonos, con un dominio brutal de cómo han de entenderse los momentos de épica con los intimistas. Si toda la segunda parte (de un total de dos horas) está concebida en la ruta, la primera me parece una presentación de personajes antológica, en la que todos están perfectamente delineados en un carrusel que funciona gracias a un extraordinario montaje.
Y bien, sólo esto es lo que puedo decir, lo que no es poco ni mucho menos.
Obra maestra absoluta.
Saludos.
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