THAT EVENING SUN es uno de esos títulos sepultados por el tiempo, que no obtuvo una distribución adecuada y hoy día resulta casi inencontrable, pese a contar con poco más de una década. Con un tono que la acerca inevitablemente al último Eastwood, extrae la mayoría de sus aciertos de la tremebunda actuación del veterano Hal Holbrook, en uno de esos papeles alejados de cualquier épica, y que se expone con sensible vulnerabilidad. Él es un anciano que literalmente se escapa de la residencia donde le ha llevado su hijo, y se marcha hasta la vieja granja familiar, donde descubre con estupor que una familia se ha instalado; de hecho, la peor familia posible. Holbrook compone un personaje entrañable, pero también amargado por circunstancias que sólo iremos vislumbrando a medida que le vamos conociendo. Un hombre obstinado, con la tozudez que tienen los poseedores de la verdad absoluta, y que no puede entender este rocambolesco giro que le obliga a quedarse en una miserable cabaña, mientras maquina la forma de expulsar a los inesperados inquilinos. El film, basado en una historia corta de William Gay, da donde duele, y no es precisamente condescendiente con sus personajes, recrudeciendo el enfrentamiento, y transformándolo progresivamente en un duelo lleno de odio y rencor. Por contra, Teems se regodea en exceso en imágenes recurrentes, que ralentizan la narración y aportan poco al avance de una trama que podría haber sido más amable, pero también más terrorífica.
Aunque sólo sea por disfrutar de una de las últimas actuaciones de su protagonista, merece la pena, pero aviso de que hay que bucear profundo...
Saludos.
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