viernes, 28 de octubre de 2022

La estética y la estática


 

Acto I: Plano arriesgado, inserto en un estupendo plano secuencia estático. Se llega a la estética por lo inesperado, que irrumpe sin pedir permiso. Una iglesia (después sabremos que se trata de Testigos de Jehová) es repentinamente incendiada con los feligreses dentro. La estética se impone, y la directora, primeriza, es incapaz de resistirse a invocar a Tarkovski (véase ilustración).
Acto II: Consecuencia avasalladora de un inicio igualmente avasallador. Conocemos a la protagonista, de pasado incierto, sumisamente integrada en una comunidad plegada a sus inamovibles creencias. La estática vuelve, y el error, esta vez, es traer a Haneke en un diálogo que se nos presenta terrorífico, amoral, un punto de no retorno.
Acto III: El dilema. Quien no puede forzar la psicología necesita hacerla carne. Si no puedes explicar un estado anímico, muestras el trauma con un plano estático de cinco minutos que termina por ofender más que el siguiente, en el que el invocado, esta vez, es Gaspar Noé. Una violación filmada a tiempo real, ni más ni menos. 
Acto IV: El fracaso de la dialéctica. No por anunciado, pero la desaparición de la figura marital sólo evidencia el trazo grueso, y desemboca en un diálogo sin un solo pinchazo genuino. Aquí la invocación es burda, no hace falta que les hable de Bergman, porque me parece insultante.
Acto V: Ni siquiera el fantástico podrá doblegar el daño ya hecho. Lo que faltaba era rematar con Dreyer, aunque en reversa. Y lo que no puede erigirse como discurso irrefutable, termina como beatitud impostada, venganza ridículamente mesmerizada. El epílogo no hace prisioneros. O crees en él con una fe incuestionable o te arriesgas a que alguna neurona deje de funcionar como hasta entonces...
El film, georgiano, de una debutante. DASATSKISI (COMIENZO).
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

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