AMOR PROPIO, de 1994, es un título menor, como de transición o encargo, que sin embargo tiene algunos momentos de audacia fílmica, al hibridar Camus su metronómico guion con la deliciosa desfachatez de José Luis Cuerda, a la hora de hacer hablar a los personajes en este curioso artefacto, casi precursor de un cierto tipo de cine negro patrio, pero que por entonces no era ni mucho menos normativo. Hay dos puntales en la historia de un director de banco que desaparece un día, y al otro se descubre que ha perpetrado un enorme desfalco, haciendo desaparecer, entre otras cosas, los ahorros de miles de personas, que ahora piden explicaciones al perder su dinero. Por un lado está esa misteriosa desaparición, que empieza a mover piezas en todas direcciones; pero sobre todo emerge la figura de su mujer, que aparece como una pobre desdichada, acosada por los afectados, pero cuyo personaje va poco a poco virando la situación hacia su lado. Y es extraño, porque inmersos como estamos en esta fiebre del empoderamiento femenino, no tengo constancia de que a principios de los noventa, en este país se pensara en ello como deriva dramática. Más allá de la anécdota, el film remonta por lo que remonta, por el esforzado trabajo de sus responsables, y porque la trama logra mantener en vilo al espectador, justo hasta que llega el tramo final y a alguien se le va la cabeza, y el desenlace parece casi de culebrón venezolano. Está Verónica Forqué haciendo de ella misma, Antonio Resines como un antipático hermano vago y manipulador, Anabel Alonso como la querida analfabetita ("querida" no por lo estimable), Antonio Valero como el desaparecido (así que buena elección), Tito Valverde de señor de provincias un poco rarete y amortiguado de carácter, y Ramón Langa con bigotón dando vueltas por ahí... Yo sigo pensando que si la hubiese dirigido Cuerda lo mismo la hubiese hecho mejor. Menos seria, pero mejor...
Saludos.
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