Si hay una película que ha dividido la opinión este año en Sitges, ha sido VIOLATION, ópera prima de los canadienses Dusty Mancinelli y Madeleine Sims-Fewer, ésta última también protagonista, y probablemente el objeto principal de la polémica. Sea tanto desde su argumento, como por su resolución, y muy concretamente algunas decisiones formales, es complicado alinearse con un film que ejerce una especie de "filosofía a martillazos", más desconcertante cuando se imbrica lo zafio con lo bello. Y es que tendríamos que definir el porqué de ciertas alusiones estéticas, cuando éstas aportan poco a la comprensión de una historia que va triturando a su paso la narrativa misma, en pos de lo único que le interesa: justificar un estado mental discutible en base a un acto indiscernible. Este acto es "reflejado" (por decir algo) en una escena escamoteada en lo visual, por lo que resulta estomagantemente tramposa, cuando no directamente cómplice de lo que me parece puro hooliganismo. Y lo es porque luego hay dos películas más, la que se recrea en planos de la naturaleza, supongo que para enjundiar su raquítico guion; pero también la descaradamente exhibicionista, plasmada en escenas de violencia explícita, tanto que su efecto no es el esperado, y en lugar de escandalizar deja a las claras que cualquier intento de justificación no tiene validez alguna. En los tiempos del #MeToo, es curioso comprobar cómo los balazos a quemarropa de un Scorsese, o incluso los métodos del slasher más infantilista, le hacen menos daño a la lucha feminista que esta incomprensible ceremonia del ojo por ojo, que ni siquiera tiene el valor de exponer un ojo por ojo justo, sino que deja en la conciencia de cada uno que forzosamente exista un posicionamiento. Una lástima, porque hay algunos momentos de cine francamente interesantes, pero que quedan sepultados bajo ese, insisto, indefendible exhibicionismo.
Saludos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario