Se nos olvida que todo el mundo tiene un pasado, mediante el que se pueden explicar cosas que se nos escapan vistas desde una perspectiva más cercana. James Wan, que ha ido forjando una reputación como valedor de algunas interesantes franquicias del cine de terror, es a menudo discutido por su estilo, indisimuladamente conductista, y deudor de una estética que los más optimistas creían ya desterrada. El caso es que Wan tiene en ese pasado cosas tan inexplicables como DEATH SENTENCE, o la puesta al día de ese cine de justicieros urbanos que celebraba el fascismo de las armas, sin hacerse una sola pregunta al respecto. Es, afortunadamente, un título que ha quedado muy al fondo de la filmografía de este señor, pero que utilizaba la misma insoportable estética que le dio a conocer en SAW, y anticipaba ese pandillerismo imbecilista de los de FAST AND FURIOUS. Una película tan mal montada, que parece un montón de insertos ensamblados sin ton ni son; y con un Kevin Bacon sobreactuado y directamente imposible de creer, en el papel de un padre de familia corriente y moliente, que se convierte en una especie de Charles Bronson, pero coreografiado. Una tontería como otra cualquiera, y otra oportunidad para seguir desmitificando el cine de este señor, al que cada vez se le ve más el costurón de hilo malo.
Saludos.
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