Con THE CARD COUNTER, Paul Schrader confirma el buen estado de forma de su prosa, y de paso actualiza algunas de sus obsesiones creativas más recurrentes. Schrader crea un Travis Bickle más sereno y equilibrado, pero también con un pasado que por esclarecido queda aún más horrendo. Intencionalmente compleja, oscura y serpenteante, la trama se apoya en un colosal Oscar Isaac, en uno de esos papeles que deberían quedar grabados en nuestra retina durante décadas; un imperturbable jugador, de métodos grises, infalibles, nada ambiciosos, pero al que atormenta un pasado en el ejército del que nunca ha podido desprenderse. Su trayectoria es marcada por tres encuentros, alguno más fortuito que otro, pero con varias razones que los hace interconectarse misteriosamente. Una vieja amiga, que ahora busca a jugadores profesionales para que muevan el dinero de inversionistas; un tipo que da conferencias sobre sistemas de seguridad, y que parece la encarnación de todos los demonios que arrastra; y por último, un joven que le hace una sorprendente propuesta, que amenaza con desestabilizar su mundo por completo. Es una película sobre el juego, pero también sobre la imposibilidad de redención, con la única salida de intentar borrar cada día un trozo de ese infierno. Y Schrader filma en crudo, con esa cosmovisión tan particular, que humaniza a sus personajes y nos los arroja para que les juzguemos, y puede que hasta les podamos perdonar.
Magnífica película.
Saludos.
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