Uno de los pocos títulos verdaderamente notables de esta edición de Sitges, creo que ha sido la australiana NITRAM, angulosa y esquiva recreación (si es que puede llamarse así) del sangriento tiroteo ocurrido en 1996, en el pequeño pueblo costero de Port Arthur. Justin Kurzel emprende un doble reto francamente meritorio, pero muy difícil de hacer llegar a un público que no esté versado en historias difíciles, o dificultosas. Por un lado, parece imposible no pensar que nos están mostrando el corolario de posibilidades por el que un ser humano llega a convertirse en un monstruo. Es sutil, nada afectado, con un magnífico manejo de los tiempos narrativos, tan sólo para que tengamos ante nosotros a Martin, el niño que se quedó en los 11 años, que disfrutaba encendiendo bengalas y petardos a cualquier hora, que movía el volante a su padre mientras conducía, y jamás aceptaba un no por respuesta a sus lunáticas ocurrencias. Sobre todo porque es el mismo que encuentra el único espacio de paz junto a otra persona "al borde", y eso habla de la desatención en los problemas mentales, o de no saber o no poder escuchar a quien lo necesita. Pero claro, Martin andaba ya casi en los 30, y su improbable pareja moría en un accidente provocado por él mismo, y su padre lo haría al enterarse de que no podría comprar la finca con la que llevaba años soñando. Su precario mundo de ritos establecidos y falsos deseos se iba viniendo abajo, ante la desencantada mirada, vacía como una cáscara, de su madre, la única que podría atisbar al monstruo. Caleb Landry Jones, habitualmente indefendible, hace de su extraña economía de medios una virtud (premio al mejor actor), y compone un inquietante e inabordable retrato del asesino indetectable, hasta que es demasiado tarde. Complementan unas estupendas Essie Davis y, sobre todo, la gran Judy Davis, en un alarde de contención dramática. Una película atípica, sobre una matanza real, pero que prefiere no mostrar la consecuencia, y sí bucear profundamente en las posibles causas. Y aun así seguiremos sin entender del todo, porque no se puede dar una explicación racional al horror...
Sólida y sorpresiva.
Saludos.
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