lunes, 8 de noviembre de 2021

Haz turismo


 

Sólo un debutante puede cometer torpezas que acaben dando al traste con una propuesta altamente interesante. Le ocurre a James Ashcroft en COMING HOME IN THE DARK, que también se presentó en Sitges para cubrir la cuota de historias truculentas, que de un modo u otro intentan dar explicación a una violencia sin sentido. Es inevitable escindir este film en dos vertientes, porque así lo elige Ashcroft, que no llega a decidirse por un solo tono, por mucho que la película adopte desde el principio el sonido de un mazazo sordo; físico, sí, pero también emocional. Sin querer desvelar mucho, lo cierto es que no hay mucho misterio, y el grueso de la historia queda meridianamente claro desde sus primeros 20 minutos, un tramo desconcertante y que sugiere la pregunta de cómo diablos mantener el interés durante una hora más. Se trata de una familia normal que se dirige hacia un lugar de vacaciones, y que en una parada se encuentra con dos extraños, cuyas siniestras motivaciones parecen claras, pero que en realidad persiguen un objetivo más oscuro e intrincado. No logro imaginar si el film habría sido mejor sin este logos de turbia moralidad, porque entonces estaríamos ante un slasher más, y aquí hay otros desvíos argumentales. Funciona como retrato del horror nihilista, pero se desinfla al caer en una tendencia del cine actual: no dejar cabos sueltos bajo ninguna circunstancia.
En Sitges pasó casi de puntillas, pero habrá que seguir la pista a este cineasta, al que le queda un inmenso margen de maniobra.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!