El tercer Goya se lo dieron a Verónica Forqué un poco de aquella manera. Primero porque puede que MOROS Y CRISTIANOS sea la peor película de Berlanga, pero también porque era el segundo que se llevaba ese mismo año y por un papel demasiado menor (por muy coral que fuese el reparto) y gracias a una anécdota que ella misma ha contado posteriormente, que fue improvisar un acento argentino de cosecha propia. Anécdotas aparte, la odisea de la familia Planchadell y Calabuig, propietarios de una fábrica de turrones en horas bajas, en busca de promoción en la capital del pelotazo, parece más un mosaico mal remendado de algunos grandes títulos de su autor, que me da que apenas pretendía un mordaz homenaje a los usos y costumbres valencianos. Hay muchos planos secuencia, efectivamente, pero la mayoría insustanciales, y llegado el momento es prácticamente imposible saber hacia dónde va a ir el film, transformándose en una sucesión de gags, a cual menos memorable. En aquel inmenso reparto, no era Forqué de lo peor, teniendo que soportar a unos desnortados Andrés Pajares y Pedro Ruiz como unos impenitentes caricatos. Ni siquiera a Fernando Fernán Gómez se le ve cómodo en el papel de patriarca, por no hablar de una Rosa Mª Sardá a la que no le clavan ni el doblaje. Están magníficos, en cambio, Agustín González y José Luis López Vázquez, posiblemente los dos únicos que le cogieron el aire a esta comedia sorprendentemente apagada, para tratarse de un guion firmado por Azcona. El tiempo no la ha tratado bien, y ni siquiera se le ven las habituales correspondencias que siempre han actualizado la obra berlanguiana.
Un saludo.
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