En clave de poema indescifrable, rugoso, extrañado, con tinta que no se seca nunca, Claire Denis filmó en 2001 una de las películas de terror más inclasificables que he visto jamás. TROUBLE EVERY DAY podría ser explicada como un vampirismo enfermizo, patológico; la sed de sangre como enfermedad, locura sin sentido ni cabida en lo cotidiano, o, yendo aún más allá, una pulsión secreta acerca de los deseos que obligamos a permanecer en la oscuridad. Como narración, el film es raquítico hasta lo primario; como experiencia sensorial, Denis demuestra que posee ese toque diferencial, de pintora de exquisita sensibilidad. El equilibrio es complicado de digerir, y no consigo, tras algunos visionados, entrar por completo en esta esquizoide fábula entre Cronenberg y Grandrieux; o me quedo corto, o se queda corta. Si por el contrario, usted es de los que disfruta entre visceras y cunilingus, al ritmo elegantísimo de los Tindersticks, estará en el sitio indicado.
Saludos.
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