Las resacas son lo que son. Yo no suelo tenerlas, pero conozco la sensación, el galvanizado de las células, los músculos apaleados, los sabores como amargo ruido blanco. Las fiestas traen resacas, como los vientos tempestades, o la tranquilidad guerra súbita. Si será un buen año se dirimirá por lo fuertes que sean los olvidos, no por recuerdos que no queremos que vuelvan. Ha sido un año para olvidar, porque no hemos podido olvidarnos del anterior, y es mucho acumular, como se acumula la nieve a la puerta de las casas suecas. Por eso me acordé de algo, un cine sueco que no se lograba decidir por bucear en las profundidades bergmanianas o festejar lo muy libres que se sentían al soñar con mallorquinas sensaciones. Jörn Donner era una rara avis, y se murió el año pasado, por cierto. No era sueco, sino finlandés, amigo personal de Bergman, quien le presentó nada menos que a Harriet Andersson, y llegó a compaginar el cine con la escritura, la política y la diplomacia. Y también filmó sobre esas resacas en las que terminas casado sin saber por qué, como en BAKSMÄLLA, que a ratos parecía indagar en las "escenas matrimoniales", y seguidamente recreaba coitos en hora punta. Mientras, la nieve acumulándose fuera, las amantes inglesas buscando la ropa, y ese anillo que no se sabe cómo llegó hasta ahí, como un vendedor de seguros despistado, o un San Bernardo inflado a huesos. Es ahí cuando te das cuenta de por qué en algunas culturas son imprescindibles las saunas...
Saludos.
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