lunes, 3 de enero de 2022

Porque somos lo que somos


 

Hay películas que se te agarran al alma y no te sueltan. Películas que hacen que sigas amando el cine como nunca, y que mantengas inquebrantable la fe sobre el arte de contar historias. Ya habían pasado unos cuantos años, pero la suposición era certera: C.R.A.Z.Y. es una de las mejores películas de lo que llevamos de siglo. Y lo digo ahora, que me doy cuenta del excepcional narrador que se nos ha ido. Jean-Marc Vallée glosa toda una epopeya vital a través de los ojos de su protagonista, y de paso nos confronta con nuestras gilipolleces y agobios, sin caer en tremendismos pero con una sensibilidad extrema, sumamente emocionante. Y dura dos horas que pasan en un suspiro, y tiene algunos de los personajes mejor dibujados que he visto en una pantalla. Y su uso de la música es magistral, y su sinceridad le impide caer en ningún cliché, como si lograra salir ilesa tras bailar un vals sobre un campo de minas. Y si dijéramos que su argumento gira en torno al descubrimiento de la homosexualidad, nos quedaríamos cortos, a años luz de la gran cantidad de temas con los que se atreve Vallé. Es una oda al desgarro familiar, al desapego, al amor sin etiquetas, a la emoción de estar vivo cuando toca estarlo, y a otra cosa que no sé poner en palabras, pero que podría ser descrito como plenitud. Una auténtica maravilla, que te hace pasar de la sonrisa (incluso la carcajada) al nudo en la garganta, y una gozada para quienes nos refugiamos en la música cuando nadie más nos entendía. Somos así, y no cambiaremos...
Muchas gracias, señor Vallée. Allá donde esté, nunca le estaremos suficientemente agradecidos.
Obra maestra absoluta.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!