No se me ocurre mejor manera de culminar todo este batiburrillo que nos hemos traído por aquí con lo de las inteligencias artificiales, que con una película muy poco inteligente y muy artificial, uno de esos hitos a la inversa, capaz de llevarse por delante más de una carrera, y que ha quedado casi como un meme gigante invocado desde la prehistoria. Nadie debería ver JOHNNY MNEMONIC sin haber leído un poco de William Gibson, al menos para comprender el valor incalculable de cómo un hombre era capaz de adelantarse varias décadas a su propio tiempo. El estrépito de Robert Longo (videoartista, que ya nunca volvería a inmiscuirse en terrenos cinematográficos), no es que no roce el visionario universo de Gibson, sino que lo patea sin miramientos y lo convierte en un desquiciado despropósito, un tontísimo compendio de lugares comunes que pretende convencernos de que aquello podía ser esto. Y entiendo que para un espectador de 1995 la experiencia visual podía tener su gracia, pero todo lo apoteósico va revirtiéndose en escatológico; es como un refrito de BLADE RUNNER para dummies, o un adelanto de las bondades de aquel internet noventero, que usaba decenas de cables para poder ver una imagen en un par de horas. Ni siquiera creo que llegue a la categoría de videoclip, porque los hay de una factura muy superior. Baste decir que otro actor habría quedado tocado del ala para siempre, pero curiosamente parece que el único que se tomó esto en serio era el propio Keanu Reeves, en un papel simple y llanamente hostiable.
Si son de los que, como yo, se gastaron los cuartos en su momento para verla en pantalla grande, creo que me entenderán...
Terrible.
Saludos.
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