viernes, 22 de abril de 2022

El cinéfilo ilustrado #14


 

La jugada de TEXASVILLE era demasiado obvia para salir bien. No se le puede negar a Bogdanovich todo el derecho del mundo a acometer una secuela de su película más famosa, reverdecer viejos laureles y, por qué no, colocarse de nuevo en el disparadero. El principal problema es que TEXASVILLE es una película engañosa desde su mismo cartel promocional, que nos invitaba a imaginarnos un romance otoñal entre Duane y Jacy, con lo que de comercial tendría volver a Cybill Shepherd y Jeff Bridges, ya maduros, retomando lo que en su momento era completamente imposible. Nada de eso, porque queda claro que la intención del guion de Bogdanovich era seguir destrozando a sus personajes, con más canas pero las mismas inseguridades, los mismos errores y los mismos perdones, y todo exactamente en el mismo lugar, no ya físico, sino directamente sentimental. TEXASVILLE debería ser mejor, precisamente por transitar el camino opuesto a cualquier comedia romántica; tras sus ajetreadas dos horas, la sensación que queda es la de una historia desganada, contada a trozos, como sketches que ya nos sabemos de memoria, y ni siquiera su dramático final logra su objetivo, que no es otro que imbricar al cine en la cotidianidad humana, como sí quedaba de manifiesto en LA ÚLTIMA PELÍCULA. El recuerdo que tenía de ella era más bien tibio, y volver a verla muchos años después sólo lo ha confirmado.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

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