Si el tono lo es todo, hay un error imperdonable en THE EYES OF TAMMY FAYE, El mismo que lo hace pasar de un retrato ácido e inmisericorde a una atolondrada y masajeadora (e incomprensible, insensata) hagiografía. El tono lo compone el personaje, y el personaje no tiene un solo asidero desde el que reflexionar sobre su propia circunstancia. Estamos hablando de gente que se lucraba vendiendo humo, menos que humo, una salvación rancia, un confort dispuesto desde el autoengaño. Como comerte una bomba de chocolate con una Coca-Cola light, o como imitar a Betty Boop atiborrada de Ativan. Si había un subtexto en este (tele)film, yo no me he enterado; si había una crítica a la repugnante imbecilidad de los telepredicadores, a mí me ha parecido que conllevaba su poquito de condescendencia venial ¿Dónde deja esto a los millones de abducidos que aflojaron sus carteras mientras le vendían su parcela celestial? La única respuesta que se me ocurre está, efectivamente, en el tono, aquí disfrazado de gorgoritos atonales, jerseys pelotilleros y maquillaje enfático, tanto que el oscar a Jessica Chastain debía haber estado repleto de agradecimientos y adláteres.
O parafraseando a la propia Tammy Faye: si se salva, se salva por los pelos.
Saludos.
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