jueves, 18 de julio de 2024

Acercarse a la llama


 

Las casas comunales en los barrios periféricos, donde se arracimaban los aspirantes, personajes que revolotean, a veces sin sentido, derrochando sus sueños en las piruetas de noches inacabables, exaltando la posibilidad de que mañana, siempre mañana, sería el gran día para llegar a la Arcadia, Hollywood. En uno de ellos se encuentra un joven y ambicioso pintor, educado en Yale, que se abre camino más por medrar con los "pequeños magnates" que por su talento real; y por otro, una eterna aspirante a actriz, hija de un payaso olvidado, ni tan joven ni tan bella, pero con ese aura que desprenden los malditos, los hechizados, capaces de atraer a su alrededor a ricos y desharrapados, cowboys, enanos y, en último término a gente sin amor. Sobre todo esto versa THE DAY OF THE LOCUST, intensísima, libérrima e imposible adaptación de la devastadora novela de Nathanael West, que mostrando muy poco de aquel Hollywood de los 20 y los 30 trazaba un implacable mapa de mortales, dioses y polillas danzando demasiado cerca de la llama más brillante. Y es una pena que el guion de Waldo Salt no logre en ningún momento apresar la poesía, de lentejuelas, mierda y alcohol, de la obra original, sobre todo porque el británico John Schlesinger realiza un despliegue de facultades impresionante, saltando de los momentos íntimos al barroco de grandes espacios, que, efectivamente, otros han copiado impúdicamente en su "Babilonia" personal. Gran elenco, amplísimo, repleto de actores y actrices que dan forma a este sobrecogedor tratado sobre el patetismo como trastienda de la fábrica de sueños. Y sobre todos ellos, un actor enorme, cuyo personaje aparece nada menos que a los cuarenta y cinco minutos, pero es pieza clave para entender la deriva de esta desmesurada historia. Donald Sutherland encarna a un hombre sin luces, de ningún tipo, que también por unos instantes cree haber dado con algo parecido a la felicidad, pero cuando se da cuenta de que no son más que otro montón de polillas a punto de quemarse es demasiado tarde. Desconozco la anécdota, pero no debe ser casual que su nombrer fuese Homer Simpson...
No es una obra maestra porque es destartalada casi conscientemente, pero su tramo final está al alcance de muy pocos directores. Reivindicarla es de justicia.
Saludos.

2 comentarios:

Teo Calderón dijo...

Pues no sé yo si mi opinión sirve para reivindicarla. Me parece una película (que pude revisar hace casi un cuarto de siglo) esperpéntica, histérica, desigual, con momentos de apabullante brillantez formal, a través de ña cual se nos da una feroz y satírica visión de acusados tintes negros (diría que con las pinturas de Goya como referente visual) de aquella pretérita jungla hollywoodense en los años treinta del pasado siglo, desde el punto de vista de los perdedores. En su día, la empresa fue coronada, creo recordar, con un sonado fracaso en taquilla.
Un saludo.

dvd dijo...

Estoy bastante de acuerdo contigo,aunque al menos nos ha servido para desenmascarar a Chazelle. Es posiblemente una de las películas con la estructura más indigesta de la historia, pero juegan en su favor la fiebre y la pesadilla,y el personaje de Surherland,claro...
Un saludo.

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!