Es imprescindible no desmarcarse de la importancia de la trascendencia despertada por la figura de Pierre Goldman durante los años en los que se convirtió en contradictorio adalid/mártir de cierto sector de la izquierda francesa. El desconocimiento en nuestro país de esta figura también juega en contra de un film tan aferrado a sus códigos internos como LE PROCÈS GOLDMAN, centrado en el tumultuoso juicio a un personaje excesivo y contradictorio, que nunca pretendió ser ejemplo de nada (fue un famoso atracador de bancos), pero defendió obstinadamente su absoluta inocencia cuando fue acusado de asesinar a dos mujeres en el asalto a una farmacia. Es, en esencia, una típica película de juicios, sostenida por la intensa interpretación de Arieh Worthalter, y que acierta al identificar sutilmente los intereses ocultos de sectores afines a la extrema derecha para literalmente crear un monstruo, enclavarlo en aquella izquierda intelectual, y apuntarse una victoria más política que judicial. Nada ha cambiado, y tristemente seguimos teniendo ejemplos de este tipo cinco décadas después, en una Europa que se arroja a las fauces del fascismo con ingenua insensatez. Goldmanera orgulloso, altivo, impertinente, pero tocaba el nervio que más duele al señalar a los verdaderos culpables del sistema. Murió tres años después de salir de la cárcel, y nunca se supo la identidad de su asesino. Vean esta película no como un reto o una venganza, más bien como un espejo que refleje nuestra triste actualidad.
Saludos.
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