REPTILE es una película a la que todo le viene grande. La solemnidad enfundada, aprendida ya de otros mejores, al menos más arriesgados. El ritmo proveniente de esa circunspección, que subraya lo lento como interesante, pero sólo sirve para alargar hasta dos horas y cuarto una trama que... La trama, dos puntos. La trama es un señor deambulando, como cansado, incluso zarandeado, sobrepasado. La perfecta analogía de este thriller que se empeña en embarullarlo todo, entiendo que para disimular un argumento con más agujeros que un queso de esos con agujeros. Es la típica historia de cine negro, pero mal contada; con sus sospechosos y sospechas que, vaya, no van a ninguna parte, porque nadie miraba en la dirección correcta. En realidad, todo podría y debería haberse simplificado desde el arranque, que no está mal, pero parece ideada por un trilero al que le adivinan la bolita. Está Benicio del Toro, menos mal, porque hace lo que puede para resultar creíble en este émulo de tantos títulos que te van viniendo a medida que ves la impericia y, aún peor, la convicción de que se pueden atar todos los cabos en apenas diez minutos finales que son el colmo de la premura inusitada y para entonces transfigurada en un mamoneo de los de época. No sé a qué se quiere parecer, pero no lo consigue en ningún momento; ahora, seguro que para lo que ofrece Netflix puede oler a caviar. No lo es.
Saludos.
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