lunes, 22 de julio de 2024

El triunfo del mal


 

Hablemos de lo extraordinaria que es WERCKMEISTER HARMÓNIÁK, de cómo Béla Tarr sublima el sobrecogedor texto de Krasznahorkai, para construir una película que, con claridad meridiana, expone cómo el mal más abyecto surge del modo más inesperado, adueñándose de los mediocres y aniquilando a los inocentes. No es más, ni menos, aunque haríamos mal en detenernos en el virtuosismo del maestro húngaro, y donde debemos detener la mirada es en la simetría (ampliamente bien/mal) construida en torno de Janos, el inocente, que encuentra la armonía celestial en una taberna repleta de borrachos, que admira el callado trabajo de artesanos y sirvientes, que escucha sin comprender al descreído musicólogo, que vendría a representar su faceta oscura. Lo que supone el desastre definitivo proviene de varios acontecimientos. La llegada de la tía, con una fatídica misión, y la surrealista función ambulante, consistente en una gigantesca ballena disecada y un misterioso personaje "El Príncipe", que ejemplifica lo peligroso esa "propaganda invisible", capaz de penetrar por cualquier rendija en cuanto una sociedad se descuida. No se me ocurre una película tan certera para representar el fascismo desde su concepción más primigenia, tan terrible en su evocación de la derrota de quienes defienden la libertad (la que no cae como saliva de comisuras satisfechas), tan bella y tan difícil de mirar. Su tramo final nos pone en una disyuntiva complicada de digerir, pero es verdad que hay que tener entendederas, y eso siempre ha sido doloroso...
Aldabonazo de lucidez sobre una Europa podrida.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!