Una de las películas que con más fuerza han retumbado, a lo largo ya de dos décadas, en el festival de Sitges es KAIRO, de Kiyoshi Kurosawa. Una apabullante cinta sobre los fantasmas, qué son, qué significan, o qué hacen exactamente cuando se presentan ante los vivos. Más que un film de terror, el guion, del propio Kurosawa, recrea un ambiente plomizo, apesadumbrado, como una antesala depresiva que lleva a sus personajes a literalmente perder el deseo de vivir. Estos fantasmas deambulan como presencias o ecos, fijados en manchas en las paredes, reflejos en las ventanas o incluso archivos dañados en un entonces incipiente internet. Es una película única, difícil de ubicar, pero poseedora de una visión hermética y fascinante. Un tratado sobre qué significa estar muerto en un mundo de vivos, y cómo es imposible establecer una comunicación, más bien, con lo que una vez fuimos... o lo que terminaremos siendo.
Perturbadora, mucho más que terrorífica.
Saludos.
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