El capricho más indefendible, siempre es aquél que proviene de las posturas irreflexivas, tanto como de un proceso de insatisfacción permanente, y nunca sometido a la autocrítica. Así dicho, es un encabezado demasiado frío para un asunto tan candente como el "amor loco", que suele ser el mejor y el más breve. Lubitsch lo entendió a la perfección, y de ahí que sus comedias tuvieran una apariencia frívola, pero escondieran esa "sorprendente redención" para sus zarandeados personajes, casi siempre superados por sus propios deseos. El más evidente homenaje a esa manera de entender el cine, las historias, lo hizo Billy Wilder en 1957, y aún se permitía un volteo más a estas historias de enredos amorosos, en los que merece la pena hurgar para encontrar una mirada más honda, retorcida y, en último término, aguda de las pasiones humanas, sus porqués y sinsentidos. LOVE IN THE AFTERNOON podría durar apenas una hora, que es lo que necesita Wilder para presentarnos el colapso entre dos mundos contrapuestos: el de la dulce, adorable y virginal Ariane (Audrey Hepburn más frágil que nunca), y el socarrón, imperturbable y un poco ajado playboy, Frank Flanngan (Gary Cooper esforzándose por encajar donde nunca lo hizo). La película es larga, porque hay una progresión constante del guion, muy sutil y agazapada tras la apariencia de comedia romántica, pero que fuerza a sus protagonistas a metamorfosearse en lo contrario de lo que suponemos que son. Ella, que estudia chelo y no sabe nada de la vida, entra en shock ante ese hombre maduro (aunque moral y emocionalmente inmaduro), que posee toda una lista de conquistas y no permanece demasiado tiempo en una misma ciudad. El personaje interpretado por Maurice Chevalier (que hubiese bordado el de Cooper) es quien provee la excusa por la que ambos se encuentran. Se trata de un detective especializado en infidelidades, y resulta que Flannagan es su más frecuente objetivo (por motivos obvios); hasta que un marido despechado resuelve acabar con el playboy, y Ariane, que en realidad es la hija del detective, siente el impulso de salvar la vida a un hombre que no conoce, dando pie de manera absolutamente ingeniosa al juego de equívocos y malentendidos.
Ni de lejos es una obra maestra, y tiene un problema evidente de ritmo, sobre todo para engarzar la comedia delirante con lo que de verdad subyace en su interior, que es una reflexión sobre la futilidad y ligereza con la que a menudo juzgamos, miopes, a quien se nos pone delante. Eso por parte de él, pero ella tiene aún menos justificación, y de no ser ese ser adorable y luminoso, la tildaríamos poco menos que de "loca del coño"...
Buena y reivindicable película, en todo caso.
Saludos.
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