WIENER-DOG, que cuenta ya con cinco años, es el último trabajo hasta la fecha de Todd Solondz, aunque se está ultimando su nueva y esperada película, muy probablemente para finales de este mismo año. Se trata de una especie de "fin de ciclo" (aunque sea ésta casi una constante), o un compendio-homenaje- explicación a prácticamente toda su filmografía anterior. Un simpático perro salchicha oficia de nexo inesperado entre un grupo de personajes (algunos ya conocidos), mientras pasa de mano en mano, de un niño que ha superado un cáncer a una crecida Dawn, que trabaja como veterinaria; la novia de un estrafalario artista conceptual llamado Fantasy, o un director de cine frustrado y amargado, que se gana la vida dando clases, mientras espera eternamente que le acepten un guion. Probablemente sea su película más compleja, y no es fácil entender sus claves "en seco", por lo que me parece imprescindible una revisión a la obra anterior antes de ponerse con ésta. Fragmentada en una serie de episodios, sin mayor conexión que este perro, protagonista mudo e impasible, pero nuevamente muestra la faceta más amarga y desencantada de su autor. Solondz comprende lo destructivo que es el campo de minas de las emociones, y ofrece un ramillete de personajes sombríos, derrotados, incapaces de dotar de un sentido sus heladas vidas. Desembocando en una de sus mejores reflexiones, una estupenda Ellen Burstyn descubre sus ojos mientras mira, no el final de su vida, sino algo mucho peor: todas las posibles vidas que podría haber tenido, y que han venido tan sólo para decirle adiós para siempre...
No la vean si han tenido un mal día.
Saludos.
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