martes, 12 de octubre de 2021

El abismo siempre devuelve la mirada #7


 

Al contrario de la negativa recepción que obtuvo por gran parte de la crítica, DARK HORSE no me parece tan terrible. De hecho, hay un interesante giro a la hora de confrontar los problemas derivados de esa querencia por aposentar una obra en base a sus "variaciones". En esta ocasión, Todd Solondz se centra casi exclusivamente en la figura de Abe, cercano a los cuarenta, que aún vive con sus padres, trabaja en el negocio familiar, conduce un Hummer amarillo, viste de Ralph Lauren y colecciona muñequitos del Toys'r'us. Lo que denominaríamos un cruce entre hijo de papá, nerd ignorante y, aquí en España, cateto de ciudad. Abe conoce a una chica en una fiesta judía, pero ella no comparte su entusiasmo y padece una depresión crónica agravada por una hepatitis. Aun así, las ensoñaciones sobre esa posible vida futura junto a la mujer de sus sueños van apoderándose del relato, y llevándolo a un desenlace realmente nihilista. Los personajes en el cine de Solondz nunca son sólo personajes, sino que sirven como instrumentos para datar un estado de las cosas, o realizar un diagnóstico de sociedades enfermas; sin juzgar necesariamente, pero sin evitar tocar la herida donde más duele. Y es posible que DARK HORSE no haya sido bien entendida, precisamente por suponer un cambio sustancial en la narrativa de su autor, más preocupado aquí de alambicar deseos y frustraciones del hombre sin atributos, que de provocar al espectador de mente ordenada. Para ese desempeño, no es casual la elección de Jordan Gelber para el papel principal, un conocido actor de musicales, al que le va como anillo al dedo la difícil tarea de hacernos accesible un personaje tan ingrato como, a veces, incluso desagradable e indefendible.
Muy interesante giro en una cinematografía compleja de adscribirse a posibles experimentos formales.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

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