La premisa de LIFE DURING WARTIME es clara. En esta ocasión, Todd Solondz se limita a observar cómo ha pasado el tiempo sobre los personajes de HAPPINESS, y el resultado no puede ser más desolador. Lejos ya de sus puntos de vista sarcásticos, la amargura se impone, mostrando a unas personas en búsqueda constante de la felicidad, pero con todas sus convicciones y asideros seriamente dañados. No hay un solo vencedor, únicamente gente recogiendo escombros, como esa constante alusión a los ataques terroristas, y de la imposibilidad de perdonar a quien nos ha destrozado la vida. Una película circunspecta, llena de fantasmas, con diálogos que queman de tan corrosivos, y con el único defecto de una falta de homogeneidad en el relato, que a mí me suscita la reflexión de un Solondz más preocupado en captar la expresión justa, la que nos revela esa retahíla de conciencias castigadas, más que de realizar una narrativa congruente. Quizá no se pueda ir más allá, y ni siquiera se deba.
Saludos.
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