He llegado casi un año tarde a THE MANDALORIAN, la gran sensación en formato serie de dos marcas tan universales como Disney y Lucasfilm, y a las que ha revigorizado de una forma que no sé si sus responsables esperaban tan contundentemente. Y en mi caso, curiosamente, son sus dos hándicaps los que me han hecho reencontrarme con un disfrute genuino, y que ya creía definitivamente desterrado. Como ustedes ya saben, ni soy un devorador de series, ni el universo "Star Wars" me conmueve más allá de sus valores cinematográficos, los cuales el propio Lucas se ha ido encargando de socavar a base de exprimir la gallina. Y créanme, no es el caso que nos ocupa. THE MANDALORIAN parece un western de Raoul Walsh, apegado a códigos inmarcesibles, obsesionado con un afán casi termodinámico de la imagen en movimiento, y con una historia de fondo tan simple y sobada, que hilvana la complicidad del espectador sin pedirle adhesiones inúties, como sí ocurre con el fenómeno fan. No le hace falta, porque todo está narrado con seguridad, desparpajo y un loable sentido de la responsabilidad; y todo compartimentado en pequeñas cápsulas de poco más de media hora, que invocan aquellos antiguos seriales en cine, tanto como el cómic de grapa, que en su máxima expresión coleccionista siempre era quincenal. Lo que nos ha regalado Jon Favreau es algo que me encanta sobremanera, y que a él lo encumbra como uno de esos fantásticos artesanos, siempre al servicio del cariño que él sabe que se le puede llegar a tener a un puñado de personajes, aunque no hagan más cosas de las que hacían Wayne, Fonda o Eastwood, que son esos rostros tras la enigmática máscara que porta este nuevo icono de la cultura popular, y que Pedro Pascal interpreta memorablemente, con un uso de la voz magistral. Es este héroe, que al principio (como en casi todos los westerns) nos va a resultar antipático, el único que puede salvar el día, y esto queda encarnado en un adorable bebé de 50 años, de grandes orejas y tiernas facciones, pero que es objeto de cazarrecompensas de todo el universo. Porque hay mucha acción en THE MANDALORIAN, y muy buena, pero son esos gozosos momentos de complicidad entre un tipo al que no le vemos la cara, y ese pequeño objeto del deseo, los que marcan la diferencia en esta maravillosa serie, que nadie debería perderse y que aporta una visión muy interesante a un universo que daba síntomas de fatiga a poco que se lo observara con lupa desapasionada.
Si algo te hace sonreír, llorar y saltar de tu asiento, saber que estás en el lugar adecuado...
Saludos.
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