Incluso en una película tan costumbrista como LA VISITA QUE NO TOCÓ EL TIMBRE, una comedia típica de enredos escrita para teatro por Joaquín Calvo Sotelo, llega a notarse el pulso dramático de Mario Camus, que encuentra en el reducido espacio de un piso del centro de Madrid todo un microcosmos en el que se puede explicar gran parte de la idiosicrasia de un lugar y una época. Todo parte de la mañana de Navidad en la que amanecen Juan y Santiago, hermanos, solteros, funcionarios de aduanas y de luto por la mamá muerta, que ha dejado a dos desastres muy diferentes. Juan es organizado, pero un poco mojigato, mientras que Santiago es un picaflor empedernido, al que le cuesta despertarse tras sus "largas noches". Y ese día, sin que se sepa por qué, una mujer anónima deja un cestito con un bebé en la puerta de estos hombres, que probablemente habrían reaccionado más naturalmente ante un marciano o una jirafa, pero cuyo mundo se vuelve del revés ante esa criatura, de la que podemos intuir su triste circunstancia. Es cierto que gran parte del film orbita entre el sainete y la españolada pura y dura, aprovechando la gran química de la "extraña pareja" formada por Alberto Closas y José Luis López Vázquez, que bordan sus roles, pero Camus introduce varios elementos ajenos, y que oscurecen notablemente la comedia. Desesperados, Santiago decide buscar a quien alimente al bebé, y, claro, va al mísero burdel que frecuenta, donde encuentra la complicidad de una prostituta que es madre. La vecina de enfrente (la inefable Rafaela Aparicio) ejerce de "ojo de Sauron" que todo lo ve y todo lo controla, y a la que hay que engañar para escapar de su vigilancia extrema. Finalmente, y pese a ser fiel a las costumbres patrias de 1965, el personaje de Laura Valenzuela es poco menos que el de una casamentera indisimulada, capaz de dejar a un lado melindres y exigencias, y que se ofrece solícita a oficiar de nodriza, si eso la lleva a pescar a uno de los dos solteros. Porque eso era España entonces, un lugar falsamente acogedor, trituradora de espíritus pusilánimes, y cargada de códigos inverosímiles, sin los cuales era imposible dar el siguiente paso.
Hay una versión, rodada diez años antes en México, pero esa ya es harina de otro costal...
Saludos.
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