Bertrand Mandico se ha convertido en un habitual de Sitges, cubriendo prácticamente él solito la cuota de cine extremadamente bizarro del festival, presentando propuestas que no se parecen a ninguna otra, y dividiendo a crítica y público, que, desconcertados, no aciertan a afirmar si están ante un revolucionario o un caradura pagado de sí mismo. Hace un par de años presentó AFTER BLUE. PARADIS SALE, aventura (ojo) western-retro-futurista-lésbico-lisérgico-existencialista... y algunas cosas más que cada uno pondrá a medida que se enfrente a sus indescriptibles más de dos horas. A mitad de camino del primer Jodorowsky y el romanticismo sucio de Paul Morrissey, Mandico embadurna esta historia de venganza y bajas pasiones de una cáscara impenetrable, cuando en realidad su historia es sencillísima. En un mundo futuro, donde dominan las mujeres y los hombres son apenas unos juguetes de otro tiempo, una joven desentierra a una mujer en la playa, sin sospechar que es una sanguinaria asesina, con la que sin embargo establece un vínculo de atracción y sumisión, por la que es empujada por su comunidad a buscarla y acabar con ella. En su favor, diré que Mandico se olvida de cualquier convencionalismo, facturando una película libre y de estética autónoma; por contra, su duración se hace eterna, su trama repetitiva, y a menos que estemos mínimamente entrenados, es difícil que, llegado el momento, no recelemos de un film que casi parece una videoinstalación.
Bizarra es quedarse corto.
Saludos.
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