Aun en su aparente sencillez, puede que sea A LION IS IN THE STREETS uno de los trabajos más sofisticados de Raoul Walsh, que empuña aquí una vara maestra para dar forma al interesante libro de Adria Locke Langley, que relataba los fulgurantes ascenso y caída de un charlatán, en un Sur analfabetizado y fanático, donde un populista puede encarnar la justicia y un hombre pulcro ser embarrado hasta llevarlo a los tribunales. Es una historia mucho más compleja de lo que parece, con un desbordante James Cagney bordando un personaje que nunca sabes si es un mentiroso patológico o el único tipo con dos cojones capaz de hacerle frente a los especuladores. Sin abandonar nunca su condición de buhonero, Hank Martin se enamora y se casa con la mujer más improbable, una humilde maestra, justa y sensata, todo lo opuesto a él. Pronto se establecen en una apartada comunidad, donde medra gracias a su parla, pero también por "desenmascarar" al cacique local, vertiendo graves acusaciones de estafa en su negocio. Esto le crea un aura impopular en las altas instancias, pero que cala hondo en el pueblo llano, que se pone de su lado y lo arropa en su carrera para convertirse en gobernador. Producida por William, hermano de Cagney, la película desprende un inconfundible aroma, el de los dramas pseudo-políticos tan pujantes en los cincuenta, y que solían mostrar con crudeza lo sencillo que es claudicar ante populismos baratos y soluciones sencillas, auspiciado siempre por momentos de extrema necesidad en una clase trabajadora harta de sentirse explotada. Hoy día, setenta años después, no hay más que echar un vistazo para corroborar que poco o nada ha cambiado; en Argentina, por ejemplo, o en Holanda, pero, sin irnos tan lejos, en pleno centro de Madrid, aunque ésa es una curiosa explotación del explotador...
Saludos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario