Si dices que es complicada, te tacharán de inculto. Si simple de entender, de pedante. Lo que Ari Aster propone en BEAU IS AFRAID es más viejo de lo que parece, pero es cierto que a todos nos pilló a contramano, más que nada por sus dos inmediatos antecedentes, que lo situaban como el nuevo gran renovador del terror "¿elevado?". A mí me parece bien que se descuelgue con un interludio (largo, eso sí) como éste, que le puede abrir puertas muy estimulantes en una industria que lo mima y lo mira de reojo al mismo tiempo, pero a la que puede depararle cosas, creo, bastante mejores que este inocente homenaje al cine más psicologista, vertiente "traumas irresolubles". Todos miran a Bergman, pero hay que tener su entereza; me recuerda algo a Buñuel, pero al maestro lo surreal le salía sin esfuerzo. No, yo veo un enternecedor intento por poner en imágenes lo que Joyce en letras, y por ello esta odisea del hombre común, desquiciado, en un mundo que no (lo) entiende, y deseoso de encontrar alguna respuesta a esa angustia sin nombre. El precedente más claro lo veo en MOTHER, de Aronofsky, que también se desgañitaba por "filmar el estado de ánimo", aunque ello le obligara a decisiones inverosímiles y difícilmente defendibles. Aster cuenta con su caballero andante, Joaquin Phoenix muy por encima de lo que la película significa, que no es más que un misterio que está muy claro desde sus primeros minutos, los mejores. Estructurada en tres partes muy diferentes, ese arranque contiene momentos de puro pavor escatológico; el segundo acto narra la autoexpulsión del infierno a un paraíso representado; el final, desconcertante, es el ajuste de cuentas definitivo, pero que curiosamente termina rozando la parodia de unos Monty Python o, en un trazo muy grueso, incluso el THE WALL de Alan Parker, que debe haber visto varias veces.
No es buena, ni es mala. Es larga, demasiado, y menos atrevida de lo que su director y guionista cree que es. Ni más ni menos.
Saludos.
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